«El viento que arrasa»: En busca de la salvación

Lo nuevo de la directora Paula Hernández (Los sonámbulos, Las siamesas) es la adaptación de la primera novela de Selva Almada. La película ya había tenido su paso por el Festival de Cine de Mar del Plata, donde se llevó el Premio FIPRESCI de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica.

«Algún día se treparía a un coche y se alejaría para siempre de todo. Atrás quedarían su padre, la iglesia, los hoteles. Quizás ni siquiera buscaría a su madre. Solamente echaría el auto hacia delante, siguiendo la cinta oscura del asfalto, dejando, definitivamente, todo atrás.»
– Selva Almada

El viento que arrasa es la primera adaptación que llega al cine de la escritora entrerriana Selva Almada. Paula Hernández parece la directora ideal para adaptarla, capaz de captar esos climas intrigantes y algo amenazadores. Su coguionista es Leonel D’Agostino, con quien ya había colaborado previamente y que además en los últimos años supo ser parte de varias adaptaciones literarias: Un Amor (Sergio Bizzio), El hijo (Guillermo Martínez), Las siamesas (Guillermo Saccomano) y El prófugo (C.E. Feiling), entre otras.

En este caso la adaptación es a simple vista algo libre: cambia el punto de vista por el de la hija del pastor. Alfredo Castro interpreta a su padre, un pastor misionero que lleva a su hija a través de las rutas para sembrar la palabra del Señor. Si bien él es la figura paternal, ella muchas veces parece ser el sostén, más que una asistente, incluso. Cuando el destino los choca junto a otro padre con su hijo, en una relación muy distinta, el pastor pretende inmiscuirse en nombre de la vocación que lo llama.

El elenco está compuesto por Alfredo Castro y Sergi López pero además Hernández opta por un dueto de rostros nóveles que cada uno aporta frescura y naturalidad. Se destacan los actores jóvenes, Almudena González y Joaquín Acebo. Un guion que les permite a cada uno desarrollar a sus personajes con diferentes capas y matices, sin caer nunca en el subrayado.

El apartado técnico es para destacar. Una fotografía hermosa que capta esos lugares perdidos en el medio de la nada, esos paisajes a los que Almada les ha dado tanta vida en su literatura, y un uso del sonido que se convierte casi en un personaje más.

Hernández ha mostrado ser muy hábil a la hora de desentrañar ciertas dinámicas familiares tensas y acá vuelve a conseguirlo con el plus de lo religioso que ha marcado todo en la vida del pastor. De allí se desprenden tópicos como la culpa y el sacrificio, pero también hay mucho de lo que no se habla, lo que se calla.

Al centrarse la película en el personaje femenino, es ante todo una historia de crecimiento personal, un viaje de autodescubrimiento. Y Hernández, una directora que sigue creciendo con una filmografía muy potente, filma ese despertar con mucha eficacia, con un final que es una hermosura. Quizás se trate siempre de tomar las decisiones y no dejar que sean los demás quienes marquen nuestro camino.

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