«The Fantastic Four: First Steps» (Los 4 Fantásticos: primeros pasos): ser héroe, pero antes, mucho antes, ser familia

El relanzamiento de «Los Cuatro Fantásticos» llega en un momento crítico para Marvel: se está acabando el tiempo de los superhéroes y los estudios deben intentar exprimir el género para intentar un salvataje económico antes de que el público le de la espalda completamente. Lo cierto es que parece haber cierto agotamiento de fórmulas multiversales y saturación de cameos, por lo cual, cada paso debe pensarse con cuidado…

«Fantastic Four: first steps» intenta detener la caída del género esta película con la resurrección de un equipo icónico, al que muchos ya conocemos. El principio rector de esta elección intuyo que tiene que ver con la propuesta de redefinir el contrato emocional entre superhéroes y espectadores existente en la actualidad, abandonando la visión perfectista del cuarteto anterior y dotando de cruda humanidad a este nuevo equipo. Bajo la dirección de Matt Shakman («WandaVision», un ícono de las series de Disney+) y el guion de Josh Friedman («Avatar 2»), Eric Pearson, Jeff Karplan y Ian Springer (gente del estudio y también de la TV), descubrimos una historia que entiende que los poderes son secundarios; lo «esencial» es la familia que respira bajo los trajes. 

La cinta presenta a Reed Richards (Pedro Pascal), Sue Storm (Vanessa Kirby), Johnny Storm (Joseph Quinn) y Ben Grimm (Ebon Moss-Bachrach) como científicos de la Fundación Futuro, obsesionados con detectar energía interdimensional. Durante un experimento en órbita, su nave es arrastrada a una tormenta cuántica que fusiona sus cuerpos con propiedades de realidades alternas. Todos adquieren nuevos poderes, pero a la vez, estos «add-on» impiden conexiones con el mundo que ellos conocían…

Pero este accidente es sólo el disparador de algo más complejo: su transformación ha atraído a Galactus, un entidad cósmica que se alimenta de universos paralelos. Con la Tierra en la mira, los cuatro deberán dominar sus habilidades, aceptar sus nuevas identidades y enfrentar una verdad aterradora: son tanto la solución como el origen de la amenaza.

Shakman y Friedman rechazan la grandilocuencia vacía. En lugar de escenas de destrucción interminables, priorizan momentos íntimos que humanizan lo fantástico e intentan ofrecer una nueva dimensión emocional con estos héroes. Ya no son inmaculados, sino que tienen temores, dolores, tristeza y deben lidiar con todas estas cuestiones mientras sirven al mundo defendiendolo de la amenaza externa.

Esta aproximación convierte al filme en un drama familiar extraño que muta en un blockbuster de acción, aunque no es su única virtud. Los efectos visuales (notables en su mezcla de prácticas y digitales) sirven a la narrativa, no al revés: la elasticidad de Reed refleja su incapacidad para «adaptarse» a su paternidad; la invisibilidad de Sue es metáfora de su rol como sostén invisible del equipo. Hay mensajes en sus poderes y el guión muestra como los cuatro tienen conflictos existenciales sobre cómo operar con ellos.

Desde lo técnico y artístico, el film está muy bien. La dirección de arte ofrece un homenaje a la era espacial de los 60 (trajes blanco-azules, tecnología analógica) con toques de bio-diseño y correcta fotografía. El CGI está logrado y la banda sonora de Michael Giacchino abandona las fanfarrias épicas que recordamos de versiones anteriores y las reemplaza por temas minimalistas que reflejan la fragilidad emocional del equipo.

El mayor acierto de la cinta, sin embargo, es la enseñanza sutil que plantea el recorrido de los héroes en esta aventura: ésta no es una película sobre salvar el mundo; es en realidad, sobre aprender a vivir en uno, transformado.

En un género obsesionado con la perfección y héroes intocables, «Fantastic Four» celebra las cicatrices. Sabemos que Marvel necesita un par de hits enormes para evitar cerrar el MCU antes de tiempo y desde lo discursivo y la propuesta, eligió bien a esta tripulación. Sin embargo, no podemos anticipar el final de la historia, hay un agotamiento extremo de la gente por este género y revertirlo, suena a un enorme, enorme milagro…

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