«Mr Popper’s penguins»: Carrey prueba nuevas mascotas
Hace tiempo que tenía ganas de ver algo de Jim Carrey. Como muchos actores de la industria, su carrera alterna enormes éxitos y fracasos estrepitosos. Siempre lo consideré un dotado (para la comedia eh!) y me sorprendí cuando le puso su corazón a «The Truman Show» y a «Eternal Sunshine of the Spotless Mind», impecables ámbas. No lo veía un sujeto versátil, si un magnífico showman, sagaz y delirante cuyo fuerte eran las expresiones faciales y los matices de su tono de voz . Por ende, verlo como actor serio fue todo un viaje… Lo cierto es que Carrey llegó a la fama, haciendo películas para la familia. Su CV incluye dos taquilleras cintas, entretenidas y en las que él sobresalía por su marcado histrionismo. Hablamos de «The mask» y «Ace Ventura: Pet detective». El hombre tiene cualidades para este género, sin dudas. Es cierto que probó incursionar por otros (por ejemplo con «23» o «The Majestic»), aunque todos estos productos restaron más que sumar (desde todo lugar).
A la hora de sacar la calculadora, este comediante tenía que retomar la senda de lo seguro y eso es lo que hace con «Mr Popper’s penguins».
Cuando Carrey se juntó con Mark Waters (el director), siempre tuvieron en claro la dirección que el film tendría. Nada de dobles lecturas, humor simple y directo, menos morisquetas que en la versión full del capocómico (ustedes saben a lo que me refiero) y un sólo objetivo: entretener. Hacer una película simpática y nada más. Dirán… y eso, no es fácil? Bueno, conociendo al protagonista les diría… No. No lo es. Hay una tendencia a la sobreactuación en él que conspira contra películas que potencialmente podrían ser mejores, si bajara un poco su registro…Carrey es un actor que desborda a los responsables de cualquier producción por su carisma y personalidad. Si no le marcan bien la cancha, él termina haciendo lo que le parece de cualquier película, lo cual, la mayor parte de las veces, no funciona («The cable guy», por ejemplo). Waters tiene bastante claro su trabajo (y una trayectoria interesante en las que encuentro las divertidas «Freaky Friday» y la romántica «Just like heaven» como las más rescatables) y acompaña mucho a su actor en la construcción de su rol. Cuando vemos la cinta sabemos, que Carrey está «contenido». Eso, favorece el desarrollo de «Mr Popper’s penguins» a todas luces.
La vida moderna demanda mucha energía y cuando uno es ejecutivo de ventas, mucho más. El señor Popper opera un negocio de bienes raíces. Es especialista en conseguir lo que quiere y un «workaholic» hecho y derecho. Está separado y tiene un trato distante con sus hijos. En realidad, lo suyo es el trabajo. Popper es un modelo de los nuevos ejecutivos solitarios en este mundo posmoderno. Pero…la vida te da sorpresas. Su difunto padre le envía un regalo que no puede rechazar: como herencia, llegan a su loft en la Big Apple nada menos que seis pinguinos de Papúa.
Lo que al principio aparece como un extraño presente que no se puede aceptar de ningún modo, empieza a cobrar significación en la vida de Popper. Estos animalitos «mediatizan» su relación con sus hijos y a través del cuidado que debe dispensarles, él comienza a percibir un mundo que de otra manera, jamás habría entendido. Dicen en psicología que todos repetimos los modelos parentales que tuvimos, por lo que la primera imagen de la película (donde hay una escena triste de espera frente a una radio) resuena en cada fotograma hasta el final: es difícil ser buen papá si no tuviste presente a tu papá. «Mr Popper’s penguins» balancea en partes iguales, risas y afecto. Está plagada de tomas muy tiernas y su componente familiar es a prueba de bomba. No, no son los pinguinos de Madagascar, pero tienen lo suyo: la platea disfruta el recorrido y se va satisfecha a la hora del cierre, encontraron lo que fueron a buscar.
Sólo cine de entretenimiento puro. Nada más. Lo cual, cada tanto, no está mal. Ideal para ver con niños, mientras esperamos un trabajo más jugado de Jim Carrey en el que arriesgue más ahora que parece haber tomado aire de nuevo…