«Materialists» (Amores Materialistas): ¿Cuánto vale el amor?

Después de su notable ópera prima Past Lives (Vidas pasadas), Celine Song regresa con otra historia de amor, esta vez menos melancólica y más enfocada en ser una radiografía de las relaciones de hoy y el modo en que el materialismo, en épocas donde hablar de dinero ya no se considera de mala educación, suele ser un elemento clave en la elección de la persona con la cual queremos pasar el resto de nuestras vidas.

Quien se acerque hacia Materialists esperando una comedia romántica tradicional probablemente salga decepcionado. Pero si se queda e indaga quizás las entienda mejor desde un lugar introspectivo, filosófico o trascendental incluso, al salirse de esos moldes que generaban confort en el espectador. Porque a quién no le gusta creer que el amor todo lo puede y que si dos personas se aman no tienen otro destino posible que el de estar juntos hasta que la muerte los separe. Y sin embargo, ¿cuánto de eso conocemos en la vida real?

Lucy (una acertadísima Dakota Johnson) es una match maker, una casamentera, una especie de Tinder humana que se encarga de emparentar a personas según sus características. Como si se tratara de una ecuación, suma las físicas, las económicas, las ideológicas, y le va bastante bien. En la agencia donde trabaja se destaca por haber conseguido ya ni más ni menos que nueve casamientos. Mientras las apps de citas ya no se usan para buscar amor, sino relaciones a veces efímeras y descartables, la agencia tampoco funciona de un modo tan meramente sentimental: se trata en su mayor parte de personas de buen pasar que tienen miedo a estar solas o que necesitan mantener un status que consideran se basa en la idea algo anticuada de matrimonio y familia. ¿Qué es el matrimonio? Un acuerdo de negocios, define Lucy de manera directa.

Más allá de destacarse por ese trabajo, Lucy está soltera y no le preocupa en absoluto esa falta de compañía. Lleva una vida económica pasable, alejada de los lujos a los que sus clientes están habituados, pero estable y que le permite tener su propio departamento en una de las ciudades más caras pero también donde todo parece posible: Nueva York. [A lo mejor en el fondo le gustaría ser un poco más como su clienta Sophie (Zoe Winters), a quien más allá de que le cueste mucho encontrarle una pareja que le funcione la admira en su inteligencia, perseverancia y ese no resignarse, seguir siempre buscando el amor, aunque eso la lleve en cierto momento más dramático a una situación peligrosa que hará a la propia Lucy cuestionar su manera de ver a los clientes bajo una fórmula y recapacitar sobre lo que conlleva exponerse constantemente en un mundo donde ninguna mujer nunca va a estar a salvo de la violencia machista.]

Es en la boda de esa novena pareja exitosa conformada por esta celestina que Lucy conoce a un llamado “unicornio”: el hombre exitoso, atractivo, alto y disponible que cualquier mujer desearía pero que es tan difícil de encontrar, casualmente el hermano del novio. Y este hombre, Harry, interpretado por el encantador Pedro Pascal, posa los ojos en ella. También en esa misma fiesta su pasado la sorprende con la presencia de alguien que remueve recuerdos y sentimientos: una expareja, un tipo que hace changas como catering en casamientos mientras en realidad aspira a ser un actor, aunque el tiempo pasa y solo consigue bolos en obras del off Broadway. Chris Evans como John es el tercer vértice de este triángulo que enfrenta a Lucy con decisiones tomadas, deseos y promesas de futuro.

En la prehistoria, un gesto, una flor, eran suficientes para validar sentimientos aun así no estaban exceptuados de intercambios materiales. En el actual mundo capitalista parece que la cosa se intensificó y se necesitan cenas en restaurantes lujosos, regalos caros, invitaciones de viaje a lugares exóticos y pasar la noche en un elegante penthouse. ¿Dónde se sitúan entonces quienes no aspiran a eso porque prefieren seguir siempre su corazón, sus deseos internos? ¿Qué tan alto es el precio de esos deseos para alguien vulnerable como John, que vive en un cuarto alquilado con varios roommates tan fracasados como él, un auto viejo que en cualquier momento lo va a dejar parado, sin más perspectiva por delante que el día a día?

Harry y John no son competencia. Y lo saben, por eso nunca hay una lucha por estar con la protagonista. Por eso la película se aleja de las típicas comedias románticas en que se llevan adelante travesías o donde el destino hace su magia para que aquello que una no se atreve a hacer o decir de repente no tenga otra opción, de la fantasía de dejarlo todo por amor sin pensar en las consecuencias. Acá todo se siente más calculado, en cierto modo cercano y realista (si obviamos el hecho de que no a cualquiera le cae un pretendiente como Harry y estamos más acostumbrados a enamorarnos –a dejarnos caer, como la expresión en inglés: to fall in love– con gente como John): Lucy experimenta un poco por ahí, recuerda otro poco por allá, se reencuentra con quien supo ser y se plantea qué quiere ser y con quién quiere estar. Es ella quien examina y luego toma las decisiones; ellos no intentan persuadirla, solo le ofrecen lo que cada uno tiene. No se trata entonces del triángulo amoroso, sino del viaje interno de esta mujer y la crisis que atraviesa.

Materialists, escrita y dirigida de manera elegante por Celine Song, está conformada en su mayor parte por pequeñas escenas donde sus protagonistas conversan sobre sus modos de ver las cosas. Aunque peque por momentos de ser algo expositiva y subrayada, también es capaz de dejar que sus personajes se expresen con un gesto o una mirada, como si entre ellos se entendieran más de lo que a veces podremos entendernos a nosotros mismos. Hay algo del teatro también, terreno del cual viene la directora, que hasta se permite hacerse un guiño en relación a esto con el póster de una obra que lleva su nombre y que escribió ella en la vida real, además de haber trabajado de lo mismo que Lucy por un tiempo más breve.

En más de un modo, Past lives y Materialists se complementan. Ambas protagonistas han sido las ejecutoras de elecciones que moldearon sus vidas, cargadas de sentimientos reales pero con los pies en la tierra como para saber quién es realmente esa persona que quieren tener a su lado por el resto de sus vidas, más allá de que se convierta efectivamente en resto de su vida porque eso no entra en juego en el presente. Tomamos decisiones creyendo que son definitivas, que después lo sean o no es otro tema, otra película. Materialists nos invita, después de hacernos reflexionar sobre el tema, a dejarnos sucumbir por el amor para no quedarnos luego atrapados en la aterradora idea del “qué hubiera pasado si…?”

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