«Una jirafa en el balcón»: Deudas con el pasado
Diego Yaker dirige esta película que le cede el primer protagónico de su carrera a Andrea Frigerio y además se introduce en senderos poco transitados de una época sobe la cual no se puede dejar de pensar y recordar.
Lidia es una mujer argentina, exiliada, a punto de jubilarse, que vende algunas empanadas caseras y que tiene a su hija a pocas semanas de dar a luz. Su vida parece tranquila, cómoda, hasta que le llega una citación del Ministerio de Justicia argentino para declarar en el juicio por el secuestro y posterior desaparición de Oscar Medina, su novio y compañero de entonces, padre de su hija. Al principio Lidia se niega, pero cuando su hija Valeria se entera, le exige que vuelva para poder llenar esos vacíos de su identidad que todavía la atormentan.
Es así que Lidia emprende un viaje que supone que será de pocos días a la Buenos Aires que hacía décadas no visitaba. Con la Justicia declara como corresponde y también le ofrecen reabrir su propio expediente, algo que duda si hacer o no. Todo esto más el reencuentro con viejos amigos que se quedaron pero sobrevivieron secuestros y torturas la lleva a bucear y encontrar ella también nuevos conocimientos de su pasado. En ella se despierta algo más oscuro. Lidia viaja entonces a La Rioja mientras siente que necesita vengarse, esperando así quizás sanar las heridas del pasado que aún la atormentan.
Andrea Frigerio tiene la difícil tarea de cargarse toda la película de la mano de un personaje complejo, una mujer, militante de una agrupación guerrillera de izquierdas, que luchaba contra la dictadura. Yaker estructura su película con algunos flashbacks que se introducen en el presente y que ahondan en la historia personal de Lidia y su pareja de entonces. Su trabajo es sorprendente, algo totalmente distinto a lo que venía haciendo en los secundarios que tuvo en el cine hasta la fecha.
Más allá de la trama con contenido político, la película se sucede de manera algo telenovelezca gran parte de su duración. Tampoco ayuda un montaje y una edición de sonidos a veces desprolija, detalles técnicos que una producción de esta magnitud no debería dejar pasar. Es así que funciona mejor en sus escenas más largas y menos «dramáticas» (donde en realidad el drama sucede, pero no sobre la mesa) que aquellas que apelan a giros o revelaciones sorpresivas. Sin embargo, Yaker parece apostar al género, le interesa la acción, la intriga, algo cercano al policial incluso, pero no destaca en ninguno de estos acercamientos. Incluso es explícita la influencia de El secreto de sus ojos, película a la que se permite citar de manera directa y la incluye en la historia de la manera más obvia.
Fini Bocchino, hija de Frigerio en la vida real, interpreta a la versión joven de su personaje, la que además de vivir durante oscuros tiempos políticos también vive su propia tormenta emocional.
A pesar de un guion al que le falta pulir detalles y líneas de diálogos a veces demasiado subrayados, una producción correcta elevaría Una jirafa en el balcón. Porque lo cierto es que desde su punto de vista resulta ambiciosa y original y siempre es rico encontrar nuevas maneras de narrar. Pero aquí el resultado es flojo, lo que no impide que Frigerio pueda lucirse en su comprometido rol, dotando de profundidad y capas su personaje, alejada del glamour y sex appeal que suele caracterizarla.