«Neka ostane medju nama» (Todo queda en familia): pequeñas escenas de la vida conyugal

Rajko Grlic es un veterano director nacido en la vieja Yugoslavia, allá por 1947. Traigo su edad a referencia, porque es interesante la visión que tiene de la familia burguesa del Este, en los tiempos que corren. No todos los nacidos en generaciones anteriores tienen la plasticidad para abordar la compleja trama que se da en las parejas en crisis en la postmodernidad. Todo ha cambiado. Los paradigmas de la responsabilidad, la fidelidad, el placer y la paternidad, son otros. No son (que quede claro), ni buenos, ni malos, simplemente son distintos y en esa vuelta, la mirada de Grlic es bastante fresca, porque aporta algunos elementos interesantes que hay que reconocerle.

«Todo queda en familia» es una película coral (en cierta manera), donde conoceremos la historia de dos hermanos, Nikola (Miki Manojlovic) y Braco (Bojan Navojec) y sus respectivas esposa y ex, Anamarija (Daria Lorenci) y Marta (Ksenija Marinkovic). Todo comienza en el funeral de su padre, cuando ellos se juntan a charlar y decidir el destino de algunas cosas… Se llevan bien (comparten el uso del atelier, a veces -su progenitor era pintor), pero son hombres cuya libido es a tener en cuenta. Y mucho filtro no tienen para vincularse, la verdad. Ambos tienen amantes y a la vez, sostienen (o intentan) los lazos que los unen con sus primeras mujeres, quienes atraviesan también, circunstancias particulares (una la adicción a los jovencitos, la otra, el deseo de ser madre a cualquier precio).

Nikola es el hombre a seguir. La tiene bastante complicada ya que debe lidiar, por un lado, con su esposa, quien demanda su presencia para concebir un hijo a través de un vitro, y por el otro, con su amante, en otra localidad, con quien vive recluído y le implora, poder salir al almacén juntos (cosa que él niega para no ser descubierto en su doble vida), llamada de atención que define el escenario… Braco es más simple, pero…es profesor universitario, se acuesta con sus alumnas y no termina de definir su situación con su ex (Anamarija): la quiere, la busca, pero se lleva realmente mal con ella, y también, con su hija adolescente.

Algo sucede al principio de la película muy importante, que no vamos a revelar, pero que es de peso en la trama y en la resolución de la historia, así que no dejen de prestar atención a todos los detalles. Estos dos hermanos tendrán un recorrido de casanovas, saltando de cama en cama y tratando de pactar soluciones paliativas con cada mujer que se vinculan, de manera pintoresca y colorida. Hay una mirada muy ácida hacia las relaciones familiares y los roles paternos al que hay que prestar atención. Grlic explora (a veces con aciertos, otras no) los deseos y las motivaciones de sus personajes y los muestra queribles y cercanos.

Esa proximidad es la que ayuda al film a sobrellevar algunos momentos poco felices (demasiadas vueltas y contravueltas y quizás, algunos encuentros amorosos prescindibles, me atrevería a decir) sin perder la dirección. Si, debemos reconocer que hay confusión por recargar ciertas subtramas y eso le resta puntos a la evaluación final.

En síntesis, «Todo queda en familia» (festivalera a más no poder), intenta un acercamiento a las familias de estos tiempos, enclavadas en la nueva Europa del Este. Pone el lente en los deseos y no se guarda ninguna idea a la hora de graficarlo. Bien por eso. Tal vez algo más de equilibrio hubiese elevado el nivel general de la propuesta, pero igual, nos gustó.

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