
«Verano trippin»: Acelero y voy

Ópera prima de Morena Fernández Quinteros y escrita junto a Juan Cavoti, Verano Trippin es una película atípica, fresca y despareja sobre dos inseparables amigas que se ven inmersas en una extraña y peligrosa red criminal.
No voy a vivir con miedo a nacer
Si voy a morir, que sea más tarde
Protagonizada por Zoe Hochbaum y Miranda de la Serna, Verano Trippin sigue a dos amigas que viven en Bariloche y acaban de terminar el secundario. Quieren empezar sus vidas de adultas en el extranjero pero para eso necesitan dinero. Lo que empieza como un juego, empezar a vender marihuana que cultiva uno de sus conocidos, empieza a tomar otros tintes cuando son captadas para negocios mayores por parte de la narco del pueblo, interpretada por Lali Espósito en un personaje excéntrico que no se anda con pavadas ni chiquitas.
Al principio todo parece fácil y rápido y es tentadora la idea de que el trabajo es divertido y carece de mucho esfuerzo y en el medio pueden divertirse y drogarse y dejarse llevar por la adrenalina. Pero la presencia de un oficial de policía siempre al acecho (interpretado por Manuel Fanego) ya empieza a vislumbrar que no se trata de una simple comedia coming of age.
Con un guion desparejo y errático que nunca termina de aprovechar lo que tiene para ofrecer, la película pasa de un tono jocoso y casi absurdo (las caracterizaciones e interpretaciones de algunos personajes quizás no ayudan a tomarla nunca en serio, aunque probablemente la película así lo pide) al drama y la oscuridad. Porque con algunas cosas no se puede jugar sin arriesgarse a perder, van a aprender estas chicas.

Hacia el final el guion no solo se siente desparejo sino inconcluso. La película termina de manera abrupta, no solo dejando muchas líneas abiertas sino que algunos ni siquiera las desarrolla lo suficiente. Como si el tiempo se hubiese terminado.
La música de Dillom, Viejas Locas y Santiago Motorizado ayudan a pintar esta historia de esa juventud tan actual, más allá de las problemáticas universales y eternas. Poner en el centro la amistad de estas llamadas siamesas porque siempre están juntas, con todo su arco dramático que pasa del amor y la fascinación a la tensión y el miedo a que se pierda lo construido (porque crecer también implica desprenderse de cosas y de personas), es un acierto y el corazón de una película que no parece saber a dónde va.
La participación de Ariel Staltari como el padre de una de las chicas le aporta un granito.
Se agradece el riesgo, el salirse de los moldes más habituales de nuestro cine, de lo intimista y costumbrista y abrirse hacia lo excéntrico y exacerbado. Pero no es suficiente. Hace falta una historia y personajes que lo sustenten y en este caso la película se torna fallida. No deja de ser una ópera prima valiente que al menos augura una carrera por fuera de lo predecible.