
“Barroco”: Entre líneas
¿La forma o el contenido? Gran diatriba en el mundo del cine. El qué y el cómo, contenido y estética. Si se conjugan ambas en un alto nivel estaremos frente a una obra suprema; no siempre se consigue. Barroco es la ópera prima de Estanislao Buisel Quintana, y es un claro ejemplo de lo que podría denominarse “film festivalero” (ámbito en el que ya posee un interesante recorrido).
No es sencillo describir el universo de este film visto a través de los ojos de Julio (Julian Larquier, de interesante labor en la miniserie Bien de familia), un joven que mantiene una doble vida amorosa, de novio con una concertista de flauta, Laura y con una amante poco secreta. A la vez que comienza a formalizar, también comienza un nuevo trabajo en una librería, y ahí se disparan nuevos proyectos en su vida; conoce nueva gente, quiere realizar una fotonovela, y planea un robo; todo tamizado por un mundo en el que lo literario absorbe.
Pero Barroco es más que su historia, casi una anécdota de la vida de Julio, es un film de estructuras cerradas, de esquemas planteados. Es comedia, hay toques de intriga, y hasta de un extraño erotismo por llamarlo de algún modo. Todo transcurre en una impronta en el que lo visual se antepone sobre el resto. Planteada como un esquema de imágenes, como la fotonovela que el protagonista quiere llevar a cabo, la rigidez es absoluta. No hay movimiento, carece de fluidez en la cámara, como si estuviese más cerca de lo pictórico.
«Barroco» encontrará en el humor su punto de fuga, toda la rigidez que presenta en esquematismo correcto, se relaja cuando las escenas más graciosas y distendidas digan presentes. No se puede negar lo subyugante de la propuesta, su ambición estética; aunque en ciertos tramos la misma agobia. Presentada como un diario de Buenos Aires, Barroco es una clásica historia de seres porteños que se destaca del resto por el modo en que se presenta.
Esa fotonovela que Julio y su amigo Lucas quieren crear, y por la cual sacan fotos constantemente, presenta una ciudad apocalíptica, y algo de eso hay en el film mismo, armado a partir de retazos o viñetas estrictamente divididas. Se podría trazar cierto paralelismo con la reciente Dos Disparos de Martín Rejtman, quizás en su estilo de unión y de cierta ramificación, además de contar ambas con una lograda interpretación de Walter Jakob que aquí también oficia como co-guionista junto al director.
En todo caso, Barroco luce mucho más perfeccionista y lograda que el film citado. Barroco no es una obra perfecta, en ese juego del qué y el cómo, el qué está claramente disminuido, se siente rutinario y encorsetado por el cómo que lo es todo y se devora todo a su paso. Así y todo es un film curioso, simpático, que logar dentro de la rigidez los puntos de escapes necesarios para entregar una ópera prima convincente que deja sabor a más, el primer paso ya está dado.