«The Ghost Within» (El demonio entre nosotros): Fantasmas del pasado

Margot es una mujer que intenta llevar su vida de adulta acarreando un fuerte trauma de su infancia: su hermana murió de pequeña y fue culpada por su padre. Cuando logra sentirse un poco más estable, decide volver a la vieja casa, aun advertida por su psiquiatra de lo difícil que puede ser esa experiencia, esta vez junto a su marido. Los fantasmas del pasado no tardan en hacerse notar al mismo tiempo que la relación con su pareja muestra otro rostro. Qué pasó en ese ¿accidente? es lo que la película se tomará su tiempo en revelar mientras la misma Margot también intenta entenderlo.

El demonio entre nosotros, que dirige Lawrence Fowler (el mismo de las Jack in the Box) y escribe junto a Geoff Fowler, es una película británica de terror que se sobrecarga de los lugares comunes del género. El drama que se esconde detrás queda opacado por escenas que hacen mucho hincapié en crear climas siniestros y no siempre lo logra, quizás por lo forzado que se siente casi todo el tiempo con el uso del sonido y la banda sonora. Tampoco ayuda la construcción pobre de personajes secundarios, como el del marido, tan plano como predecible. La aparición de una especie de cazador de espectros aporta unas pocas gotas de humor a lo largo de algunas de sus escenas pero a la larga termina siendo otro personaje anodino.

Las interpretaciones son otro problema. Todas tienen el mismo tono, como si los actores no pudieran aportarle nada especial a sus respectivos personajes. Margot es una protagonista que está todo el tiempo al borde de la locura, que carga con un pasado oscuro y ominoso y además cuenta con una pareja que no solo no la acompaña ni la entiende, sino que empeora su situación porque en realidad su interés está en otro aspecto de ella. Pero toda esta riqueza de su personaje no es suficiente en medio de una trama que no solo no es nada original sino que se desarrolla de una manera tan mecánica que es muy difícil entrar, dejarse llevar. No hay nada que se perciba genuino, todo luce artificial.

Hay sí algunos símbolos interesantes, como el reloj de pie y las máscaras, y también un buen uso de los espacios, pero nada de eso se termina de aprovechar para la narrativa. La historia avanza a paso lento, más preocupada por construir una atmósfera que por lo que se quiere contar. Y sin embargo los sustos a los que apela terminan siendo puro golpes de efecto.

El resultado es una película entre el terror y el drama pero sin alma ni mucha creatividad. De esas que quizás resultan intrigante por momentos pero son más bien olvidables y al mismo tiempo sirve para llenar huecos de una cartelera que, aunque Halloween ya haya pasado, sigue apostando al cine de un género que suele llevar gente a las salas.

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