«Francisco, el Padre Jorge»: de Buenos Aires al Vaticano

No será ni la primera ni la última película en la que retratan su historia. Varios son los proyectos que están en puerta contando la vida de Jorge Mario Bergoglio, -que fuera Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Primado de la Argentina-, y que en el momento en que pensaba jubilarse, retirarse hasta esperar su reencuentro con Dios, llega esa designación como Sumo Pontífice, que es una revolución no sólo hacia el interior de la Iglesia Católica sino para muchos que, por diversas cuestiones estaban alejados de la fe o eran indiferentes a la religión.
«Francisco, El Padre Jorge», tiene la virtud de recalar en el libro de la vaticanista, que antes fuera cronista de guerra, Elisabetta Piqué: «Francisco. Vida y Revolución». Ella fue la que posó sus ojos en ese Cardenal compatriota, que algunos pensaban era la piedra que utilizarían los conservadores para sacar de carrera a Carlo María Martini en el cónclave en el que fuera elegido Benedicto XVI. Luego de la renuncia de Benedicto, en el nuevo cónclave, Elisabetta, vuelve a tener ese presentimiento, lo comunica a sus editores.
Recuerdo haberlo leído en el portal de noticias de La Nación, donde ella colabora y al día siguiente, esa profecía se cumplió, Jorge Mario Bergoglio se convertía en el primer Papa latinoamericano con el nombre de Francisco.
El libro de Elisabetta, que cuenta 10 años en la historia del Padre Jorge, es recogido por Beda Docampo Feijóo (coescritor con María Luisa Bemberg de Camila y de Miss Mary), otro puntal que completa con un elenco de grandes actores como Darío Grandinetti que encarnará al personaje principal en su edad adulta; un fresco Gabriel Gallicchio que será Jorge en sus años de juventud; Silvia Abascal, española ella, será la periodista que sigue los pasos de ese Cardenal al que un día conoció en el Vaticano y luego reencontró en Buenos Aires para devolverle un pañuelo (historia ficcionada en parte para incluir el rol de Elisabetta Piqué pero con un ingrediente que también la compromete con la figura de Francisco de una manera más cercana y personal), Jorge Marrale, como un amigo de la vida, más joven, cuyo paso por la Compañía de Jesús marcó su vida aunque no llegara a ser cura; Leonor Manso como esa abuela italiana que acompaña a su nieto en una decisión inquietante para la madre interpretada magistralmente por Laura Novoa, que quiere que Jorge sea médico, pues ser sacerdote, según ella, no le reportará nada bueno.

Imperdible la escena dramática, exagerada con la pasión italiana, como si fuera una ópera donde repudia esa elección vocacional de Jorge. También se destacará Pablo Brichta, en la piel del almirante Massera, al que Bergoglio tiene que enfrentar para salvar la vida de dos seminaristas palotinos y a Alejandro Awada, un periodista oscuro, que critica y acciona en contra de la figura de Bergoglio quien no se amedrenta ante las amenazas porque escucha, como pastor, la angustia de su pueblo ante la injusticia, ante la corrupción, ante todo disvalor.
Grandinetti, unos meses antes de comenzar el rodaje estuvo en la audiencia que concede el Papa a los fieles en la Plaza de San Pedro y dijo al respecto en un reportaje para el suplemento Valores Religiosos del matutino Clarín: «Estoy muy atraído por su personalidad, es un jesuita, sabe mediar y aprecia la ironía», afirmó sobre Francisco. «No le pedí nada. Habría sido una estupidez. Preferí observarlo, forma parte del trabajo físico que deberé desarrollar.
Entendí una cosa que me conmovió. Logra entrar en contacto en serio con la gente». Si bien fue buena la elección de Grandinetti, por su trayectoria habiendo interpretado a otras personalidades argentinas, en este caso, aparece mucho más alto y un poco más apresurado que Bergoglio al hablar. De todas maneras, los episodios y frases elegidas, hacen que uno se olvide de los detalles físicos y termine viendo al Padre Jorge. Más acertado fue ubicar a Gabriel Gallicchio como Bergoglio joven: una cara no tan conocida, con esos gestos, con esa pasión que uno imagina corría y corre por las venas del Sumo Pontífice.

La historia va a comenzar en el año 2013 cuando Ana, una periodista española junto a su hija viajan a Buenos Aires. Realizan el tour papal visitando los lugares en los que creció Bergoglio mientras se van mostrando vistas de la ciudad y suena «Balada Para Un Loco» en versión instrumental.
La guía es Leticia Bredice. A partir de de ese momento, revisaremos el álbum de fotos de todos aquellos con los que se cruzó Bergoglio en su camino al Vaticano: sus homilías, sus consejos, su lucha contra la corrupción, los niños, los enfermos, la cultura del descarte tan anidada en las grandes ciudades donde la indiferencia hace aún más doloroso el día a día. También, podremos enterarnos de sus gustos musicales y literarios y algún deslumbramiento por un alma gemela antes de darse cuenta de que su vida era enteramente para Dios al servicio de todo el que lo necesitara.
El filme va a dedicarse sobre todo a quién es Jorge Bergoglio, cuáles son sus preocupaciones y sus principios. No se va a detener tanto en lo político, como muchos hubieran esperado, sobre todo sabiendo la tensa relación de los últimos tiempos con el poder de turno aunque sus denuncias venían de bastante más atrás, como la de terminar con la trata de personas, la explotación de trabajadores en talleres clandestinos y la esclavitud del narcotráfico (junto al Padre Pepe pide a las familias no tener miedo y no caer en la tentación de la droga).
Muy bien ambientada, con buen ritmo y con emoción para los que lo conocimos de alguna manera y nos acordamos de las ocasiones en que, como hoy en día pide, «recen por mí». Es la historia de cómo Dios eligió a un hombre y de manera bíblica lo fue guiando para que llegara a madurar en la vocación, siempre escuchando más que hablando y al hablar, con la palabra justa y en acción. No puedo dejar de pensar en «Habemus Papam» de Nanni Moretti, una ficción con una mirada muy crítica sobre el Magisterio de la Iglesia y de la Iglesia toda, pero que ayuda a pensar en la revolución de la que habla Elisabetta Piqué en el título de su libro.
Será un lindo regalo que no solo nos emocionemos con esas imágenes, las del final en donde veremos al verdadero Bergoglio, sino que se nos mueva el corazón a construir puentes en la cultura del diálogo.
Anexo de Crítica por Rolando Gallego
¿Cómo se puede, en la urgencia de apurarse para ganarle de mano a la decena de producciones que se están realizando sobre la figura del Papa Francisco, crear una película honesta, narrativamente clara y con buenas actuaciones? La respuesta está en «Francisco: El padre Jorge» (Argentina/España, 2015) que el otrora prolífico Beda Docampo Feijóo dirigió en varias ciudades del mundo y que toma la figura del
Basandose en el libro «Francisco: Vida y Revolución» sobre el Papa de la periodista argentina, corresponsal del diario La Nación, Elisabetta Piqué, el director decide tomar algunos puntos de ese relato, que se centra en un Jorge Bergoglio «revolucionario», que tomó de San Francisco de Asís algunas máximas, principalmente las relacionadas a la humildad, pobreza y el entender el lugar de la religión en el mundo como movilizadora de esperanza y posibilidad de transformación.
A través del flashback Docampo Feijóo nos lleva a la casa de su juventud, con una madre (Laura Novoa) que desea profundamente que su hijo sea médico y al enterarse de la decisión de entrar al seminario de éste, se desespera «Te estás escapando de la vida, no vas a conocer el amor, no voy a tener nietos, te vas a quedar solo», le dice entre lágrimas y el consuelo de un joven Bergoglio que ante la pregunta en tono de inquisición de «vos me dijiste que ibas a estudiar medicina» responde serenamente «medicina del alma».

El reparo y la fuerza para seguir adelante en su decisión lo encontrará en su abuela (Leonor Manso) quien alienta fervientemente las ganas de ayudar al otro de su nieto, y a quien cree capaz de superar la tentación de la carne y las miradas desafiantes de los que no pueden comprender su sorpresiva muestra de cambio de rumbo en su vida.
Es que hasta ese momento de revelación Jorge Bergoglio era un joven común, con gustos y costumbres similares a la de muchos jóvenes de su edad, y mientras deja a su novia (Justina Bustos) siempre la mujer (lo mejor de la creación, según sentencia en algún pasaje) será el objeto a relegar por sobre la fe.
El director destella algunos pasajes de la juventud para luego avanzar en el relato con los conclaves en los que se decidió el destino del sumo pontífice, uno en el que casi es nombrado y el final en el que, muy a su pesar, el resto de las eminencias deciden que es el adecuado para aggiornar a la institución y dirigir los destinos de una institución cuestionada.
Darío Grandinetti compone a Jorge Bergoglio con una economía de recursos actorales que sorprenden, y pese a no lograr emular completamente al Papa, hay alguna evocación que permite ver el filme y acercarlo a la máxima figura eclesiástica, aún cuando se lo contrasta con imágenes de archivo del propio Bergoglio.

Ana (Silvia Abascal) el alter ego de Piqué, será quien guíe el relato, que a su vez es introducido por una imperceptible y medida Leticia Brédice, como la guía turística de un recorrido hacia algunos espacios que el anteriormente padre recorrió.
En esos momentos, el filme se transforma en una enorme publicidad de la ciudad, alejando a Francisco de la pantalla, y trayendo a la periodista que debe asumir su rol como especialista en el Vaticano y se acerca, antes que sea Papa, a Jorge Bergoglio por temas personales.
Justamente cuando «Francisco: El padre Jorge» profundiza en la periodista, el filme habla más de una mujer que debe tomar decisiones personales difíciles para poder continuar con su vida que de continuar con el relato fragmentado del Papa y aún así, cuando «Francisco, el Padre Jorge» supera su tono televisivo y su plan de «evangelizar» sobre el Papa, a aquellos que no conocen (raro) la figura y la manera de accionar de él, y se acerca e intenta mostrar el costado más «humano» del hombre, el filme puede cumplir con su cometido, más allá que muchos de los cuestionamientos sobre algunos dichos y temas del pasado se traten someramente y terminen erigiendo una figura de bronce impoluta sin un ápice de fisura y se empareje con el biopic televisivo que sólo busca realzar figuras intachables.
