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«El Desierto»: la amenaza interna

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En un mundo apocalíptico, en el que la tecnología en desuso es elevada a la categoría de objeto primordial para la subsistencia, es en donde “El Desierto” (Argentina, 2013) de Christoph Behl encuentra el escenario ideal.

Si bien nunca muestra qué pasa realmente en ese micro universo, la idea de algo que amenaza constantemente a los protagonistas permite la construcción de un relato tenso, digresivo y a la vez complejo, que en cada escena suma información para comprender el total.

En una casa abandonada, tomada por tres personajes Ana (Victoria Almeida), Alex (Lautaro delgado) y Jonathan (William Prociuk), los sentimientos y pasiones se pondrán a flor de piel, más cuando la convivencia sea imperiosa y necesaria.

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Esa casa, llena de recuerdos ajenos, es el refugio ideal para evitar ser infectados por el extraño virus que diezmó a la humanidad y que los mantiene alejados en su encierro del resto de los aún vivos.

Entre las cuatro paredes del edificio se construirá una tensa historia de supervivencia, resistencia y principalmente amor, que logrará mantener en vilo hasta el último momento a los espectadores, principalmente para tratar de comprender qué es lo que mueve a estos tres jóvenes a mantenerse encerrados pese al creciente rechazo entre dos de ellos.

Es que en el bunker que armaron y avanzada la convivencia, claramente el deseo carnal entre ellos aumenta, más sabiendo que el “resto” de las personas no existe o está infectado.

En ese marco Ana decidió “quedarse” con Jonathan, pese a que su atracción hacia Alex era mucho más fuerte y ese será el tema con el que Behl trabajará durante toda la película, el de las decisiones, de vida, de pareja, de proyecto.

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Además de la tensión entre ellos, la amenaza latente de la otredad que intenta invadirlos constantemente, generará los cortes necesarios para avanzar en la historia de des amor entre Ana y Alex, más allá que Behl decide no mostrar nunca el afuera.

En las rutinas de baño, comida y descanso, se va configurando un panorama asfixiante que deslumbra por la simpleza de una puesta en escena austera y minimalista, pero que en el fondo, transmite muchísimo más que aquellas mega producciones hollywoodenses en las que la distopía permite, además, una reflexión sobre las relaciones humanas en momentos decisivos y claves.

¿Cuál es la mayor amenaza para estos tres jóvenes? ¿La que de afuera aparentemente los acecha? o ¿la propia que han generado en su nuevo mundo? Estas son tan sólo dos de las preguntas que se desprenden de un filme que bucea en los vínculos para hablar de un estado iniciático y pulsional de los personajes que va más allá de cualquier intento por recuperar un orden extra social que sólo complica aún más a sus personajes.

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