«X-Men: Days of Future Past» (Días del Futuro Pasado): mirarse al espejo, cara a cara

Esta película cargaba con todas las expectativas posibles: era el retorno del director Bryan Singer (el mismo que debutó con nada más y nada menos que “Los sospechosos de siempre” y estuvo a cargo de las dos primeras entregas de X-Men), combinaba los castings de las primeras entregas y de X-Men First Class, y se basaba en una saga con viajes en el tiempo que todos los que amamos la ciencia ficción siempre nos anotamos para ver.

Para los que no conocen el tema: X-Men plantea un mundo que pertenece a una Era Atómica, en la cual los cambios en la Tierra y las guerras alteran el ADN del ser humano y permiten ciertas mutaciones. Hay mutaciones pequeñas que pueden ser muy leves (como tener una maravillosa vista y siempre acertar la flecha en el blanco) y hay otras que desarrollan lo que los seres humanos entendemos por “poderes”.

Como siempre ha sucedido, el hombre no se caracteriza por ser tolerante a aquello que es diferente y los mutantes tienen herencia de esto. Así es como dos amigos con todo lo que implica, se enfrentan de por vida entre una postura que busca que todos convivan en paz y otro que dice que el que golpee antes vencerá, porque al fin y al cabo nunca los van a terminar de aceptar por miedo a su superioridad y porque él los considera inferiores.

Esta historia inicia en un mundo destruido, una humanidad sometida y los mutantes siendo cazados por unos centinelas que tienen la posibilidad de absorber sus poderes y, por ende, de ser invencibles. Los amigos enfrentados, Charles y Erik, se alían para poder viajar en el tiempo y poder detener esta situación. Pero el viaje es muy intenso y puede dañar la estructura mental con lo cual terminan enviando a un mutante con la capacidad de sanarse a sí mismo: Wolverine.

Mientras se nos presentan hechos históricos reversionados (siempre me divierte mucho cuando hacen esto en los cómics) dentro de este universo, el orden de la sociedad y pidiendo el orden por miedo, terminamos provocando peores catástrofes y la pregunta sigue en el aire ¿Lo que pasa tiene que pasar o es posible detenerlo? ¿Cuánta incidencia puede tener un solo ser frente a todo esto?

Agradecí profundamente que esta entrega no cayera en el exceso de gags efectistas de otras del Universo Marvel, sino que se le imprimiera el drama necesario, el destino y su fatalidad y algún que otro momento alivia esto, pero no lo borra como en el caso de Iron Man 3, por ejemplo.

El elenco enorme que se maneja responde de una forma maravillosa al titiritero de Singer. Plantea matices, montajes paralelos, la teoría del caos y todo eso sin que nosotros digamos cómo puede una situación llevar a otra. El guión funciona como un reloj, pero lo que le da cuerda es el genio de Bryan.

No puedo remarcar más que el trabajo impecable de ambientación, maquillaje y vestuario (excepto, capaz, que si hace muchos años no usábamos a Cerebro, no tendría que parecer una publicidad de Míster Músculo sino tener algo de polvo) y de cómo los actores han defendido a su personaje con su psicología pero sin destacar particularmente una interpretación de otra. Lo cual, en la ciencia ficción, ayuda a la inmersión: no veo los personajes, veo la historia.

Es cierto que hay muchos mutantes que quedan simplemente de decoración, que no se entienden sus historias o que no se habla de su incidencia, pero eso está pensado para los que aman los cómics, para que se emocionen cuando Quicksilver está abrazando a una chica vestida de rojo mientras miran la pantalla conmocionados y saben que es La Bruja Escarlata. Dialoga constantemente con textos previos y creo que eso es lo que nos hace todas las veces decir “que Bryan no se vaya nunca más”.

No se olviden de quedarse a ver la escena post créditos y ya van a ver que salen como salí yo del cine: enojada por no ser mutante.

Anexo de crítica por Rolando Gallego

Hay que reconocerle a Bryan Singer el esfuerzo que hizo no solo en la dirección, sino, principalmente, en el guión, para que “X-Men: días del futuro pasado”(USA, 2014) atrape desde el inicio al fin y se presente como una de las películas definitivas de superhéroes.

Más allá que sabía que contaba con uno de los cast más impresionantes y con las estrellas más rutilantes del firmamento cinematográfico (y sino miren la reciente incorporación de Peter Dinklage a la saga), sin un argumento fuerte que apoyara las actuaciones, nada sería lo que es en esta oportunidad.

“X-Men: días…” supera a su predecesora porque es capaz de hacer cohabitar en un mismo tiempo fílmico a todos los mutantes con los que tanto hemos sufrido y soñado a la vez.

Los duelos actorales obviamente, y ante la posibilidad de esta coexistencia, estarán a la orden del día, como así también los entrañables sentimientos de amistad que, por ejemplo, pueden existir entre seres tan disímiles entre sí como Wolverine (Hugh Jackman) y Bestia (Nicholas Hoult/Kelsey Grammer).

La acción, en una dinámica y trepidante escena, comienza cuando los X-Men deciden hacer viajar al pasado a Wolverine, para poder así detener a Mystique/Raven (Jennifer Lawrence) y evitar que asesine al científico Bolivar Trask (Dinklage), creador e impulsor de los Centinelas (los gigantescos robots inteligentes que asesinaran en un futuro a los mutantes).

En ese viaje al pasado, Wolverine se encontrará con el joven Xavier (James McAvoy) y Bestia (Hoult), en medio de la desolada y abandonada escuela para jóvenes mutantes. Con ellos, luego de varios intentos de explicar su situación de “viajero”, intentará a toda costa detener a Mystique (Lawrence), sabiendo que con su habilidad no será una misión fácil.


En el medio de la historia el eterno planteo de la saga, la lucha por sobrevivir de estos seres diferentes, que intentarán imponerse frente a aquellos que niegan la posibilidad de vivir en paz y armonía a todos juntos.

A su vez la acción irá y vendrá en el tiempo y asistiremos a cómo en el futuro el grupo de X-Men, ya adultos (el viaje se retrotrae a 50 años al pasado), deberán tratar de controlar y resistir a los embates que el grupo de Centinelas acomenterá sobre ellos.

En esos viajes en el tiempo, todo el despliegue audiovisual y sonoro se potenciará para lograr generar tensión entre los personajes, a los que se sumará la eterna rivalidad entre Magneto joven (Michael Fassbender) y el joven Charles X (McAvoy), entre quienes, a pesar de saber que deben trabajar en conjunto para evitar que toda la descendencia padezca un castigo y control mayor, nunca terminan de celarse y traicionarse.

Además de trabajar con la eterna pelea entre buenos y malos, la idea principal de la película es la de ver si de alguna manera el destino se puede cambiar a pesar de los obstáculos. “El futuro está escrito” arranca la narración del filme, para luego demostrar que siempre existe la posibilidad de que “todo lo que sucede está en tus manos”, otra de las frases new age que se escuchan en algún momento.

Singer aprovecha la contextualización histórica del comic para anclar su narración en un futuro y en la década de los setenta del siglo pasado, con referentes como Roberta Flack y Richard Nixon (interpretado por Mark Camacho), la guerra de Vietnam, y hasta animarse a indicar que la detención de Magneto es porque asesinó a J.F.K (¡a quien también acusan de mutante!).

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