«Hace mucho que no duermo»: En la ciudad de la furia

Esta ciudad no tiene remedio. Para qué morir por gente que no quiere defenderse.
Invasión – Hugo Santiago

Escrita y dirigida por Agustin Godoy, Hace mucho que no duermo es una comedia con tintes de thriller y de romance que recorre la ciudad de Buenos Aires junto a una mochila que pasa de mano en mano.

Una ciudad donde todo sucede rápido, de manera caótica. Las personas se cruzan, entrecruzan, se pierden. Las paredes gritan frases u homenajean a sus ídolos. Y sus habitantes se acostumbran a esa vorágine.

Agustín Gagliardi interpreta a un joven oficinista. No duerme pero tampoco vive, para él, como para el narrador de Fight Club, con el insomnio todo es como una copia de una copia. Los «buen día» se repiten de manera automática al llegar a la oficina y todo parece que va a seguir siendo igual hasta que una mochila que tras pasar meticulosamente de mano en mano cae por sorpresa en las suyas. Una mochila cerrada con candado y cuyo contenido nunca conoceremos, deja de importar.

En ese laberinto que es una ciudad interminable, las cartas de tarot de una joven la conducen hacia él y dos extraños se conocen, se unen por una causa (recuperar la mochila cada vez que esta sea arrebatada, una mochila mareada de tanto ir y venir) y se enamoran mientras se hablan en verso. Al mismo tiempo, dos otros bandos se disputan por el preciado botín.

Con una producción destacable y un cuidado en la construcción de planos que muchas veces ayudan a construir el humor desde lo visual, se trata de una ópera prima refrescante dentro del cine argentino. Una película que apuesta al juego, a lo lúdico, que se divierte aun cuando se enreda en sus propias ideas.

La ciudad de Buenos Aires, una especie de Aquilea (la ciudad ficticia en Invasión, la película de Hugo Santiago que escribieron Borges y Bioy) a la que homenajea de manera textual, se convierte en el escenario ideal para esta historia. Todo lo que la ciudad y sus calles abarcan, la gama de arquitecturas, los diferentes medios de transporte y un ritmo que nunca se detiene se convierten en el principal personaje.

Y después allí, el otro corazón de la película: el amor. A la larga esa mochila que se persigue con una obsesión inentendible no es más que una excusa para moverse, para no detenerse. Porque las cosas pasan así, en ese movimiento, no cuando nos quedamos quietos.

Entre el absurdo, el slapstick, los cambios de registros y una estructura en forma de loop, Hace mucho que no duermo se presenta como una extrañeza, una película con mucho humor, por momentos algo calculada y redundante, pero sin dudas original. Es cierto que después de un inicio que siembra intriga e interés, el último tramo agota gran parte de sus recursos, como si en una versión condensada se hubiese aprovechado mejor. No deja de ser una linda carta de presentación y más que prometedora.

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