«Sleeping dogs» (Recuerdos mortales): un rompecabezas mortal

A veces algunos actores ingresan en una meseta creativa, en cuanto a sus carreras, de la que es difícil salir. Siento que algo de eso le sucede a Russell Crowe, el legendario actor australiano que conmoviera a todos con «Gladiator» (2000) en su momento. Su carrera fue en ascenso y luego del Oscar conseguido en esa producción, se sucedieron hits tales como «A beautiful mind» que le valieron el respeto y reconocimiento de público e industria.

Pero el tiempo pasó y los aciertos cada vez fueron siendo más esporádicos hasta llegar al presente. Este tiempo en que Russell Crowe nos trae, de la mano de Adam Cooper («The Wicker Man» -2006- y «Trespass» -2011-) un intento de thriller oscuro y denso, ligeramente inspirado en «Memento», como propuesta de impacto y quizás, retorno a los primeros planos. Es cierto que «Sleeping dogs» es una cinta que elegimos al ver al protagonista, aunque a sabiendas que los resultados pueden distar de la calidad que ostentaba Crowe como actor en su mejores tiempos.

Russell Crowe interpreta a Roy Freeman, un ex detective atormentado por lagunas mentales que busca resolver un crimen de su pasado. Ex policía, con un pasado tenebre, nuestro protagonista recibirá el pedido de auxilio de un criminal próximo a ser ejecutado por asesinato. Este hombre le reclama a Freeman que la confesión que él le hiciera en su momento, fue producto de su confusión, no porque fuera el culpable del crimen en cuestión.

Freeman, debe decirse, está convaleciente de una operación extraña. Aquejado de un Alzhermeir importante, va a cirugía y en su recuperación posee una limitadísima capacidad de recordar las cosas básicas de su pasado (al estilo «Memento»). Esta cuestión que surge, impulsa su curiosidad y lo motiva a explorar recuerdos y establecer conexiones. El crimen en el que estuvo involucrado, es el de un profesor universitario muy prestigioso. Freeman irá lentamente avanzando con su investigación hasta hipotetizar que sucedió y conocer a las personas del entorno del fallecido más cercanas.

Sin anticipar demasiado y en un rol, cuando menos discutible, se anota la bella Karen Gillan, quien interpreta a Laura Baines, una mujer enigmática que parece tener la clave para desbloquear sus recuerdos. Baines es una mujer atractiva que al parecer desata disputas y puede tener que ver con la muerte del catedrático… más de lo que puede suponerse.

Es cierto que el problema mayor de «Sleeping dogs» es su guión. Dubitativo y enrevesado, la trama se va edificando en base a lo que Freeman puede ir evocando y lo que investiga. Como espectador, entendemos que la investigación es lenta, poco interesante y no reviste atractivo aparente. Todos en la peli tienen secretos. Algunos se los llevan a la tumba, incluso.

En definitiva, los giros argumentales no siempre son convincentes aquí y la historia se vuelve cada vez más confusa y errática. La falta de desarrollo profundo de los personajes también juega en contra del film. Hay mucho diálogo, entrevistas, pero poca tensión y todo se resuelve desde la reflexión, o lo declarativo. Roy, a pesar de la interpretación de Crowe, se siente unidimensional y Laura, interpretada por Gillan, no termina de encontrar su lugar en la narrativa. Ambos lucen desconcertados y lejos de establecer empatía con el espectador. Y si a ellos les sucede eso… ¿que le queda al resto del elenco?

«Sleeping dogs» es una oportunidad perdida. Podría haber sido una buen película, ya que posee a priori, un grupo de reconocidos actores y una buena idea detrás (un detective trabajando contra su mente para resolver un caso, contrarreloj). Sin embargo, pocas luces se encienden en esta realización. Seguiremos entonces esperando el regreso a las mejores épocas de nuestro admirado, Russell Crowe. Esperanza hay. Seguro que habrá otras oportunidades.

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