«Kinds of kindness» (Tipos de gentileza): el amor, las obsesiones y las relaciones de poder
Some of them want to use you
Some of them want to get used by you
Some of them want to abuse you
Some of them want to be abused
Después del éxito de su película anterior, el director griego Yorgos Lanthimos retornó a un estilo de producción (un poco) más pequeño que desde lo narrativo resulta como una especie de compendio de todas sus obras y proyección de las mismas. Tipos de gentileza es un tríptico de historias rodadas en Nueva Orleans y protagonizadas por el mismo grupo de actores en personajes bastante disímiles entre cada episodio. Está escrita por el director junto a Efthymis Filippou, su coguionista en las películas Dogtooth, The Lobster y The Killing of the Sacred Deer, y sin dudas es a éstas a las que se acerca más este nuevo opus, alejándose de las más «accesibles» y populares Pobres Criaturas y La favorita. A lo largo de estas tres historias, Lanthimos apuesta a la provocación, a incomodar. Puede ser desde un humor negro y/o absurdo hasta momentos de crueldad.
El elenco compuesto principalmente por Jesse Plemons y los ya frecuentes Emma Stone (que ganó su segundo premio Oscar con este director, Willem Dafoe y Margaret Qualley, brilla en cada uno de estos tres episodios donde Lanthimos les permite desarrollar diferentes registros y personajes a veces muy distintos entre sí. En el primero se lucen especialmente Plemons y Dafoe en medio de un perverso juego de poderes. En el segundo la historia se torna más extraña aún cuando el personaje de Emma Stone regresa después de haber quedado perdida en altamar y sin poder entender del todo cómo fue que sobrevivió y genera sospechas en su marido; este funciona por momentos como un retrato retorcido sobre el matrimonio. En el último, quizás el menos logrado, Emma Stone interpreta a una mujer que abandona su familia y siente haber encontrado su lugar de pertenencia junto a una especie de secta que a su vez busca a una joven capaz de revivir a los muertos.
Lanthimos apuesta siempre por la extrañeza y es muy ágil a la hora de trasladar eso a las imágenes, esta vez sin apelar a las imágenes grandilocuentes y artificiales de sus últimas películas. Así, algunos planos algo más crípticos se van resignificando a medida que la historia avanza, como un rompecabezas siempre dispuesto a sorprender. No nos deja nada servido y al mismo tiempo echa toda la carne sobre el asador, carne a veces cruda y jugosa y otras a punto de la descomposición. Sobrevuelan las ideas entre el amor y la obsesión, la devoción o la co-dependencia.
Como ya supo demostrarlo, Lanthimos filma sin pudor a sus personajes y en este sentido es muy valioso un reparto que sepa entregarse. Se trata de un director que entiende el talento inmenso de sus actores y por eso les permite empujar límites sin caer en histrionismos ni exageraciones. La dupla con Emma Stone viene siendo la mayor prueba fehaciente de eso.
La banda sonora compuesta por Jerskin Fendrix ayuda a intensificar esas atmósferas inquietantes entre la tragedia y el drama.
Es lógico en toda antología que los relatos no se encuentren todos a la misma altura pero quizás el hecho de que empieza muy bien, con ese primer episodio fascinante que además cierra de la manera más hermosa, y de que se trata de una película de casi tres horas, le juega un poco en contra como unidad. El hilo, un macguffin, es un personaje menos que secundario que le da título a cada episodio donde nos adelantan que muere, vuela y come un sandwich.
El cine de Lanthimos no es apto para espectadores sensibles. No solo porque es capaz de mostrar cuerpos que se desgarran, violaciones, muertes y otras situaciones violentas, sino por el lugar incómodo en el que nos pone. Interpela porque parece apelar a lo más visceral del ser humano, a los límites que a veces no sabemos que somos capaces de cruzar, a esas ansias por entregarse con intensidad a aquello que creemos que amamos y que es capaz de salvarnos de la mediocridad.
Se trata de un Lanthimos genuino, juguetón. Con sus aciertos y sus fallas, pero el Lanthimos auténtico, no aquel que muchos solo identificaron como «el de los grandes angulares». En apariencia, menos forma y menos estilo (quizás se podría decir que ambos están mejor depurados) pero excesivo en su modo de llevar a sus personajes, y por lo tanto a nosotros como espectadores, a situaciones extremas. A la larga se trata de personas rotas que buscan un consuelo, cualquiera, en medio de un mundo cruel.