«Don’t be afraid of the dark»: Detrás de las paredes…
La crítica internacional casi que había vapuleado esta remake de «Don’t be afraid of the dark» por diferentes motivos. La lista era larga (no los vamos a enumerar) y en la previa organizando horarios, no casualmente la dejé para el final. Miraba la gacetilla de prensa y cada vez tenía menos ganas de ir. Encima, a la función programada llegue agotado del trabajo y era la hora de la siesta (ustedes dirán, por qué cuenta esto?!), por lo que me dije «si no es buena, por lo menos duermo un rato!»… Y no lo hice. Cabecé al principio eh! La primera parte me costó porque la caracterización de los personajes centrales la sentí lenta y plana, pero promediando el relato el film comienzó a tomar temperatura y cuando llegamos al climax estaba bien despierto en la butaca con todos mis sentidos alertas.
Si, debo reconocerlo, el tema de los duendes malignos no es de mis favoritos, pero se apreciar el oficio de Troy Nixey y Guillermo del Toro a la hora de encarar la dirección y producción de esta cinta. Uno podrá estar en desacuerdo con la línea que eligen para transitar, pero hay que aceptar que hacen que la película cumpla su principal objetivo: entretener y asustar en dosis iguales. En ese sentido, «No temas a la oscuridad» no pasará a la historia como algo memorable, pero los amantes del género y los espectadores casuales, podrán disfrutarla sin complicaciones.
Ya sabemos los mundos con los que trabaja Guillermo del Toro. Su fuerte es dotar de seres oscuros y poderosos a las historias que cuenta, subrayando la atmósfera lúgubre de escenarios siempre barrocos, tétricos, asfixiantes donde la ilusión y el terror coquetean y se funden en un perverso abrazo. En sus mejores realizaciones («El laberinto del Fauno», «El espinazo del diablo»), ubica a niños que se enfrentan a entidades a monstruos, gnomos o duendes malignos. Tiene, indudablemente, curiosidad por desarrollar ese vínculo entre la niñez y lo fantástico y presentarlo al espectador para que lo deguste sobriamente.. Aquí produce a Troy Nixey, capo de los cómics, en su debut en largometrajes, pero el film lleva su sello de principio a fin.
No ví la versión original de 1973, lo haré en estos días, pero sé que marcó una época en su tiempo y es considerado un clásico de culto del cine de terror. Aquí, si se percibe que el andamiaje de la historia remite a ella, pero el desarrollo de la exposición material la aleja de esa influencia y le da un estilo moderno, donde es forzoso para el director, poner en primer plano figuras digitales de gnomos diabólicos, cosa que muchos critican.
Veamos, una casa («House»? «El orfanato»?), que tiene un pasado siniestro. Hace muchos años, un hombre llamado Blackwood desapareció misteriosamente. Su hijo, también (no pregunten porque!!). Es un lugar señorial, bello, amplio y allí llegan Alex (Guy Pierce) y Kim (Katie Holmes). Son restaurador y diseñadora de interiores y compraron la propiedad con la intención de hacer un buen negocio. Hasta ahí, todo bien. El tema es que la hija de Alex, Sally (Bailee Madison) llega al caserón a vivir con su papá, su mamá no puede más con ella, la ve depresiva y cree que esa es la mejor opción. La pobre (Sally) vive tomando pastillas y no se adapta al lugar. Mucho más cuando empieza a sentir voces detrás de las paredes que la invitan primero a jugar, y luego la persiguen con intenciones feas.
De más está decirles que nadie le cree, hasta que las cosas comienzan a volverse muy extrañas…
Durante la primera parte, la descripción que sirve de marco al relato es prolija pero previsible. Todo transcurre en un clima casi monótono y gris. Pero cuando un suceso en particular desata la furia de los duendes malvados (la apertura del sector clausurado), la cinta se despierta de su letargo y va en busca de su objetivo. Sally comienza dubitativa y distante y va desarrollando aristas intensas hasta convencernos de su rol. Holmes y Pierce también, un escalón más abajo, acompañan a la niña con solvencia aunque sin mucha química entre ellos.
Como ya dijimos, en los 70′, casi no veíamos a los monstruos, la música, los planos, los sonidos, nos decían todo. Hoy, eso no basta. Es por eso que Del Toro y Nixey eligen presentarnos a sus creaciones maquiavélicas con tanto detalle. Está bien, es una elección lógica. Un poco burda, eso si.
Me gustó la película. Más de lo esperado. Sí, es chiquita, pero está bien hecha. Y si dejamos de lado algunas cosas de la dirección de arte y la fotografía, sabemos que es un producto aceptable. Salvedades, ya hechas, por supuesto.