
«The Godfather» (El padrino): El auténtico sabor de la «cosa nostra»
Tengo la teoría de que las películas se clasifican en tres grandes grupos: buenas, malas e intocables. «El Padrino» entraría por ley en el último grupo ya que hablar de ella siempre es un tema delicado. Puedo decirles que el lenguaje cinematográfico no ha cambiado después de esta película y que la vida del cine siguió siendo igual pero es la mejor forma de justificar que el cine no siempre se aprecia del lado de la teoría, sino desde la butaca. Los espectadores seguimos respondiendo a esta historia sobre familia, amor, trabajo y códigos.
Siempre recuerdo como empieza este film y es lo primero que evoco: el gran casamiento de Connie, la presencia de Vito que está en cada aspecto aún antes de aparecer y ese fiel Tom que para mí es uno de los mejores Duvall que vi. El gesto de la mirada baja, el hablar pausado, la mano bordeando la cara y con la punta de los dedos pegadas a la sien son parte del imaginario fílmico como pocas escenas y es lo que nos hace palpitar el corazón al ritmo del taca taca taca taca del proyector.
La película cuenta la historia de una familia que tiene lazos de sangre y de conveniencia ya que es el nombre que se les da a las agrupaciones mafiosas dentro de la jerga. Pero no es un momento sencillo para ser una en Nueva York, ya que las otras cuatro se están volcando a negocios “más sucios” y saben que Vito, el jefe de la familia Corleone, está poniéndose viejo. No considera moral al negocio de las drogas y eso lo hace verse débil para el resto de los Jefes.
Se presenta la idea de la fidelidad, de los códigos y del Imperio. ¿A quién le deja todo Vito? Connie es mujer y no puede hacerse cargo de una familia (además de estar casada con un imbécil), Sonny es impulsivo y sanguinario, Freddo no se pasa de brillante y Michael es un soldado que nunca quiso involucrarse en los asuntos familiares. Afuera del casamiento hay policías tomando nota de las patentes de los autos para controlar los que están del lado de los Corleone.
Veremos la omnipresencia de los negocios desde juzgados hasta Hollywood. Seremos testigos de “accidentes”, de que Luca Brasi duerme con los peces y de que cualquier productor puede dormir con una cabeza de caballo. Pero nada es perfecto, ni dura para siempre por lo cual nos cierran la puerta en la cara y con Kay, quedamos afuera de todo ese mundo que solo pudimos espiar por un rato.
Coppola es un gran guionista y un mejor director de actores. Es uno de los mejores Marlon Brando que vi, Duvall es sólido en su construcción de hombre fiel y sensato y Pacino tuvo su revelación con este film.
Siempre me gustó el uso de las luces, que pocas veces es plena, sino que tenemos la sensación de estar mitad en sombra, de ver la mitad, de saber la mitad. A veces es mejor no saber todo, o Sollozzo puede mandarnos a deformar la mandíbula.
No se puede dejar de lado su mítica banda sonora a cargo de Nino Rota, cuyo tema principal canta la adorable voz de Johnny Mathis.
La verdad es que es imperdible en cine: la sala oscura y cero distracciones para que te metas en esta magia inmortal y te sumerjas en la butaca, en los pochoclos y en la historia. Celebramos su regreso en digital a las salas del mundo, no te la pierdas.
Advertencia: para los que quieren leer la novela, tiene un buen ritmo y es de fácil lectura pero van a salir hablando italiano.