«Suerte de Pinos»: De eso no se habla

La directora Lorena Muñoz (Yo no sé qué me han hecho tus ojos, Gilda) se pone en el centro de un documental que la lleva a bucear en una parte de la historia de su familia de la que no se habla: un doble femicidio en un pequeño pueblo del norte de España.

Su bisabuela Antonia y su hija Aurora en 1954 fueron asesinadas en Salduero, pequeño pueblo de Soria. Quien perpetuó el crimen fue el esposo de Aurora. En ese lugar, casi nadie conoce la historia porque nadie quiso hablar al respecto y con el tiempo se fue perdiendo. Quedan unos pocos y viejos habitantes que recuerdan algo de esa época, y Lorena viaja para poder conocer, entender, dar entidad. Si de algo no se habla es como si nunca hubiese existido y ella pretende cortar esa racha de silencio heredado.

Se trata de un documental intimista pero que también podría entrar dentro del subgénero true-crime o de investigación. Porque la directora se convierte en una detective que va a realizar entrevistas, a desenterrar documentos, a bucear entre viejos expedientes que no puede filmar pero sí leerlos. Una lectura en una voz que es casi un susurro y al mismo tiempo un grito necesario propio de la catarsis contenida. Porque así como en el pueblo eligen callar, el Estado colabora en ocultar, en mantenerlo entre paredes. Aquellos años de franquismo se reflejan en el machismo todavía arraigado.

Un bello agregado poético es el paralelo que hace con una antigua película, La laguna negra, como si ésta ayudara a retratar escenas de esa realidad tapada. Es que en cierto modo, la película está construida como podría haberse construido una ficción, con intriga y tensión dentro del marco de un policial. Sin embargo eso no impide que se sienta honesto y transparente. Porque la realidad siempre termina superando a la ficción.

Desde lo técnico y el detrás de cámara, Muñoz encuadra sus imágenes con mucha precisión. Logra hacernos transitar la historia y el descubrimiento de una manera hermosa.

Lo íntimo es político. Desde lo personal, Lorena Muñoz rescata una historia familiar al mismo tiempo que abre una reflexión sobre la violencia de género y la memoria colectiva. Un documental notable y conmovedor, que se te impregna. El arte como modo de sanar, cicatrizar heridas, de recordarnos que el pasado fue real.

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