«Anora»: Un cuento de hadas que se desmorona

Ganadora de Palma de Oro en Cannes y con una temporada de premios que augura mayores reconocimientos, llega a salas la aclamada nueva película de Sean Baker.

Today this could be, the greatest day of our lives
Before it all ends, before we run out of time
Stay close to me

Sean Baker es un director norteamericano que ha forjado una filmografía dentro del cine independiente que se destaca por sus retratos de personajes marginados, trabajadorxs sexuales en su mayoría, en busca de un sueño americano imposible. Pero alrededor de esos personajes siempre construye historias agridulces sobre la amistad (Starlet, Tangerine, The Florida Project) y el amor (Red Rocket, Anora). Si bien esta última película, que viene con una presencia muy fuerte en la temporada de premios y se puede predecir que tendrá unas cuantas nominaciones y algunas estatuillas en los próximos premios Oscars, se vende un poco como una historia de amor, como el lado B de Cenicienta o de Pretty Woman, en realidad se despliegan otras aristas que tienen más que ver con la conexión.

Anora marca además la confirmación del descubrimiento que ha hecho Tarantino de una joven actriz llamada Mikey Madison. Después de Once upon a time in Hollywood ya había tenido su buen momento cinematográfico en la Scream de la nueva generación pero con Anora termina de consolidarse. Es ella quien lleva la película desde el registro casi documental de las primeras escenas en el club de strippers, pasando por la etapa maravillosa de fascinación e ilusión de un cambio de vida definitivo hasta los momentos de fuerte tensión donde a veces el humor ayuda a alivianar la amargura de su realidad.

Ani (es así como prefiere que la llamen) es una joven que baila en un club de stripper en Nueva York y de vez en cuando tiene algunos clientes que le pagan por sexo. Al ser de familia inmigrante rusa, un día su jefe la llama para atender a un joven ruso rico que busca divertirse durante su estadía indefinida en el país. Ella no habla demasiado el idioma pero sí lo entiende y, si bien conoce siempre su profesión y su lugar, parece de manera genuina pasarla bien con el muchacho, algo que transmite y por lo tanto es recíproco. Así es que a Vanya, el joven en cuestión, se le ocurre pagarle para que sea su novia norteamericana por una semana lo que además de sexo y diversión en una mansión enorme, fiestas con baile, drogas y alcohol y hasta un viaje espontáneo a Las Vegas, implica una buena suma de dinero para su trabajo.

La química entre los dos surge y se mantiene durante esa semana que a Ani le resulta idílica, como un descanso de una profesión sin grandes sorpresas y donde cultivó sin buscarlo algunas enemistades. Vanya luce despreocupado y se entrega a los placeres que su posición de hijo de oligarcas poderosos le permite pero también se da cuenta de que Ani es una compañía agradable y, dentro de esa espontaneidad que parece caracterizarlo, le propone casamiento. Ella no es tan ingenua como podría parecer y no acepta propuestas o comentarios de esa índole que queden en el aire: si quiere casarse con ella que le compre un buen y caro anillo y que la lleve a materializar esa unión. Claro, están en Las Vegas y allí todo puede ser posible en cuestión de un rato, siempre que se tenga el dinero suficiente.

Pero la alegría en Anora es efímera. Las cosas cambian al poco tiempo de volver a la ciudad, en esa mansión donde ella ya se acomodó tras dejar a su familia y su trabajo. De repente es su realidad la que cambia, o mejor dicho, se le revela. Los padres de Vanya mandan a un grupo de hombres a buscarlo y lo primero a lo que atina el joven es a salir corriendo dejando a Ani sola con estos desconocidos que no la dejarán ir hasta conseguir aquello por lo que viajaron: la anulación del casamiento.

Anora a partir de ese momento se sucederá toda en medio de esa larga y pesadillezca noche de enredos en búsqueda de Vanya. Los sueños de Ani se van desmaterializando de a poco pero ella permanece firme, incapaz de dejarse doblegar. Anora se convierte así en una screwball hilarante y tensa (con esa banda peculiar de matones) que se va tornando cada vez más triste. Porque en el centro está ella, Ani, a quien dejan sola en medio de todo el quilombo solo para confirmar aquello que en el fondo ya sabía: para algunos nunca será más que un objeto, la usarán a su antojo y la desecharán cuando se les ocurra.

Y es en medio de ese grupo de matones donde se destaca el vínculo que genera con uno de los rusos, Igor, un muchacho rubio que más allá de cumplir órdenes no parece querer pelear ni ofender a la joven, algo que le resulta imposible desde el vamos en esa situación. Sin embargo, parece ser el primero que la ve como una persona. La relación entre ellos, la manera de verse entre sí y a sí mismos, se va contando de manera sutil, con más gestos y miradas que palabras, hasta llegar a la escena cúlmine que termina de definir lo que sucede. No lo que sucede entre ellos, sino lo que le sucede a cada uno.

Es un acierto el de Sean Baker el de utilizar la comedia y el slapstick para narrar historias que podrían resultar oscuras y llenas de golpes bajos de otra manera. También es cierto que más allá de ese registro intimista y sin estigmatizar es inevitable que se sienta la mirada masculina y desde afuera de un director que, por más que intente siempre interiorizarse en estas temáticas y personajes que suelen ser retratados desde lo superficial, no está del todo adentro. La intención está y es buena y valiosa. Y funciona más que nada cuando se aleja de estos escenarios y nos muestra a una Anora de carácter fuerte y cero sumisa. Una mujer que no va a permitir que le tomen el pelo.

Baker ama a sus personajes y no juzga, solo cae un poco en la caricaturización cuando aparecen los padres de Vanya, los únicos que no parecen del todo de carne y hueso. Pero a Madison especialmente le permite brillar como los hilos de oropel que lleva en su cabello. Destacan también Mark Eydelshteyn como el niño rico inmaduro y cobarde y Yura Borisov, aquel que prestará a Ani la atención y empatía que nadie más a su alrededor.

¿Quién es Anora? La película la va desentrañando de a poco y de manera sutil, a medida que los golpes la van rompiendo y su cascarón se va quebrando para dejar a la luz su verdadera piel.

Entre el romance, la comedia, el thriller y el drama, Anora te da un sopapo y un golpe de realidad. La idea frágil del sueño americano se desmorona porque nada es permanente y porque en un mundo ultracapitalista los de abajo no tenemos chances reales. Sin embargo cargamos nuestras espaldas de ilusiones porque es la única manera de soportarlo todo. Afortunadamente a veces aparece un gesto, en apariencia mínimo, y desinteresado que nos desarma para volvernos a armar.

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