«Juego de brujas»: Los demonios de una adolescente

Dentro del cine de género nacional, un campo que de a poco va perdiendo su lugar de nicho y consigue expandirse, queda todavía mucho terreno por explorar. El de la brujería, es uno de ellos (un ejemplo reciente es Bruja, de Marcelo Páez Cubells y con Erica Rivas que intentó hacerlo desde un acercamiento un poco más realista y con impronta social). El de los juegos virtuales podría ser otro. Fabián Forte, un director con la suficiente experiencia en el terror local, se vuelca a combinarlos con una historia protagonizada por una adolescente, que con un enfoque un poco más sobrio podría parecer salido de un cuento de Mariana Enríquez.
Todos convivimos con demonios propios. Y en esa edad revolucionaria y caótica que lo intensifica todo como lo es la adolescencia, Mara es una muchacha que parece enojada con el mundo. Con su hermana menor, a la que quiere pero no soporta; con sus padres, que intentan darle todo pero también criarla a base de lo que creen que es lo mejor para ella; con su novio, a quien le dice que quiere una relación libre hasta que se entera de que estuvo con otra y no es una persona cualquiera. Mara intenta contener esa furia y descontento con el mundo encerrándose, en su casa, en su cuarto, en sí misma.
Una tarde recibe un regalo anónimo. Un juego virtual sobre una hechicera que le enseña a combatir demonios. Pero la noche de su cumpleaños número 18, las dimensiones parecen mezclarse y su hermana menor es capturada por algo en la oscuridad y ella trasladada a un lugar como su casa pero distinto, con un trío de excéntricos y poderosos personajes que tendrán el objetivo de guiarla.
La trama y su desarrollo tiene mucho de videojuego. Hay toda una idea de un entrenamiento por seguir para preparar a Mara para la lucha final, una lucha que nadie puede librar por ella. Forte crea una especie de mitología propia con aspectos algo trillados de historias de este tipo. Porque Mara tiene que aprender las reglas de un mundo nuevo y al mismo tiempo no olvidarse de ella misma, a la larga su confianza, su fe en sí misma es su arma más poderosa.

La producción es notable: escenario, vestuario y maquillaje se convierten en elementos indispensables para una historia de este estilo. Los efectos especiales son modestos pero funcionan. La interpretación de su protagonista (Lourdes Mansilla) como esta adolescente que se parece a muchas, que se rebela como respuesta por todo lo intenso y doloroso que puede ser crecer, es la que mejor destaca; si bien el resto del elenco se presta al juego con confianza, alguno (Ezequiel Rodríguez) queda deslucido bajo una caracterización algo caricaturesca a la que le suma un acento no menos sutil a sus diálogos impostados.
Con respecto al guion, más allá de los elementos cliché y predecibles, éste consigue plantear de manera efectiva el conflicto, sus personajes y un mundo de magia y ocultismo abierto a un montón de posibilidades. En el medio se pierde de manera algo aparatosa y desorganizada (gran parte del entrenamiento parece más bien caprichosa) y por lo tanto cae en un tercer acto apresurado pero que se arriesga a tomar un sendero oscuro que sorprende en esta historia juvenil de fantasía.
Más ambiciosa pero menos sólida que su antecesora Legiones, Juego de Brujas no deja de ser una propuesta distinta y entretenida incluso dentro del género. Un tipo de cine que continúa en crecimiento pero todavía se presentan como rarezas dentro de la cartelera.
