«The Crow» (El Cuervo): venganza sin redención

Hace ya años que la industria viene desarrollando un reboot o «renacimiento» del clásico de culto de 1994 protagonizado por el increíble y malogrado, Brandon Lee. Hay que reconocer que competir contra una película tan intensa y estelarizada por el hijo de Bruce Lee no era tarea fácil. Lo curioso es que hubo muchos años de preproducción… pero se ve que primó una construcción de historia unidimensional, con foco en lo visual, lo cual no ayudó a profundizar el impacto de este regreso.

Aquí, el ascendente Bill Skarsgård es Eric Draven, una pibe con problemas, que viene de una infancia complicada, cubierto de tatuajes (incluido uno que es solo un poema triste en su espalda) y cuando lo presenta la historia, está en una de las instalaciones de rehabilitación más brutales conocidas. Ergo, su ánimo claramente no mejora. Pero lo bueno (o no, ya no estoy seguro) es que conoce a Shelly (FKA Twigs, bella y frágil), quien también está en rehabilitación y también está depresiva y sin rumbo…

Son dos almas en pena buscando refugio en un mundo feo. La pareja viene de escenarios ásperos y dolorosos, por lo cual, su amor se transforma en una salida lógica para la tristeza que los invade. Pero algún tiempo después, los tipos malos de un magnate local llamado Roeg (Danny Huston, trabjando a reglamento) vienen por Shelly por razones complicadas que no vale la pena explicar aquí, y ejecutan de una manera bestial a lo joven y a su novio, cosa que ya suponíamos porque todos en la sala hemos visto la versión original…

Eric termina atrapado en una extraña especie de purgatorio, donde tiene la opción de ser guiado de regreso al mundo de los vivos por el espíritu de «El Cuervo», para corregir aquello que estuvo mal y reestablecer, en cierta retorcida manera, la justicia que los lastimó y privó de vivir su amor en paz.

Como es esperable, la atmósfera de la película es oscura y opresiva, con una fotografía cuidada que recrea los ambientes góticos y urbanos de la ciudad. La dirección a cargo de Rupert Sanders («Ghost in the shell», «Snow white and the huntsman») está centrada en recrear muchos de los conceptos centrales del comic y no despegarse demasiado del encuadre visual de la obra original de 1994. Arriesga poco, para mi gusto.

Dentro del despliegue escenográfico, las coreografías lucen correctas, con un CGI a veces discutible, pero dentro de los estándares de la actualidad. Lo más preocupante es que esta remake de «The Crow», no aporta ideas nuevas, no sacude el tablero con actuaciones descollantes (aunque Skarsgård salva la ropa) y no dinamita el camino anterior para volver a crear uno nuevo.

Hay en Sanders y sus guionistas un respeto hacia la primera versión, que impide un despliegue de ideas más osadas y jugadas, que enriquecerían la historia y le darían un enfoque distinto. Esta «The Crow» arranca algo distinta a su antecesora (el personaje principal era un rock star y su venganza no sólo estaba relacionada con su objeto de amor sino que venía de un grupo y un contexto al que desea regresar), pero el cambio parece ínfimo cuando vemos como se sigue desarrollando la trama.

La idea original del comic de James O’Barr era originada por el dolor de una pérdida injusta que impulsa un deseo enfermo y violento de venganza. Aparece, pero sin fibra. Hay amor, pero no el suficiente para hacer que colisionen los mundos. Aquí, es sólo una peli de revancha. De búsqueda vacía. De resistencia a lo natural…

Hollywood siempre se recicla pero últimamente no está atento a romper los límites de sus remakes. Pocas lucen originales y hay una tendencia a reemplazar instinto y talento por efectos especiales. Debemos recordar que eso es riesgoso en términos de inversión. Quizás haya que hacer mejores scouting entre los guionistas y bucear entre directores con visiones más disruptivas.

Aunque nada garantice nada. Por lo menos, habrá tranquilidad en el resultado obtenido. De esta manera, se desperdician valiosas oportunidades de «reboots». Como en «The Crow», por supuesto. 

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