«The Room Next Door» (La habitación de al lado): Una vida digna

La nieve cae por igual sobre los vivos y sobre los muertos.

Si bien Pedro Almodóvar ya había tanteado trabajar en inglés y en EE.UU. «La habitación de al lado» resulta su primer largometraje así. «Julieta», la película del 2016 que adaptó cuentos de Alice Munro, había sido inicialmente un proyecto pensado de esta manera también: cuando en «La piel que habito» aparece el libro en manos de la protagonista Elena Anaya, él ya tenía los derechos de estos cuentos y planeaba un largometraje en inglés pero el proyecto demoró bastante y al final optó por volver a España. Sin embargo en el 2020 realizó junto a la actriz Tilda Swinton un cortometraje de media hora basado en la obra de Cocteau que largos años atrás aparecía en una de sus películas más cautivantes: «La ley del Deseo». «La voz humana» era un monólogo al cual actriz le puso además el cuerpo convirtiéndose en una de sus chicas melodramáticas e intensas, todo esto con una dirección y arte como al que el director manchego nos tenía acostumbrados. El año pasado y producido por la marca Saint Laurent, Almodóvar estrenó su segundo cortometraje en inglés, esta vez en pantalla grande y acompañado de una extensa entrevista: «Una extraña forma de vida», un western almodovariano y romántico protagonizado por Pedro Pascal y Ethan Hawke. En resumen, ya era hora de aventurarse al largometraje en inglés. «La habitación de al lado» lo vuelve a reunir junto a Tilda Swinton y la acompaña de manera magistral Julianne Moore, esta vez adaptando la novela de Sigrid Nuñez «Cuál es tu tormento».

Ingrid es una autora que acaba de publicar un exitoso libro en el cual bucea alrededor de un tema que la aterroriza y busca entender: la muerte. En una firma de libros en una librería famosa de Nueva York una vieja amiga se acerca a ella y la pone al corriente de otra vieja amiga, Martha, quien está transitando recientemente un cáncer. Ingrid entonces decide ir a visitarla y, si bien hacía largos años que no se veían, se van conectando y reconectando entre ellas pero también con quiénes supieron ser en sus años más jóvenes.

Desde el comienzo se nota el sello Almodóvar, algo que siempre se agradece cuando un director extranjero, en especial en otra lengua, salta al centro de la industria cinematográfica. Los planos cuidados que parecen pequeñas obras de artes, los colores fuertes que contrastan y definen a sus personajes, y un montaje con flashbacks narrados por quien intenta poner al día y también expresar aquellas inquietudes o molestias con las que carga.

Martha es una corresponsal de guerra que vivió siempre al límite. En su trabajo nunca se sintió sola, aunque sus amantes hayan sido a veces demasiado urgentes y efímeros. Tuvo una hija con la cual apenas se relaciona y a la cual le cuesta sentir como hija, quizás porque en realidad no puede verse a sí misma como madre. Es que siempre vivió como un hombre, reflexiona en algún momento. De hecho, tanto Martha como Ingrid, una mujer exitosa que vive sola y que no tuvo hijos, se corren de los mandatos impuestos por la sociedad, aquellos que a veces parecen empezar a quedar en el pasado hasta que reflotan como un gobierno de derecha.

Pedro Almodóvar ha alcanzado una madurez en su cine que no solo le permite identificar cada una de sus películas desde lo visual, sino que también sabe muy bien qué cosas quiere decir, qué temáticas que le preocupan quiere poner sobre la mesa. Aunque parezca algo al pasar, como con el neurótico personaje que interpreta John Turturro, aquel amante que ambas amigas han compartido sin rencor ni remordimientos, hoy convertido en un fuerte crítico que busca cada oportunidad para alzar la voz sobre temas como el cambio climático o el auge de la extrema derecha.

Pero volvamos al corazón de la película. Porque el tema principal que Almódovar opta por poner sobre la mesa también es político: la eutanasia, la posibilidad de optar por un final digno. Cuando Martha e Ingrid se reconectan, la ex corresponsal de guerra internada en un hospital y harta de probar tratamientos que solo la hacen sentir peor, decide que no quiere lucharla más. Un no luchar que en realidad no es rendirse, es simplemente optar por otro camino. Un camino que no se siente capaz de transitarlo a solas.

Martha le propone a Ingrid que la acompañe cuando decida tomar una pastilla que acabe con su sufrimiento. No le pide nada que no crea que pueda hacer: solo que la acompañe en silencio desde la habitación de al lado (o del piso de abajo) para saber que no se está yendo sola. Tiene todo planeado: consiguió la medicación ilegal, pensó una estrategia para Ingrid y alquiló un hermoso airbnb en las afueras de la ciudad para pasar unas últimas semanas agradables.

Que Almodóvar es el director adecuado para bucear en el universo femenino ya lo sabemos y acá no es la excepción. Si bien el foco está en la decisión de una muerte digna, algo ilegal y que podría acarrearle problemas a su cómplice, se trata de una historia de amistad entre mujeres. De esas mujeres que han sabido transitar juntas adversidades y que por más que el tiempo y diferentes circunstancias de cada vida las haya separado, al reunirse la todo vuelve a surgir como si nunca se hubiese ido de ahí. Además la trama principal continuamente se abre a otras pequeñas historias y consigue abarcarlas a todas en armonía.

La estética tan propia de Almodóvar es el primero de los indicios de que si bien la película y muchas de sus conversaciones giran en torno a la muerte, no se trata de una película oscura y triste. Por eso, aunque conmovedora, deja en el aire una sensación de optimismo o posibilidades que se agradece. Porque no cae en golpes bajos (algo que hubiese sido tan fácil en una historia de este calibre) y porque en realidad todo es una excusa para hablar de otra cosa: la libertad, aquella palabra que nos vienen robando. Como decía, se trata de un director comprometido que nunca tuvo, y menos a esta altura de su vida, miedo a exponer sus ideas.

En cuanto a referencias, esta vez quizás es menos sutil con varias de ellas. Por ejemplo, así como en «La ley del Deseo» homenajeaba al pintor norteamericano Edward Hopper en un plano que citaba su cuadro Nighthwaks, aquí se da el gusto de introducirlo de manera directa a través de uno de los cuadros que decoran el airbnb alquilado. Pero no se queda ahí, porque luego veremos a las dos actrices recostadas sobre sillas playeras, como emulando a aquellas personas pintadas en ese cuadro, «People in the Sun».

También cobra mucha presencia la novela «Los muertos», de James Joyce, cuyo final cita de memoria la mujer enferma, pero después miran la película adaptada por John Huston y hacia el final la otra protagonista reescribe ese final previamente citado.

Se trata tal vez de un Almódovar algo más universal sin tener que perder su esencia en el camino. Además eligió a dos actrices comprometidas que entienden ese registro que se corre de lo naturalista para abocarse a algo más poético, artificioso pero no artificial. Un retrato profundo e íntimo sobre la amistad femenina.

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