«El Santo»: Solamente hay que tener fe

Agustin Carbonere estrena su ópera prima, una producción entre Uruguay y Argentina con la cual ganó Mejor Dirección en el BAFICI del año pasado. Un drama cargado de tensión sobre el ascenso de un curandero a santo.

¿Qué hace a un santo? A Rubén en un sueño se le aparece la frase: «Hay que aprovechar las necesidades para saber vender». Sin embargo su reputación como curandero es modesta y día a día llegan seguidores que buscan en él la cura a males que le dijeron que no tenían curación. Sus métodos son extravagantes y a veces demasiado fuertes o polémicos y él no les cobra, siempre les recalca que es a voluntad. Pero cuando en su vida aparece Benjamín y su poderosa y seductora mamá, Rubén tiene la posibilidad de expandir su fama y su legado. Pero ese salto tan alto puede derivar en una brusca y dolorosa caída.

Carbonere dirige esta historia con aura de misterio y misticismo, con planos con una iluminación precisa en medio de escenas oscuras. La tensión latente a lo largo de cada minuto le permite desarrollar una película de atmósferas ominosas, donde nunca sabemos cómo reaccionarán sus peculiares personajes.

A Rubén lo rodea un pequeño grupo de ayudantes y fieles. Un niño que vivió en carne propia su poder de sanación y hoy parece querer seguir sus pasos. Un asistente que es lo más cercano a un amigo con quien además consigue momentos de distensión. Y la mujer de dinero que quiere aprovecharlo y llevarlo a la fama a través de un programa de televisión.

Dividida en cinco capítulos, El Santo no se enfoca precisamente en sus poderes sino en lo que genera a su alrededor. En esa especie de fanatismo ciego que quizás es el único atisbo de esperanza para algunas personas. La cuestión es que provoca en algunas personas se va contagiando y pronto se convierte en una especie de estrella de rock, con intento de asesinato frente a los ojos de todos incluso.

Es ese ascenso y descenso el que le interesa desarrollar Carbonere, no cuestionar sobre los poderes o la medicina alternativa. Porque a Rubén se lo va comiendo cada vez más ese personaje que a veces ya no parece controlar. Esa construcción particular de climas enrarecidos nos permite adentrarnos en el corazón del proceso. La extrañeza se hace presente aun en las escenas más cotidianas.

El Santo es una poderosa ópera prima que no busca cuestionar ni bajar línea sobre cultos e ídolos, sino retratar lo seductora y peligrosa que puede ser la fama y cómo es capaz de transformar a una persona, o tal vez revelarla como lo que en verdad es. Una película con un acercamiento original e intrigante cargado de matices.

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