
«Thunderbolts*»: Personajes rotos en busca de redención

Esta nueva entrega de Marvel marca el fin de la fase 5 y, como ya sabemos especialmente con lo que concierne a estas películas, todo fin abre paso a un nuevo comienzo. En Thunderbolts* asistimos a un mundo tras la partida de los Avengers, con despojos de lo que quedó. Dirigida por Jake Schreier (Un amigo para Frank, Ciudades de papel), intenta brindar un poco de aire fresco a la ya gastada franquicia.
Mientras Bucky Barnes (Sebastian Stan), también conocido como el Soldado de Invierno, intenta rehacerse como congresista, Yelena Belova (Florence Pugh) lidia como puede con la tristeza tras haber perdido a su hermana Natasha y se embarca en misiones peligrosas comandadas por Valentina Allegra de Fontaine (Julia Louis-Dreyfus), política en la mira a causa de sus trabajos previos cuya evidencia intenta borrar. En una de esas misiones, se ve atrapada en una trampa junto a un grupo de otros secundarios y antihéroes: John Walker (Wyatt Russell), Ghost (Hannah John-Kamen), Taskmaster (Olga Kurylenko) y el misterioso Bob (Lewis Pullman), que no recuerda cómo llegó ahí y de quien nadie sabe nada. Forzados a unirse para sobrevivir, pronto se les suma también Alexei Shostakov, el Guardián Rojo (David Harbour) y padre de Yelena. Una banda de inadaptados que deberán aprender a trabajar en grupo si quieren sobrevivir.
Comparada con buenas razones con Suicide Squad, comparte parte de la premisa pero acá al menos tenemos a un grupo de personajes que fuimos conociendo en diferentes entregas, en especial en Black Widow, y se les brinda la oportunidad de desarrollarse mejor, con resultados desparejos pero una gran química entre ellos. Thunderbolts* aprovecha en especial el carisma y talento de Florence Pugh, quien le aporta mucha dimensión a su personaje con una construcción psicológica que la trama terminará de expandir. Porque, sin querer adelantar demasiado, el conflicto principal acá será interno. Y tanto Yelena como Bob/Sentry tienen maneras diferentes de enfrentarlo, cada uno lidia como puede con sus cicatrices emocionales, como les sale, en especial en esa soledad en la que ambos se encuentran sumidos. Sorprende que más allá de esa ligereza y humor que Marvel siempre le impregnó a sus historias, en algún momento se torna bastante oscura al adentrarnos, de manera literal, en las mentes de estos personajes.

En cuanto a lo técnico, se trata de una película dirigida de manera efectiva, donde al menos no hay tantos cortes abruptos, cuenta con buenas coreografías en las pocas escenas de peleas y los escenarios y el arte lucen menos artificial. Incluso Pugh se ha empecinado en realizar sus propios stunts y luce sus habilidades en esa escena que abre la película. El guion de Eric Pearson y Joanna Calo consigue imprimir interés por cada uno de sus personajes y llevar la historia hacia ese final predecible, al igual que la segunda de las escenas postcréditos (ya aprendimos que siempre hay que quedarse hasta el final) y lo que ella anticipa que está por venir. El asterisco en el título de la película además tiene su razón de ser.
Los peores enemigos son internos, esas voces que nos dicen que nunca seremos suficiente y que quizás ya no valga la pena intentar cambiar eso cuando todo lo que vemos a nuestro alrededor es oscuridad. Pero en el momento más inesperado puede aparecer esa mano que te agarre, te entienda y te acompañe a salir. Thunderbolts* nos hace transitar por todo ese cúmulo de emociones de la mano de estos personajes carismáticos que queremos que triunfen. Porque se sienten cercanos y sentimos que si ellos pueden, nosotros también.
Más allá de un tercer acto poco inspirado y algunos vicios ya propios de estas películas, se trata de una entrega disfrutable, con sus momentos emocionantes y el humor que no falla. Pero sobre todo es una película con mucho corazón, con personajes que lidian con los mismos conflictos que nosotros. Que necesitan salvarse a ellos mismos antes de poder embarcarse en la difícil misión de salvar el mundo. Y brilla una vez más Florence Pugh.