
«Bagman», la nueva realización de Colin McCarthy (especialista en episodios de serie), intenta abrir una nueva franquicia en relación a un personaje del que potencialmente podría esperarse algo más intenso y macabro. Esta adaptación de un clásico (“El hombre de la bolsa”) se esperaba sombría y tenía aroma de «hit», pero no fue resuelta exitosamente, al menos desde lo artístico.
La trama intenta abordar temas como el trauma generacional y la lucha de un padre (Patrick, aka Sam Clafin), por proteger a su familia ante la amenaza de un monstruo que vuelve del pasado para tomar a su hijo. “Bagman” presenta un escenario de cinta pequeña, en ideas y presupuestos. Si bien parte de una premisa interesante (la criatura folclórica que regresa para atormentar a un hombre de su pasado), no logra desarrollarse de manera convincente. Patrick es un hombre conflictuado y eso predispone la empatía hacia sus acciones, al menos por un tiempo…
No está atravesando un buen momento. Enfrenta problemas financieros derivados de su sueño frustrado de construir una podadora de árboles de última generación y se ve obligado a regresar a la casa de su infancia, junto con su esposa Karina (Antonia Thomas) y su hijo pequeño Jake (Carnell Vincent Rhodes), y comenzar a trabajar para su hermano Liam (Steven Cree) en el aserradero familiar.
Apenas se instalan cuando Patrick comienza a escuchar ruidos extraños afuera a altas horas de la noche y a tener pesadillas sobre el secuestro de Jake. Hay una amenaza sobre el niño, pero lo cierto es que parece que el conflicto va mas allá de una leyenda rural.
Resulta que Patrick oculta cierta info que podría ser de utilidad para encarar la situación. Pero bueno, el guionista elige un camino raro para describir este vía crucis y no hay demasiado para reprochar. Lo cierto es que, Bagman atormentó a Patrick en su niñez y ha vuelto (lo vemos raptando a otro niño en la secuencia previa a los créditos) para atormentar y cobrarse una víctima más.
Sam Claflin luce atormentado y atribulado, hace lo suyo a reglamento, pero algo sabe del tema. Su interpretación logra transmitir cierta angustia pero se espera más del que fuera una de las promesas de la industria británica hace unos años.
La dirección, si bien no es del todo deficiente, tampoco destaca. El director parece más interesado en crear una atmósfera de tensión que en construir una narrativa sólida. Los jump scares y los sustos fáciles abundan, pero no consiguen generar el impacto deseado y la cuestión se pone melosa y densa, llegando al clímax.
Es una oportunidad perdida para explorar temas interesantes de una manera más original y profunda.
Si bien puede entretener a los amantes del cine de terror más casual, no dejará una marca duradera en el espectador. Lejanamente parecería que la producción tiende a buscar un clon de un film de Stephen King, pero no sale del todo bien. Me da la impresión que el director intenta mostrar una visión distinta de una historia de fantasmas y mitos con aires de la vieja escuela, pero no lo logra y sólo consigue ofrecer un film discreto y apagado, a tono con su fotografía.
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Rodrigo Chavero
Periodista, docente y redactor de contenidos. Amo el cine y no hay mejor plan que ver películas.
Coordino Espectador Web desde 2011 y en mis redes hay mucho material de cine, teatro y espectáculos en #CABA.