#BAFICI21 (III): y llegó la #familia! (Comp. Nac)

Apostando una vez más a borrar todos los límites entre ficción y documental y poniendo el ojo en las reuniones familiares, Edgardo Castro en su segunda película –después de “La Noche” vista en BAFICI 2016- pone la cámara a disposición de los sucesos que anteceden a una Navidad en familia.

Si bien la mayor parte de la película transcurre en la casa familiar, en las primeras escenas el protagonista viaja a Comodoro Rivadavia para pasar, casi como un ritual, las fiestas con su núcleo familiar.

El clima que se plantea desde las primeras escenas es fuertemente observacional, con un timing cansino y con pocos diálogos o, en algunos casos, con diálogos que no aportan demasiado a la trama sino que ayudan a describir la cotidianeidad de la familia –la escena donde la madre lo va poniendo al tanto del argumento de la novela es una de las pocas que pueden disfrutarse-.

Castro parece plantear una vez más que el conflicto por el que atraviesan los personajes es, en apariencia, carecer de conflictos, en el sentido más tradicional de la palabra.

Un cine que necesita de un espectador más entrenado, que no busque una narración convencional sino que pueda rearmar una historia con un simple fresco de la vida familiar cotidiana que se presenta fragmentariamente y en imágenes en apariencia algo inconexas, invitando al espectador a rearmar y rever los vínculos en un contexto de encierro entre estas cuatro paredes del hogar familiar que forma, sutilmente, parte integrante del relato.

Más allá de un aire experimental y de búsqueda estética, en “FAMILIA”, Edgardo Castro ahonda y profundiza demasiado poco sobre un tema que ya grandes directores han diseccionado en más de una oportunidad y que se lo ha abordado desde diferentes ángulos. Los vínculos familiares, pero por sobre todo el complejo entramado familiar, ya han sido revisitados por el cine en infinidad de oportunidades y no hay nada nuevo que aparezca como particular en este relato que pueda llamar la atención o resultar innovador.

Quizás, en la propia búsqueda de construirse como un autor y contar con un estilo propio, Castro vuelve a retacear información –incluso el rol de su hermana Magda puede confundirse con una cuidadora de su padre- acerca de sus personajes generando una especie de enigma que luego no tiene ninguna resolución justificada, ni apunta específicamente a crear una tensión dramática que justifique el recorrido.

Con un estilo singular “FAMILIA” se eterniza en sus 97 minutos sometiéndonos a una observación pormenorizada de un grupo familiar que no tiene demasiado para contar más que lo que podría aportar cualquier otra familia argentina, con una cámara dispuesta a rodar dentro del hogar, durante unos quince días.

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