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«Zonda: folclore argentino»: mosaicos de ritmos y emociones

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Nuevamente la música llega a Carlos Saura, un director que ha sabido crear historias narrativas de ficción con holgura, pero que también ha querido posar su particular mirada sobre diferentes géneros musicales universales, para poder también así conformar un catálogo audiovisual de características inusuales. En esta oportunidad, y por segunda vez, la Argentina es material de corte.

Si bien anteriormente con “Tango” (1998) la música rioplatense le brindó la posibilidad expresiva de la melancolía y la nostalgia particular del género, en “Zonda: Folclore Argentino” (Argentina, 2015) los variados estilos de nuestro folclore serán fuente de material y homenaje. Porque al igual que en “Tango” Saura decide utilizar un estudio cerrado para poder plasmar los diferentes tipos de música popular que posee la vasta variedad de folclore Argentino, para, de esta manera, lograr un cuidado producto desde lo visual para reflejarlo.

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Quizás en la monotonía de la exposición uno tras otro de los números musicales es en donde “Zonda…” se resiente más, porque acerca de la elección de los intérpretes, músicos, bailarines y hasta en la decisión de filmar de manera estilizada con largos paneos o travellings, nada se puede decir. “Zonda…” se presenta como una sucesión interminable de canciones que terminan agotando hasta el más ferviente defensor de este tipo de música.

Uno tras otro y separados a través de cortes y transiciones con trazos gráficos las canciones deambulan por la pantalla, pero sin terminar de generar una totalidad de la puesta como obra. El filme intenta esbozar un panorama general de esta música, incorporando todos los ritmos que al director le han parecido necesarios para estructurar la historia casi arqueológica del folklore argentino.

Hay muchas ausencias, pero también muchas presencias, algunas mejores que otras, pero sin dudas el principal punto a discutir de un filme de estas características es no sólo ya si verdaderamente se lo pueden encuadrar como producto cinematográfico, sino que, despierta la curiosidad el saber de la necesidad de Saura de registrar todo en un lugar cerrado. ¿Cuánto más hubiese sumado a la realización el poder narrar los estilos desde escenarios naturales? ¿Cómo engalanarían los paisajes las beneficiadas gargantas de los cantantes que interpretan una selección del folklore de los últimos 40 años?

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La respuesta claro que la tiene su realizador, anclada en el favorecer la puesta en estudio por encima de un rodaje que quizás terminaría encareciendo el producto e imposibilitaría su realización y culminación. “Zonda…” funciona como catálogo, amplio, muy amplio, del panorama musical actual, con un merecido homenaje a figuras claves como Mercedes Sosa o Atahualpa Yupanqui y con momentos hermosos como la incorporación de Pedro Aznar (baguala) o Gabo Ferro y Luciana Jury en un contrapunto emocionante del filme.

Película para amantes de la música, que desean de alguna manera acercarse desde una pantalla al género, sin otra ambición más que escuchar algunos clásicos interpretados por artistas vigentes y otros que merecen tener un lugar en el podio de la música popular argentina. Fallida.

Anexo de Crítica por Pluma Paz

En los últimos 20 años, el reconocido director español Carlos Saura, ha explorado en varias de sus producciones, al menos siete, lo musical. Probablemente es porque, la música es muy importante en su vida al igual que el cine y en conferencia de prensa lo confesó, dijo que se siente «un músico frustrado». Sin embargo, esta frustración parece llevarlo a ilustrar ritmos, danzas, letras y melodías de diferentes lugares del planeta para acercárselos al público. Con «Zonda» hubo un primer problema y es que nuestro país, por regiones, cuenta con variantes musicales bastante diferentes y había que acotar los exponentes del folclore y los números que iban a componer el filme.

¿Están todos los que deben estar? Esa era una pregunta que podría hacerse el realizador que creo que se contesta plenamente al ver la película. Por otra parte, el título, fue otro escollo que sortear ya que «el folclore», en otras partes del mundo no es igual al argentino, no podía nombrarla «Folclore Argentino» y punto. Cómo se resolvió: para Saura, la perspectiva cambió cuando viajó al Norte del país y en esos lugares oyó hablar del viento caliente y seco cuyo nombre es Zonda y le pareció que era el indicado para su realización pues era algo típico como el folclore argentino y lo incluía y lo abarcaba todo en la idea que él tenía en mente.

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Hay cuadros que son emocionantes y otros, un poco desconcertantes, como el cuadro del «gato» y el de un descolorido «chamamé». No sé cómo habrá sido la producción de sus otras películas desarrollando géneros musicales nacionales. En Buenos Aires ya lo hizo con «Tango». Pero la que me quedó en la memoria es «Fados», una música que no conocía y que me conmovió, me transportó a Portugal. Para mí, el problema de «Zonda» es que se desaprovecharon los paisajes, los colores, las texturas, de cada rincón del país representado por sus exponentes y su música.

Hay momentos intensos, como escucharla a Mercedes Sosa desde imágenes de archivo y chicos de colegio acompañándola en el «Cambia, todo cambia». Luego, aparece, hilando muy fino, un hilo conductor y con algo de política que parece haber sido un punto para la selección de los temas que hablan del desarraigo, la relación entre el patrón y el peón, el lugar de Dios, un carnaval con mucho diablo… en fin.

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Esto no quita que brillen las estrellas ya consagradas en el firmamento nacional y también internacional como: Soledad Pastorutti, Jaime Torres, El Chaqueño Palavecino, Jairo, Marián Farías Gómez, Juan Falú, Walter Soria y los Nocheros, entre otros, además de los bailarines, que son espectaculares. Fue presentada como un documental y su director dice que podría hablarse de un género especial pues para él es un documental con estética diferente y allí se pregunta si esto no será el comienzo de un nuevo género cinematográfico.

Insisto con que me parece que tendrían que haberlo hecho en exteriores. Seguro que es más costoso y ésta es una co-producción donde hasta hay que pagarle a Carlos Saura para que haga su cine, ¿no? Pero bien hubiera valido el viaje ya que todo el Zonda se desata, mejor dicho, queda atrapado en un galpón en el barrio de La Boca y con varios cambios de escenografía, muy en la línea de «Flamenco, Flamenco» y «Fados»; es decir, no toma todo el impulso que debería. No sorprende. De todas maneras, es disfrutable y como dice don Carlos Saura: «Cada país tiene sus cosas que hay que estimular, fomentar pero que no se pierda nada». Para los que gusten de la música que representa al corazón y a las raíces de nuestra Patria, «Zonda».

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