«Tinker, Tailor, Soldier, Spy» (El topo): Intriga en plena guerra fría
Inglaterra. Principios de la década del ’70. El jefe del servicio de inteligencia británica, Control (John Hurt), sospecha que en su organización hay un infiltrado, un “mole” (“topo”, en inglés), que está colaborando con los soviéticos. Para conseguir ese nombre decide organizar una misión extraoficial, pero el operativo falla, y termina en el despido de Control, y su hombre de confianza, el opaco Smiley (Gary Oldman en una brillante interpretación que le valió su primera nominación al Oscar). En pocas palabras, nos introducen en los parámetros de esta silenciosa y oscura guerra. La que no se ve.
Un año después, Control ha fallecido, y el primer ministro decide convocar a Smiley para retomar la investigación sobre el posible doble-espía. Como en un juego de ajedrez que el propio Control dejó inconcluso, Smiley deberá ubicar las piezas para descubrir quién, si acaso alguien, es el traidor. Tarea de por sí bastante complicada porque ya sabemos que en esos años, confiar en alguien dentro de ese mundillo era un salto a ciegas. Como en aquellos films británicos de ese tiempo, el andamiaje del suspenso no se crea a través de escenas impactantes, sino se busca sorprender al espectador con giros a cada paso del camino. Los que aman la vieja escuela, sentirán que «El topo» los transporta a ese tiempo.
Esta película está basada en la novela homónima del especialista en espías John Le Carré, y ya tuvo una adaptación como 1979, como mini-serie. En esta oportunidad, la adaptación estuvo a cargo de Bridget O’Connor, y Peter Straughan, y también está nominada al Oscar por guión adaptado.
El director es Tomas Alfredson (el mismo de Dejame Entrar), y el reparto una lista lujosísima de actores: el cada vez más versátil Colin Firth, Tom Hardy, Mark Strong, por nombrar a los más destacados. Indudablemente para encarar un proyecto de este tipo en la actualidad, donde se busca no impactar desde lo visual (la destrucción, lo tecnológico, etc) se necesitaban nombres fuertes, carismáticos y que pudieran transmitir la complejidad del universo que se buscaba representar.
La estética del film se corresponde con el período retratado, bien lograda y convincente. No es sólo la ambientación de época, el estilo con el que se encuadró y hasta la iluminación remiten a ese período glorioso del cine de espías más clásico.»El topo» es un film más bien oscuro, de ritmo pausado, pero tensión creciente, cercano al tipo de suspenso del maestro Hitchcock (sólo nombrado para dar una idea vaga de lo que queremos decir). La narración se toma su tiempo, pero como la trama es compleja, ese tiempo sirve para que el espectador se habitúe a los nombres de los personajes, y pueda seguir el desarrollo de la historia y sus arteros vericuentos.
Tal vez cueste al público acostumbrado a los nuevos espías de ficción, con sus enormes despliegues y desempeños acelerados pero muy básicos, adaptarse al ritmo de estos profesionales, que trabajan exclusivamente a base de intuición e inteligencia.
Y es verdad que la primera media hora (el film dura dos horas) se hace más lenta, ya que hay que ubicarse en contexto, clasificar secundarios, y distinguir los flashbacks de la acción presente, pero vale la pena, aunque probablemente resulte molesto para quien no comparta el planteo propuesto. Es una película intricada y no tan directa.
Lealtades, traiciones, ambiciones, y los anteojos de Smiley, a través de los cuales vemos la historia, que deben discernir lo que ven, incluso discriminando lo que es de índole personal, para determinar la verdad. Muy aprobada para los amantes del género y un regreso a las fuentes al que hay que prestar atención.
Nota al pie: Si no se van a quedar a ver los créditos, pero se lo preguntan, sí, el que canta la canción en francés del final (La Mer) es Julio Iglesias.