«The Roses» (Los Roses): Hasta que la muerte los separe

En 1989, Danny DeVito adaptó la novela de Warren Adler, The War of the Roses, una historia sobre un matrimonio que cuando decide divorciarse ninguno quiere ceder y caen en un espiral de violencia y autodestrucción. Más allá de lo oscuro de la trama, se trataba de una comedia negra que además tenía como protagonistas a Kathleen Turner y Michael Douglas, con el propio DeVito como el abogado que quedaba en el medio de esta puja.
Ahora de la mano del director Jay Roach (Austin Powers y El Padre de mi novia) y el guionista Tony McNamara (escritor de las películas de Yorgos Lanthimos: La favorita, también con Colman, y Pobres criaturas), esta nueva versión ya desde el título nos indica que el acercamiento a la novela será más libre. Los actores al frente son los infalibles actores británicos Olivia Colman y Benedict Cumberbatch. Un acierto puede ser que se permita que el humor no sea tan norteamericano y juegue con distintos matices y, sobre todo, el lenguaje (en español se pueden perder algunos guiños).
Aunque parte de la premisa original se mantenga, con algunos cambios necesarios para esta época como el cambio de roles, en el fondo traiciona un poco su esencia al volcarse a la comedia romántica. Romántica pero, claro, negra y salvaje cuando la historia lo demanda.
Ivy y Theo se conocen e inmediatamente conectan. Su historia no empieza con una puja, sino con un encuentro fortuito e intenso, una escena en la que él parece buscar y encontrar un poco de paz y termina siendo avasallado por lo que nace entre ellos. Pero en la película los conocemos de otra manera: en una sesión de terapia donde no pueden decirse nada amable y es evidente que el matrimonio se encuentra alejado de aquel enamoramiento idílico.

¿Cómo se llegó a ese punto? ¿Se trata de un punto de no retorno o hay alguna posibilidad de arreglar algo? Claro que quienes vimos la película anterior, y quienes no seguramente también, ya sabemos el destino final. Así que más bien se trata del camino y quizás encontrarnos alguna sorpresa.
Ivy es una chef que se dedica a cocinar para su familia mientras su marido trabaja como arquitecto en ambiciosos proyectos. Theo entiende que lo de Ivy no puede desarrollarse solamente entre las paredes de su hogar y le regala un modesto local sobre la playa en un rincón poco transitado. Cuando el trabajo de Theo se le cae a pedazos, el local de Ivy florece como por arte de magia y los roles se intercambiarán: él se queda en su casa cuidando a sus hijos y ella continúa creciendo, expandiendo su negocio y viajando.
A su alrededor pululan varios secundarios aunque solo una pareja amiga interpretados por Andy Samberg y Kate McKinnon tienen el desarrollo suficiente como para aportar algo distinto y relevante a la historia. Sin embargo una sola escena a Allison Janney le es suficiente para opacar al resto.
El guion de McNamara se apoya especialmente en los diálogos, a veces filosos y punzantes y casi siempre cargados de ironía. Theo e Ivy se lastiman antes que nada con las palabras y tal vez por eso es que se siente que el enfrentamiento final tarda mucho en cobrar cuerpo. A la larga una se acerca a esta película sabiendo qué quiere ver.

Colman y Cumberbatch son el corazón de la película y sus performances permiten que en el fondo creamos que la historia de amor entre ellos puede triunfar –mientras que entre Turner y Douglas nunca nos creíamos como amor, sino como pura pasión por eso ya anticipábamos que no iba a funcionar. Se puede pensar que traiciona al material original pero también entender que es una reversión libre que bajo el humor mordaz y la violencia no deja de ser un retrato durísimo del matrimonio.
Con la estructura de una screwball como base pero cierta estética de sitcom, Los Roses es una sátira sobre esas parejas que una no entiende si se aman o se odian, si es que se odian por qué siguen juntos y si es que se aman por qué se llevan tan mal. Pero siempre da a entender que son el uno para el otro, el yin y el yan. Como poniendo en foco que ningún matrimonio nunca va a ser perfecto pero eso no quiere decir que no se pueda seguir apostando por él, con lo bueno y todo lo malo.
Edulcorada, tierna incluso cuando quiere, menos oscura que lo que esperábamos –pero más que el promedio de las producciones livianas a las que nos vienen acostumbrando-, el problema principal de Los Roses es que desaprovecha personajes y en su afán por retratar la lenta y sutil caída espiralizada del matrimonio, el opus final se siente apresurado y sin fuerza. Se agradece que no se pretenda emular lo ya hecho y tome decisiones propias pero se queda en el lugar de una comedia divertida y no mucho más, quizás justamente porque no toma un riesgo verdadero.
