«Mid 90s» (En los 90) (review 2): el ecosistema familar, crudo y descarnado

El arrollador debut en la dirección de Jonah Hill ("Supercool", "El lobo de Wall Street") propone un viaje casi documental a la vida de un niño, su entorno y cómo algunas decisiones comienzan a forjar un destino casi inesperado para él y para los suyos. Stevie (Sunny Suljic) es un joven de 13 años que vive con su madre (Katherine Waterston) y su hermano (Lucas Hedge).

Entre estos dos hay una constante lucha de poder en la que Stevie siempre termina perdiendo, siendo víctima de una violencia inusitada. Mientras planea algún método que lo proteja de las golpizas de su hermano, Stevie comienza a descubrir el universo que rodea a una pequeña tienda de skates, en la que una pandilla la habita como su propio hogar, convirtiéndola en el epicentro de una historia de amistad y crecimiento.

Lo que distingue a "En los 90" de otras coming of age tradicionales, primero, es su contemplación de los personajes, Hill desarrolla un increíble proceso de descripción de Stevie, su madre, hermano y nuevos amigos, que calan profundo en el espectador.

La crudeza del relato, en la que los jóvenes intérpretes proporcionan verosímil a situaciones cotidianas y sin sobresaltos, generan una progresión narrativa en la que la dilatación de tiempos, como así también, la explicitación de acciones, potencian el relato.

Cuando en los ’90 Larry Clark revolucionó las pantallas con “Kids” (antes de venderse por completo al sistema), el debate mediático incluyó acaloradas discusiones sobre el exceso de realidad volcado en la historia.

Allí los “niños” protagonistas se drogaban, tenían sexo, robaban, y volvían a ser niños frente a los adultos que esporádicamente aparecían. Aquí sucede lo mismo, pero al no presentarlos como en una pose, desarrollando con naturalidad sus descubrimientos, se empodera al joven Stevie para presentarlo como el único y verdadero héroe dentro de un desgarrador cuento de soledad e indiferencia.

Con este nuevo grupo de amigos Stevie se siente único, contenido, algo que hace rato ha perdido, y pese a su corta edad, en su casa, lugar en el que sólo recibe algunas órdenes y golpes y más golpes por parte de su hermano. Hill muestra esa violencia, pero también su patético resultado, la intromisión de un niño que aparenta ser alguien que no es, que se cambia de ropa antes de entrar a su casa y se tira kilos y kilos de desodorante de ambiente para disuadir a su madre de aquello que está haciendo en secreto.

Cuando ya no hay más nada que ocultar a nadie, cuando la rebelión y sumatoria de exploraciones terminan en una violenta escena en la que Stevie regresa completamente “dado vuelta” a su domicilio, y su hermano no sólo lo intenta golpear, sino que termina llorando porque entiende que ha cambiado para siempre, la reflexión del director dispara un sinfín de significados y cuestionamientos hacia la negación de la realidad ante el inevitable crecimiento y adolescencia.

La habilidad de Hill también se subraya, cuando uno desde el principio espera que el personaje que interpreta Hedge sea el que desbarranque, y no ese pequeño con mirada triste que decide ser aquello que le sugieren y en el camino termina por crecer tan rápidamente como la velocidad con la que pasaron los ’90 en skate.

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