
«The King of kings» (Rey de reyes): Angel Studios sigue haciendo historia con cine cristiano, ahora de animación
Ya venimos contando en estos últimos dos años, que el cine cristiano, que antes era publicitado para un público reducido y hasta marginal, viene ganando terreno en las carteleras de todo el mundo. Lentamente, muchos estudios van armando equipos para generar propuestas en esa dirección, siguiendo a la pionera Angel Studios, que acertó con el apoyo a Dallas Jenkins en la mega serie «The chosen» (se está estrenando en estos días la quinta temporada, en cines!) y a partir de obtener buenos dividendos, comenzó a expandirse hacia diferentes temáticas siempre mirando con ojos de cristiano esas historias.
Tenemos en estreno esta semana lo último de Angel Studios: «King of Kings», una película de animación familiar (más bien, destinada al público menudo), que viene a contar una historia que todos (o muchos) conocemos, sin traicionar la esencia, pero acercándolas a un lenguaje más dulce y espiritual.
Bajo la dirección del talentoso Seong-ho Jang, conocido por su capacidad para fusionar lo espiritual con lo terrenal en sus obras, la película trasciende el género religioso para convertirse en una experiencia cinematográfica abierta que impacta en quienes creen en Dios.
Todo comienza en una modesta habitación infantil, donde un padre (Charles DIckens, voz de Kenneth Branagh, -en la versión inglesa -en una actuación que mezcla sabiduría y ternura) se sienta al borde de la cama de su hijo (Roman Griffin Davis, perfecto en su curiosidad infantil) para contarle «la historia más importante de todas». Lo que empieza como un simple cuento nocturno pronto se transforma en un viaje místico cuando, a través de la poderosa imaginación del niño, ambos son transportados a los días de Jesús de Nazaret.
Lo original de la narrativa reside en cómo Jang estructura este viaje. No vemos a Jesús desde la perspectiva de los discípulos o los fariseos, sino a través de los ojos asombrados de un niño moderno que camina entre la multitud, observando los milagros como si fueran maravillas recién descubiertas. Cuando Jesús (Oscar Isaac, cuya voz transmite una combinación única de autoridad y compasión) multiplica los panes y los peces, la cámara se coloca a la altura del pequeño protagonista, mostrando cómo las manos del Mesías pasan sobre las cabezas de los niños primero.
El relato progresa con una estructura fácil de entender, alternando entre tres planos narrativos: las escenas bíblicas vividas por el niño, sus conversaciones nocturnas con su padre, y breves momentos en el mundo moderno donde el pequeño intenta aplicar lo aprendido. Esta mirada y modo de abordar temas tan conocidos, permite que los eventos del Evangelio – desde la curación del ciego hasta la entrada triunfal a Jerusalén – sean muy accesibles para los chicos y las chicas.
El momento crucial llega cuando el niño presencia la Última Cena. Animada con una calidez dorada que contrasta con la noche exterior, la secuencia gana profundidad por los comentarios inocentes del pequeño («¿Por qué están todos tan tristes si están juntos?»), preguntas que resuenan con nueva profundidad.
El tratamiento de los eventos finales de la vida de Cristo es donde la película demuestra su mayor audacia. Debo reconocer que temí que la cuestión fuese demasiado para el público objetivo. De hecho, en el catecismo para los pequeños y las pequeñas de la familia, guarda mucho del sufrimiento de la Cruz… Pero aquí, la crucifixión no se muestra con realismo crudo, sino a través del reflejo en las lágrimas del niño, mientras su padre explica el significado del sacrificio. La resurrección, por otro lado, estalla en una secuencia de animación luminosa donde el estilo visual evoluciona de lo terrenal a lo celestial, representando el momento en que la fe del niño pasa de ser heredada a ser propia.
Técnicamente, la película tiene un engine que no parece tan moderno, pero no distrae y es eficiente para lo que presenta. El diseño de personajes evita los estereotipos occidentales tradicionales, presentando un Jesús y un entorno palestino históricamente creíbles. Los fondos mezclan acuarelas digitales con texturas de papiro, creando la sensación de estar dentro de un manuscrito iluminado.
Puede decirse, al terminar la proyección, que «King of Kings» no es más de lo mismo. Hay buenas actuaciones (en las voces), una atmósfera interesante y una temática de religiosidad para el público cristiano (mayoritario en nuestro país), que le dan buenas chances de captar el interés de la audiencia.
Está muy bien que en la irrupción de este tipo de género en las carteleras globales (y esto yo lo atribuyo al espacio que deja la muerte del cine independiente, el auge del streaming y el aburrimiento que genera el cine de superhéroes en la actualidad) ya no hay simpleza sino un grado de desafío mayor (y no sólo este cumplido no va sólo para Angel Studios porque cada vez más productoras desarrollan proyectos en esta dirección). Ojalá que haya más y mejores exponentes porque indudablemente, hay un mercado que acompaña.