«Jason Bourne»: el renacido

El hijo pródigo vuelve a la saga que le permitió potenciar su fama y configurar una serie de películas que retomaron el espíritu conspiratorio de clásicas películas de los años setenta en un alicaído Hollywood falto de ideas.

Sí señor, Matt Damon vuelve a los cines con una nueva entrega de “Jason Bourne” (USA, 2016) en la que interpretará nuevamente a Bourne, esa especie de 007 (perdón por la comparación) del siglo XXI, ávido de venganza y con ganas de desterrar de su pasado aquellos recuerdos que lo atormentan y que lo terminaron por alejarse del lado “luminoso” de la CIA.

El filme, dirigido por Paul Greengrass, un experto en generar climas opresivos y tensos en sus filmes, toma las riendas del reencuentro con el personaje de Damon, que, cual héroe de la Marvel, anda atormentado quien sabe dónde, dándose golpes con extraños y extraviado en la culpa que lo sigue a todos lados.

Cuando finalmente es detectado en Atenas, en el medio de uno de los movimientos sociales más revolucionarios que vio ese territorio, aprovecha la confusión para decidir, de alguna manera, aceptar la propuesta de la agente Parsons (Julia Stiles) para conocer qué pasó realmente con él.

Ambos disidentes de la CIA, la organización, encabezada por el veterano y ambicioso Robert Dewey (Tomy Lee Jones), intentará exterminarlos a toda costa para evitar que se conozca no sólo la verdad sobre el pasado de Bourne y su padre, sino que, además, intentará evitar que un especialista en tecnología de la organización (Riz Ahmed) revele detalles de la misma.

Así, el relato se transformará, en una primera etapa, en la búsqueda desesperada de la agente Parsons, pero también de la joven incorporación Heather Lee (Alicia Vikander), mano derecha, aparentemente, de Dewey, por ubicar a Bourne.

En una segunda instancia, cuando la acción se traslada a EE.UU, luego de un acuerdo entre Bourne y Lee por dar a conocer la conspiración de la que éste ha sido parte desde el día de su incorporación a la CIA, el filme potenciará su acción, redoblando la apuesta al hacer estallar medio Las Vegas a cada paso que den.

Si la cruza entre “El agente Secreto” y “El fugitivo” funciona, es porque no sólo GreenGrass es un hábil narrador, sino porque Damon, Vikander, Lee Jones y el galo Vincent Cassel (el nuevo aliado de Dewey), dejan todo en las interpretaciones.

A Damon le creemos su papel porque ya hemos asistido a varias películas en las que, deliberadamente, su rol fue creciendo a pasos agigantados, apoyándose en un timming preciso, que potenciaba la trama conspirativa que subyacía en la misma.

En esta oportunidad su Bourne, atribulado, perdido, es además recalcado por la decisión de Greengrass de utilizar en muchas oportunidades planos subjetivos y encuadres nerviosos, resultado de la extrema utilización de la cámara en mano, que redoblan la apuesta del filme.

Le sobran varios minutos al metraje, pero celebramos igualmente la capacidad minuciosa y precisa del director por volver a la saga, y, principalmente, en un intertexto proyectivo, la posibilidad de ver a Damon como un superhéroe muy humano, que pone el cuerpo a las balas, cuchillos y golpes, sin hacer falta de ponerse una capa y un traje de murciélago como lo ha hecho su amigo Ben Affleck en la reciente “Batman Vs. Superman”.

Anexo de Crítica por Rodrigo Chavero

Recuerdo como hoy, el día en que Matt Damon decía en una conferencia de prensa, que la historia de Bourne había terminado (en ocasión de la presentación de la tercera entrega) y que él sentía que no había mucho para desarrollar luego de que su personaje resolviera algunos temas centrales de su tenebroso pasado. Pero… el tiempo lo cambia todo.

Luego de que la saga se hundiera cuando los productores encumbraron a Jeremy Renner como su sucesor ("Bourne legacy"), la idea de volver a retomar al sólido agente desviado, fue una gran pregunta en los estudios en los últimos años.

Paul Greengrass (quien había trabajado con Damon en "Ultimatum" de esta franquicia más la interesante "Green Zone") y Christopher Rouse estaban dispuestos (son tándem creativo) a llevar adelante un episodio más del agente, y le acercaron un guión a Universal, que siempre está ansiosa por continuar productos rentables.

¿Qué esperar de este cuarto (o quinto) capítulo de Borune cuando ya sabemos casi todo sobre él, y ese era el centro neurálgico de la historia?

Acción, nervio, exactitud desde lo coreográfico (tanto sea en peleas, como choques o persecusiones) y cierta carga de adrenalina, registrada en un ritmo voraz que te instala en la acción, casi literalmente. Si eso era esperable, todo eso está de regreso. Este Bourne dice poco (realmente tiene pocas líneas, se ve que la edad le va afectando la memoria a Damon) y trabaja mucho en pos de las libertades individuales.

Sí, porque el tema que presenta es el que se debate en todas las naciones. El derecho a la información individual de cada individuo que está en la red y el uso que las agencias de seguridad hacen de él. De hecho, ahora viene "Snowden" que profundizará también esa discusión.

La cuestión es que en esta entrega, Jason será ocupará de saldar algunas cuestiones de su pasado, mientras intenta sabotear un proyecto que el viallano de turno (básico, Tommy Lee Jones, ganandose el sueldo en forma justa) tiene para obtener jugosos dividendos con la información masiva de datos personales. Cualquier comparación con lo que sucede en países como el nuestro (la utilización de los registros contendios en el Anses, que ha sido noticia hace unos días), es pura coincidencia. O no.

Tema bien planteado, estilo súper europeo para las secuencias de acción frenética, muchas pantallas, drones y gps y la carga habitual de fuerza física que Damon parece haber reforzado en esa oportunidad. No se si lo recordabamos tan musculoso, pero el hombre muestra presencia y está convencido de que las cosas se resuelve, velozmente. Siempre.

Hay secundarios a mitad de camino (Alicia Vikander, y el desperdiciado Vicent Cassel) y un recorrido previsible pero agradable. Como espectador, Bourne te hace pasar un momento. 

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