«Hermanitos del fin del mundo»: el fin, justifica los medios?

Ha sido muy difícil escribir esta crítica para mí. Diego Topa forma parte de muchos recuerdos familiares comunes con mi hija de cinco, hemos pasado horas viéndolo en «La casa de Disney Junior» por cable y también hemos ido a varios de sus shows. En general, me parece que Topa logra combinar sutilmente un repertorio clásico y moderno en sus presentaciones (hace canciones de Gaby, Fofó y Miliki hasta las del Sapo Pepe, mezclando ritmos y haciendo versiones megamix) y ofrece un espectáculo colorido para todas las edades. Se lo ve un artista comprometido con los chicos y por eso siempre lo acompañamos en sus proyectos hasta hoy, el día de su debut cinematográfico. Su coequiper en la televisión es Muni (Mariana Seligmann) con quien tienen buena química y hacen micros muy coloridos que se repiten hasta el cansancio en distintos horarios en la programación.

Disney apoyó la distribución del film así que ese elemento me hizo pensar que habían supervisado y controlado el material que estaban apoyando… Pero no. Me parece que confiaron demasiado en el carisma del dúo y dejaron que el casi debutante Julio Midú transformara una idea simple y chiquita (eso era originalmente) mágicamente y sin colaboración literaria en una producción destinada a pelear la exigente taquilla infantil de vacaciones de invierno.

Como no estaba convencido de poder sostenerla solo, fui a ver «Hermanitos…» con Luz, de manera también de agregarle a mi visión adulta del film, una percepción del impacto que podía tener en los más chicos. Creo que el resultado de verla en esas condiciones me hizo entender que a pesar de sus pobres valores y defectos, solo logrará entretener a los más pequeños de la casa. Y cuando digo pequeños, me refiero a que solamente chicos de entre 3 y 5 años pueden salir satisfechos. Al resto, les parecerá una propuesta mediocre y aburrida, mal filmada y que no vale el precio de la entrada. Ni siquiera con el 2×1 que ofrecen muchos cines.

«Hermanitos…» te retrotrae al cine musical y de vacaciones de la época de los 80, tales como aquellos bizarros clásicos de Los Parchís o «Las aventuras de Tremendo», con un claro objetivo de traer al espectador a figuras de la música o de la televisión en guiones básicos y con poca producción. En aquellos tiempos se creía que bastaba esbozar una trama en dos trazos para atraer ese mismo caudal de público. Funcionaba. Es cierto. Ahora, en este nuevo siglo, tengo mis dudas. Me cuesta creer que los chicos mediatizados de este tiempo puedan sentirse cautivados por esta historia.

El guión es sólo una idea forzada que no debe tener ni tres hojas, en las cuales nadie se preocupó por darle algún tipo de dirección coherente, porque de última, lo único que importaba es que Topa y Muni hicieran algunos cuadros y coreografías que hacen en la tele y listo. Con eso debería bastar para llenar la sala. El resto, bueno…Pasa. Como dice Grondona, «Todo pasa…» No amigos, esto no es así. Porque si hubiesen dedicado (y tirón de orejas para Disney) tiempo a enriquecer y ordenar el libro seguramente el resultado habria sido distinto y la reducida franja de llegada que tiene la película se habría ampliado, mucho, para llegarle a chicos más grandes (léase de 6 a 9, por ejemplo). Eso también se sentiría en la taquilla. Pero no, hicieron lo mínimo y el resultado es sorprendentemente berreta. Me cuesta entender como no lo vieron al terminar el corte final.

Topa y Muni son Pato y Piru, trabajan en un orfanato en Usuahia que parece extraído de «Chiquititas». Allí, todos a la tarde ven un programa que les trae las andanzas de una banda musical llamada «La pandilla de Sol», chicos al estilo «Teenangels» que salieron de un reality y que son sus ídolos incondicionales. Viven una vida simple y se llevan muy bien entre ellos (obvio!). Hasta que los dueños del hogar, deciden venderlo, con lo que la crisis se desata. Los responsables de la fundación que sustenta el lugar no tienen fondos para comprarlo, así que deberá conseguir dinero de cualquier manera para garantizar la permanencia del lugar. En ese conflicto, habrá una caicatura de Cruela De Vil llamada Malva Dalton (Norma Pons en el PEOR papel de su carrera cinematográfica, sin dudas) que intentará comprar el lugar y terminar con el sueño de los niños. Del otro lado, los chicos serán apoyados por un millonario encarnado por Gabriel Corrado quien estará a dispuesto a ayudarlos hasta el fin.

No hay mucho más por contar de la trama y pasamos a repasar los puntos flojos…

Las actuaciones son pésimas. Está bien, no lo podemos pedir a Topa y Muni que sean Ricardo Darín y Valeria Bertuccelli. No, lo suyo es otra cosa. Su fuerte son los musicales y las coreografías. Bueno, hay poco de eso aquí. Poco, en relación a lo que podrían hacer. Compartiendo cartel desde lo musical con los chicos de la banda de Sol, hay contadas oportunidades donde ellos bailan y cantan pero varias en las que tienen que poner el pecho a escenas para los que claramente no están preparados. Topa tiene que llorar frente a un espejo y verlo me revolvió el estómago. No pueden exponerlo a hacer algo que el hombre no sabe. Es matarlo. El grupo de chicos que los acompaña en el hogar lucen desconcertados y tienden a resolver todo, abrazándose. No hay recursos dramáticos para nada que no sea abrazarse. Muy pobre. Repetitivo y pobre.

La producción parece salida realmente de los 80. Digo, porque se ve que tenían australes para pagar los costos del rodaje. Todo es cartón pintado. Todo. Desde lo gráfico que que usaron en el film (carteles, letreros, las banderas de los fans de los TeenAngels -sorry, digo, la pandilla de Sol-), hasta el sonido que editaron.

Y me detengo aquí porque el audio de «Hermanitos del Fin del Mundo» es IMPERDONABLE.

Si Topa y Muni lo único que saben hacer es cantar, ¿Por qué el sonido es tan malo? Me fui del cine sin entenderlo. En algunas escenas, los graves están tan mal ecualizados que las butacas ¡¡¡¡¡vibran!!!!! ¡Noooo! ¿Cómo puede ser??!! Sip. Es así. Durísimo. Hay diálogos que hay que adivinar y me cuesta creer que puedan darse en una película en este tiempo. Los que supervisaron esta versión final, ¿no se dieron cuenta que así no es siquiera un producto técnicamente aceptable para llevar a los cines?

Se que Diego Topa es buena gente y espero que cuando la vea en frío, se de cuenta de que no es bueno para su carrera hacer este tipo de film.

El resto, es mejor olvidarlo. Sólo se salva alguna canción aislada y nada más. Si debo reconocer que mi hija siguió la historia y no se aburrió, aunque no la ví bailar arriba de la butaca como esperaba. Se ve que la película no le contagió la magia esperada. Y tiene cinco años.

Olvidarla rápido y por antecedentes, darle una nueva oportunidad a Topa, cuando alguien se digne producirlo en serio.

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