«Past Lives» (Vidas pasadas): Las elecciones que hacemos

La ópera prima de Celine Song es un drama delicado sobre dos adultos que se amaron en su infancia y se reencuentran en sus adulteces muy distintas y alejadas entre sí. Está nominada a los próximos premios Oscars como Mejor Guion y como Mejor Película.

La historia parece en su forma pequeña. Si bien la premisa de un reencuentro con un primer amor parece intensa, Celine Song opta por un relato delicado y sutil, sin necesidad de apelar a grandes acciones por parte de sus personajes. Dividida en tres partes separadas por elipsis de doce años, Vidas pasadas sigue a Nora, el nombre que adoptó al migrar, una escritora coreana que intenta hacerse su futuro. De chica sueña con ganar un premio Nobel, de grande reduce su fantasía a un Pulitzer, más tarde se conformaría con un Tony. Como suele suceder en la vida, los sueños que tenemos en edades más tempranas suelen ser enormes y con el tiempo se van achicando.

Nora tenía a su mejor amigo Hae Sung en su Corea natal pero cuando su familia emigra a Toronto pierde todo contacto con aquel muchacho que siempre parecía querer decir más de lo que efectivamente dice. De adultos, con Nora viviendo ahora en Nueva York, se buscan, con la facilidad que hoy proveen las redes sociales, y entablan una relación a distancia, donde conversan y se acompañan en la cotidianeidad a través de una pantalla.

Tras algunas idas y vueltas, el tiempo los vuelve a encontrar, ahora ella casada con un escritor judío norteamericano. Es a estos tres personajes a quienes vemos en una extraña escena al principio de la película, antes del contexto, antes de entender cómo llegaron ahí, de saber qué relación tienen el uno con el otro.

A lo largo de estos pocos momentos de una vida, Celine Song pone a su protagonista a observar sus pasos dados y su futuro con diferentes ojos. El reencuentro amoroso es una excusa para enfrentarse a una misma: a las decisiones que tomamos, los lugares donde elegimos quedarnos, la persona en la que nos convertimos.

Es así que con poco la película expresa mucho y deja flotando reflexiones e inquietudes. La sensibilidad está a flor de piel pero las acciones contenidas, como ese llanto que en algún momento necesita explotar en los brazos de la persona adecuada.

Con una sencillez sorprendente, Song delinea su película de modo sutil a través de diferentes etapas que definen las diferentes personas que una va dejando en el camino. Porque como la película misma, se madura de a poco, se va cambiando de piel y nos vamos transformando en base a las decisiones tomadas. Y no hay nada más aterrador que los «¿qué hubiera pasado si…?», vislumbrar senderos que no se tomaron e imaginar esos resultados: si hubiese salido bien o si los errores hubiesen sido catastróficos, si fuimos nosotras quienes elegimos un camino o si le echamos la culpa al destino para desligarnos de responsabilidades.

Todo es medido y cuidado. La fotografía acompaña siempre a sus personajes con el ojo adecuado, con algo de distancia cuando se ven pequeños en una ciudad grande, o solos en el plano cuando el exterior parece no existir. Las interpretaciones del trío protagónico (Greta Lee, Yoo Tae-o, John Magaro) son todas excelentes, cada uno capaz de delinear a su propio personaje de manera precisa en pocos gestos.

Una de esas películas que se quedan con una al salir de la sala y siguen creciendo a medida que pasan los días. Que incluso conmueven con recordar algún momento en particular. A la larga, como le pasa a su protagonista, nos enfrenta con quiénes somos, nos hace preguntar quiénes fuimos y nos invita a pensar en quiénes queremos ser. Exquisita.

About The Author

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *