«The curse of La Llorona» (La maldición de La Llorona): no me iré sin mis hijos

Dirigida por Michael Chaves, "La maldición de La llorona", es un ejercicio de terror tan rutinario como impersonal. En tiempos de ahorro, a cada limón hay que exprimirle hasta la última gota.

El asunto es que cuando al limón ya le van quedando los últimos resabios de jugo, comienzan a salir las impurezas, lo amargo que está más pegado a la piel, y ni que hablar si el limón está picado.

En 2013 se abrieron las puertas a un nuevo universo cinematográfico, el de "El conjuro", una suerte de saga de terror, que ya cuenta con una secuela (la tercera es inminente), y una serie de spin off que estas dos películas se han encargado de presentar.

"La maldición de La llorona" se presenta como “De los mismos productores de”, y trata con todas sus fuerzas de integrar el mismo universo. Aunque hay un dato, a diferencia de la muñeca "Annabelle" y "La Monja" (los dos personajes presentados hasta ahora en spin off), no hay indicios claros de La llorona dentro de "El conjuro" 1 y 2. "La llorona" es un mito o personaje propio de la cultura mejicana.

Es muy probable que fuera de ese país, la referencia inmediata sea a un puñado de capítulos de El Chavo (la famosa frase ¿Dónde estará mi hijo? En medio de un episodio sonámbulo de Doña Florinda o Doña Clotilde, según la versión), o menciones en películas como "Coco".

Lo cierto es que "La llorona" es muy popular en su país, como acá lo es "El pombero" (por citar un ejemplo); y hasta tuvo varias películas locales a lo largo de las décadas – algunas, la gran mayoría, mejores o más salvables que esta; voy adelantando – haciendo de su nombre un imaginario.

Como viene demostrando Hollywood de acá a un período inmediato, se encuentra a la caza de un público extranjero; oriental o latino; y ahí está "La llorona" a sus servicios.

La historia de sitúa a inicio de los años ’70 (luego de una introducción muy paupérrima que trata de contar lo inicios ralentizados del mito) en Los Ángeles – porque somos inclusivos, pero la acción y personajes son nuestros – donde una trabajadora social, Anna Tate Garcia (Linda Cardellini, lo mejor y probablemente único bueno, de la película), trata de pendular su profesión con su vida personal como viuda y madre de dos.

Su jefe le advierte que no está siendo todo lo eficiente que se espera; por eso, ella se aferra a un caso que viene siguiendo, el de Patricia Álvarez (Patricia Velázquez), otra madre de dos, que puede perder la custodia de sus hijos.

Anna visita a Patricia y se topa con la mujer enajenada, un departamento lleno de símbolos en las paredes, misticismo, y los dos niños encerrados en un placard bajo llave. Por supuesto, Anna desoye a la mujer y a los niños latinos (qué paradoja), y los libera.

A partir de entonces, la maldición que perseguía a Patricia, comienza a perseguir a Anna y sobre todo a sus dos hijos, por lo cual, deberá buscar ayuda y solución. La "Llorona" (Marisol Ramirez) es una mujer que en el pasado, en México, completamente sufrida y presa de una traición, asesinó a sus hijos y se sumió en dolor, suicidándose.

Desde entonces, su alma vaga sin paz queriendo tomar otros niños para curar su dolor, sin reparar en otras madres. La película, que dirige el operaprimista Michael Chaves (porque para una película con mito latino hay que traer realizador latino, no importa su curricúlum), que luego remplazará a James Wan en "El conjuro 3"; peca de todo tipo de problemas.

Posee un didactismo innecesario y aburrido para un film de terror, propio de una película que extrapola una leyenda y nos subestima creyendo que no la entenderíamos. Casi todo lo que se sobreexplica podría entenderse tácitamente con la acción y otorgarle dinamismo a una historia bastante escueta.

El dinamismo que no posee la historia, se intenta imprimir en una acción que, al igual que "La monja", se basa en una insulsa introducción y luego interminables secuencias de jump scares cual tren fantasma berreta y desangelado. De su poco más de hora y media, más de dos tercios de película son el fantasma apareciendo aquí y allá, sumados a sustos falsos.

Como si fuese poco, un pésimo y adrede montaje, hace que al fantasma lo veamos en flashes (como cuando había que invocar a Noob Saibot en "Mortal Kombat II" y teníamos que esperar que aparezca el torso de John Tobias) y permanentemente corriendo hacia cámara, en un ambiente oscuro, como en un carril.

Exactamente lo mismo que tanto odiamos en "La monja", como si nuestra quejas fuesen en vano. Los personajes son de manual y acartonados, ninguno despierta interés; y hasta la supuesta sororidad no es algo que fluya correctamente, porque otra vez, hay un hombre ahí fundamental para salvar las papas.

La necesidad de linkear esto a "El conjuro", como sea, hace que se invente una excusa remanida, que apela a la memoria del espectador respecto de los films anteriores (spin off incluidos), y una mención extremadamente ridícula. No era necesario.

Todo se ve forzado, plagado de clichés culturales, con un tratamiento frío y ajeno, como si un mito latino, apenas merezca una mención como película. En 1992, "Candyman" también se metía dentro de las cultura de las minorías étnicas con el terror, n las historias hay algún punto en común, pero los resultados eran opuestos, porque al film de Bernard Rose realmente le interesaba ser algo potente, asumir el mito seriamente.

Linda Cardellini se planta como una interesante scream queen adulta. Pero ella sola no puede hacer nada frente a un guion y un personaje tan pobre. El resto del elenco, niños sin carisma y comic relief latino molesto incluido, no cuentan como buen aporte.

"La maldición de La llorona" es una fallida propuesta que no solo no propone ningún estímulo nuevo, ni siquiera parece esforzarse en disimular que estamos frente a una película muy menor.

El mismo personaje tuvo otras versiones (aún muy Clase B, como la del 2007) que por lo menos tenían la excusa del bajo presupuesto, y la piloteaban siendo entretenidas. Esta versión “Warren Style” puede reducirse en una sola palabra, aburrida; algo imperdonable para una película que debería asustar.

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