
#BAFICI26: Gatillero
El director de La noche más fría, Cris Tapia Marchiori, llega a la flamante Competencia Internacional del BAFICI con una película ambiciosa, criolla y de una calidad técnica notable. Gatillero narra un enfrentamiento ubicado en la Isla Maciel protagonizado por un sorprendente Sergio Podeley.
Se habla mucho del plano secuencia últimamente gracias a una serie de Netflix, pero lo cierto es que no es nada nuevo. Hitchcock experimentó como los recursos de la época le permitieron con La Soga, y películas más recientes como El arca rusa, la alemana Victoria o la serie en cuestión a la que me refería, Adolescence, se han apropiado de esa técnica para narrar sus historias. Gatillero y su director logran también convertir el recurso en algo más que un truco estético: nos introduce en una larga, vertiginosa y fatídica noche.
Todo empieza con «El Galgo», apodo de Pablo, que acaba de salir de la cárcel y regresa al barrio de donde salió. Regresa a lo que conoce, a lo suyo, y tras un robo que no sale del modo esperado se reencuentra con viejos conocidos que le ofrecen una changa. El Galgo es un ex sicario y por lo tanto conocido por su puntería pero el trabajo no es lo que le habían contado: en realidad se trata de un engaño, de una traición para quedarse con el poder del barrio, un lugar gobernado por narcos donde unos pocos resisten y aguantan.
El protagonista, alguien que en realidad solo quería poder juntar un poco de dinero para ir a ver su hija que está con la abuela en el interior, se ve inmerso en un espiral de violencia donde nadie parece estar a salvo. Y el director lo sigue en ese único plano secuencia a través de esas calles, patios, muros, con un oficio impresionante. Solo en unos pocos momentos se permite alejarse de él y espiar un poco de los demás.
El guion, escrito por su director junto a Clara Ambrosoni, va desplegando una mirada crítica sobre esos lugares abandonados por la justicia, donde la criminalidad tiene todo a su favor para proliferar. Además de Podeley, acompañan en personajes secundarios actores como Julieta Diaz con un personaje cargado de mitología, Mariano Torre, Maite Lanata y Susana Varela, entre otros.
Desesperanzada y oscura, vibrante y cercana, en especial en estos tiempos, se trata de una película que tiene todo para destacarse en un futuro estreno en salas, si tan solo la difusión y la distribución, dos caminos cada vez más difíciles en esta época de recortes y ataques culturales para las películas argentinas, la acompañan. Un western nacional, nocturno, crudo y enérgico.
