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«Frozen»: las princesas del hielo

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No hay nada que le de más rédito a Disney que volver sobre ideas que lograron llevar a estos estudios a ser una de las factorías más prolíficas (ya imperio) de los últimos 50 años.

«Frozen», su último lanzamiento, se inspira en varios de los clásicos de la compañía (más allá de estar basado en la obra de Hans Christian Andersen- La reina de la nieve-) pero su fuerte radica en los elementos nuevos que logra mixturar.

Esta es una historia muy femenina de superación y resilencia, que posiciona a herederas reales atravesadas por pasiones más fuertes que las históricas.Un costado que se ve comienza a fortalecerse a la hora de encarar estas realizaciones.

Desde «Valiente» para aquí, habrá que acostumbrarse a que las princesas de Disney tengan fibra, transmitan emoción en forma y se animen a superar a los hombres a lo largo de todo el film. Sin perder charme. Por supuesto.

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Debo reconocer que me gusta la visión, pero en particular, con «Frozen» no compartí el clima de musical (demasiado sobrecargado para mi opinión) y también debo decir que quizás el público masculino no la disfrutará tanto como las chicas de todas las edades. Hay una cosa de género por ahí que se juega eh!

Bien, hay un reino, una princesa que no puede controlar su poder (Elsa) a punto de ascender al trono. Vive aislada, en el castillo y sufre por ese aislamiento impuesto para no generar problemas. Tiene una hermana, Anna, a quien ama, pero mantiene con ella una gran distancia para no ponerla en riesgo.

En el pasado, un accidente marcó a fuego la relación y con los años la cuestión no se resolvió. Elsa llega a coronarse pero rápidamente su secreto se ve al descubierto. Luego de una discusión con Anna (ella quiere casarse con un príncipe recién llegado a su tierra), las cosas se complican…

La flamante reina tiene el poder del hielo y cada vaivén emocional que la atraviesa, produce que su magia aparezca conformando un difícil escenario para su pueblo. Sin anticipar más, «Frozen» mostrará dos luchas distintas. Primero, la de Anna para recuperar a su hermana, y luego la de Elsa, para controlar su poder.

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Las cuestiones amorosas (que están) y los personajes divertidos (Olaf, el muñeco de hielo, por ejemplo) aparecen subordinadas a esta línea principal. Las dos mujeres cantan (Martina Stoessel hace la canción principal, «Libre soy») y son un deleite si te gusta el género.

Ya dije que no es tan universal como parece a simple vista. Desde el punto de vista técnico, la animación es correcta, el 3D está bien y hay que reconocer que el film aporta simpatía, algo de humor, aventuras. Quizás para el público adulto no haya tantos guiños ni centros de atención como en otros productos de la empresa…

Dato a tener en cuenta! La nueva línea de princesas de la factoría de Walt parece proponer un perfil más completo que las tradicionales, pero quizás ese enfoque aleje a los varones de las salas. Habrá que ver si ese es un resultado deseable.

Es buena, y si ya probaron su soundtrack y les gustó, la van a disfrutar en forma.

Anexo de Crítica por Rolando Gallego

Hay algo curioso en el nuevo filme animado de los estudios Disney titulado “Frozen: Una aventura congelada”(USA, 2013), y es que tomando distancia del mismo (filme infantil y particularmente femenino), se pueden detectar varias cuestiones que tienen que ver mucho más con un filme de género particular que con una simple animación para el verano.

“Frozen…” es la puesta al día del melodrama más clásico, el más barroco, rosa y lacrimógeno, aquel que con tópicos como el amor a primera vista, el matrimonio por interés, la clásica historia entre una angelical heroína y un noble y humilde caballero (que por algún motivo no pueden estar juntos), la maldad exacerbada, el odio y la codicia y la pasión contenida, entre otros, han hecho de la delicia de un público que en la reiteración encuentra el placer de género.

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Además en la historia de estas dos hermanas (Ana y Elsa), que por una “maldición” de una de ellas no pueden compartir su vida en “hermandad” ni encontrar amor, hay una épica trágica detrás de los artificios que la animación pone al día, y que bien podría haber sido escrita por Federico García Lorca y no por Hans Christian Andersen (“La Reina de las Nieves”) como está. Es que “Frozen…” tiene muchos puntos en común con “La Casa de Bernarda Alba”, en esto de hermanas encerradas en una casa y que esperan algo, y eso que esperan, lo velado, es lo que también las hace moverse y es el objeto de deseo.

También posee puntos en común con “¿Qué pasó con Baby Jane”(USA, 1962) en lo que respecta al encierro y la mirada del otro. En “Frozen…” hay una hermana que no puede encontrarse con la otra por una decisión de la primera, pero también hay una joven mujer que intenta liberarse de su miedo a amar, a querer y que en la soledad de una alejada montaña se sentirá libre (tal como reza el tema musical principal que en Latinoamérica interpreta Martina “Violetta” Stoessel) y sin miedo a tocar a alguien y congelarlo.

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Chris Buck y Jennifer Lee, sus directores, logran que además de lo visualmente atractivo del hielo, la nieve, las formas geométricas de los copos congelados, una serie de pegadizas canciones irrumpan sin mediar una previa preparación para cortar con la tensión dramática de la película.

Creo que si en breve la adaptación de “Frozen…” a Broadway no llega es porque sería casi imposible superar la belleza de las creaciones logradas por los diseñadores y dibujantes de la Disney.

En esta línea, de romper con la tensión dramática, también se encuentra el personaje Olaf, ese muñeco de nieve un tanto atolondrado, cuya principal función será la de liberar y hacer catarsis durante la progresión de la historia. Se habla de la necesidad de un “acto de amor de verdad” para poder así revertir lo negativo de esta dama que congela todo lo que toca y si se enoja demás puede llegar a congelar el mundo entero.

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Y en el melodrama siempre se está esperando por ese tipo de acto. Se puede criticar cierto exceso de discurso progresista clásico, en aquello de clasificar la normalidad de determinados comportamientos y en generar la exclusión de lo diferente (en este caso Ana), esa persona que no puedo sentir porque si lo hace podría dañar a los seres que ama, pero este tipo de análisis sería hilar muy fino.

Visualmente impactante, con un diseño de personajes atractivos, esta puesta al día del clásico de Andersen merece ser vista no sólo por niños, sino por todos los amantes de las clásicas historias de amor.

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