«The Substance» (La sustancia): por siempre joven

Coralie Fargeat, directora de la visceral «Revenge» (2017, si no la vieron, tienen que verla), regresa con un opus más sci-fi, pero enmarcado en una línea de trabajo que ya ha transitado, el llamado «body horror». Este subgénero, se adentra en las transformaciones grotescas y perturbadoras que puede sufrir el cuerpo humano. A través de imágenes explícitas, plenas de implicancias conectadas al dolor, se busca involucrar al espectador en una aguda reflexión sobre la fragilidad de los cuerpos.

Debe decirse que, si quieren explorar más esa corriente, los exponentes destacados serían David Cronenberg («The Fly» -1986-) y Shinya Tsukamoto, autor de «Tetsuo» (1989). Aunque podría decirse que en estos tiempos, tenemos un grupo que ha renovado esa búsqueda y allí podemos ubicar a Julia Ducornau con su «Raw» (2016) o a Jennifer Kent y su popular «Babadook» (2014)…

En particular, «La substancia», muestra cómo la búsqueda de la perfección física puede llevar a una desfiguración tanto interna como externa. Fargeat intenta plantear, de fondo, esta cuestión que varios cineastas presentan, en relación al culto a la juventud y la belleza que impera como valor social global. Estamos en una sociedad que raramente da lugar a los viejos para destacarse, que cree que la tercera edad no debería existir, porque nada en ellos sirve o suma para el conjunto. Este paradigma afecta a temas como la identidad, la vejez y la violencia y esta directora busca abrir el debate con este relato.

«La sustancia», es entonces, una película que sumerge al espectador en un inquietante mundo de obsesión por la juventud y las consecuencias de manipular la naturaleza humana. Ya en los primeros minutos del metraje, las suposiciones acerca de cual era la cuestión a abordar, se profundizan dada la elección de la directora por su personaje principal, Elisabeth Sparkle (¿Demi Moore haciendo de sí misma?), actriz de edad madura (muy famosa en su tiempo) que, tras ser brutalmente despedida de su programa de fitness en TV, se encuentra en un punto de inflexión existencial. Ella ha dado la buena batalla, pero el sistema (encarnado por Dennis Quaid en su rol de productor sin filtro), le ha bajado el pulgar. 
Es entonces cuando Elizabeth se cruzará con una misteriosa sustancia que promete rejuvenecerla, devolviéndole la belleza y vitalidad de aquellos viejos y dorados tiempos…


La trama logra empatizar rápidamente con la audiencia: el espectador observa cómo la protagonista lucha contra un enemigo invisible, el envejecimiento (batalla perdida si las hay, a no ser que seas Graciela Alfano o Yuyito González!) en una escala que comienza placentera pero que va retorciendose hacia un final inesperado. Ser joven es un precio alto para pagar cuando se forma parte de experimentos genéticos inyectables, parece…
Demi Moore aquí ofrece una actuación para volver a los primeros planos en el rol de Elisabeth, meritoria siendo que hace tiempo no encuentra un vehículo actoral para canalizar su talento. Está bien guiada y resuelve bien el desarrollo de su personaje.
La dirección de Fargeat es jugada. Sabe lo que quiere decir y está dispuesta a impactar visualmente. La cinematografía, con sus colores saturados y sus encuadres claustrofóbicos, crea una atmósfera opresiva y hermética que refleja el estado mental de los personajes. Ella patea el tablero y no tiene miedos a la hora de exponer la lógica del deterioro o la aceleración celular: elige detonar todo cada vez que puede y sale bien parada del desafío.

«La substancia» es una obra provocadora y desafiante que invita a la reflexión sobre los estándares de belleza impuestos por la sociedad y los peligros de la búsqueda de la perfección a cualquier costo. Es una cinta lúcida que abre debates y empuja a tomar partido desde cualquier óptica que se analice.  
A ver, intenta impactar por debajo de la línea de flotación (ojo los espectadores sensibles) pero la trama plantea algo más profundo que eso, y en ese sentido, es un film logrado que merece ser explorado.

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