«Los tonos mayores»: Un poco de magia

Tras su paso por la Berlinale, llega a salas del país, y al Cine Arte Cacodelphia en CABA la película escrita y dirigida por Ingrid Pokropek, un film de iniciación que es también una fábula sobre la magia que puede encontrarse en los lugares más corrientes

Ana tiene 14 años y vive junto a su padre Javier. Son las vacaciones de invierno y junto a su amiga Lepa, en esos momentos de juego y complicidad, descubre que la placa de metal que tiene en el brazo a causa de un accidente le transmite algo que en principio traduce como música. Enfrascada en este juego, descubre que se trata de un extraño código morse. Pero a medida que se obsesiona con descubrir de qué se trata y a quién está dirigido, sus amistades se ponen a prueba, la incomunicación con su padre crece, y se convierte más en testigo que en protagonista de la incomodidad que generan los primeros coqueteos y amores. Es decir, la adolescencias, el crecimiento a flor de piel, la revolución de sensaciones que vive una niña durante esa etapa.

Creer en la magia, es algo que Ana y Lepa hacen cuando se introducen en este juego donde además le hacen preguntas a un péndulo en el que confían sin dudar. La canción del latido se convierte en una obsesión para Ana y sin darse cuenta comienza a alejarse de Lepa, porque ella de repente va perdiendo ese interés y se divierte coqueteando con algún chico. Es así que Ana se siente quedar un poco atrás y parte de ese recorrido por la búsqueda de explicaciones lo empieza a transitar a solas, alejándose incluso de su padre, un artista que además vive la también algo turbulenta situación de reencontrarse con quien fue un viejo amor.

El recorrido de Ana la acerca a una de esas amistades repentinas que surgen en los momentos más inesperados y que la guía con el tema de los códigos Morse. Luego la lleva luego por las frías calles de Buenos Aires como si fuese una especie de detective, tratando de buscar pistas en los lugares más cotidianos y corrientes. La película se narra desde las vivencias de su protagonista y es así que no da más respuestas que las que ella misma tiene. Enigmática pero no críptica, Pokropek resuelve sus conflictos desde la sutileza, sin explicaciones y dejando en el aire un necesario halo de misterio.

Qué hacer con el mensaje, se pregunta Ana en algún momento la protagonista, como si en sus manos tuviera respuestas a preguntas que desconoce. Quizás no se trate tanto de lo que dice, de quién lo envía sino de la posibilidad de creer que hay muchas maneras de comunicarnos y que en realidad nunca se está sola.

Se trata de una ópera prima hermosa y con un modo creativo y original de narrar una historia pequeña en su forma pero que abarca esa etapa de confusión y autodescubrimiento. Como es de imaginar, en lo técnico se destaca el uso del sonido, capaz de transmitir esos climas mágicos propios de quien cree que es posible encontrar algo que no se ve. Y eso es lo más importante, no perder esa capacidad de creer, no perder la fe.

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