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“El escarabajo de oro”: La aventura de documentar

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En un planteo actual en el que el documental ha ganado mucha pantalla y exposición dentro de los estrenos semanales, la aparición de un espécimen tan particular como El escarabajo de Oro es motivo de amplio festejo. Documental ficcionalizado, ficción documentada, prevalezca cualquiera de los dos polos, lo que se nos presenta aquí es algo que no se encuentra fácilmente.

«El Escarabajo de Oro» se filmó dentro del proyecto DOX: LAB del Festival de Copenhagen que financiaba la realización de un documental co-dirigido por directores “de mundos opuestos”, de puntos geográficos, y realidades, dispares; de esa unión no podía salir otra cosa que algo peculiar. Un equipo de filmación se dirige hacia Misiones con la excusa de filmar un documental sobre el lugar.

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Pero en realidad, su deseo es otro, hallar un tesoro oculto en las Ruinas Jesuíticas. Su argumento es simple, en definitiva se trata de un pseudo documental, pero da pie a un sinfín de situaciones. Los directores Alejo Moguillansky y Fia-Stina Sandlund filmaron de modo que estuviesen rodando el mejor film de aventuras, y así «El escarabajo…» se convierte en un film intrépido, vigorozo, lleno de peligros, y también de cierta rutina propia de un viaje y de un detrás de escena.

Los personajes debaten sobre varias cuestiones, hablan de cine, de las dificultades de financiación, de la necesidad y complejidad de los concursos para financiación externa, hablan de mujeres, de historia, y hasta de política. El puntapié inicial será el relato homónimo de Edgar Allan Poe, y posee mucho de él, mantiene cierta intriga y hasta un clima sombrío cuando lo necesita.

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También es un diario de viaje, y ahí entran en acción otras dos fuentes, los relatos de Leandro N. Alén y la escritora Victoria Denictsson. Otro punto a favor es su cuota de humor, los personajes tienen algo de disparatados y el ambiente y el hecho los potencia, todos quieren hacerse con el tesoro y ahí las fraternidades se terminan; el que pueda sacar ventaja no lo dudará, pero todo en un tono de comedia leve propio de los films de aventuras que utilizaban estos personajes para relajar.

Si «El escarabajo…» no alcanza la perfección es porque en esa rutina y en ese plan humorístico, en determinado momento pierde el eje, se dispersa, se estanca, para luego retomar con todas las fuerzas. Moguillansky y Sandlund lograron un film atípico, entretenidísimo, una de esas gemas que rara vez se encuentran y que no conviene dejar pasar. Aventureros ávidos de buen cine ¡a por él!

Anexo de Crítica por Verónica Quírico

Finalmente se estrena en circuito reducido (Museo Malba y los domingos en BAMA Cine, el largometraje ganador de la competencia argentina de BAFICI 16, «El escarabajo de oro” de Alejo Moguillansky y Fia-Stina Sandlund.

Ya les había contado que siento una gran empatía con el actor protagónico, un Rafael Spregelburd (“El crítico”, imperdiible), personaje a quien lo locuaz le queda perfecto y es apropiado para caracterizar sin escollos la intención de satirizar el mundo del cine desde un costado ingenioso.

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Un detrás de escena que en realidad es el desarrollo de la cinta. Comienza con la idea de que están por filmar una película de corte independiente y esto, se entremezclará con una búsqueda del tesoro que depara más de una sorpresa.

En sí, la película que intentan rodar los protagonistas tratará de la muerte de la famosa escritora Victoria Benedicts. Famosa por haber inspirado al escritor reconocido mundialmente, Edgar Allan Poe en su tiempo.

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“El Escarabajo de Oro” es una propuesta en el que abundan diálogos, riquísimos, profusos, inteligentes y con un dejo simpático que luce hasta sofisticado. Su producción, tanto como su puesta en escena es una reflexión en sí misma sobre temas multicausales en los elementos que condicionan las filmaciones de las películas en la Argentina.

Simple pero con una dináamica que invita a cualquier espectador a disfrutar de este documental ficcionalizado. Mucho paño para cortar, 100 minutos estimulantes de un rodaje que arranca en lo mas alto, y que si bien le es difícil sostener este ritmo de manera pareja durante todo el film, será sin dudas una experiencia bien vivida por el espectador curioso que quiera degustar este plato tan personal.

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