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«Viva la libertad»: doble de cuerpo

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Roberto Andó vuelve al ruedo después de un tiempo largo sin filmar (desde el 2006) en el que se dedicó a otra de sus grandes pasiones, la literatura. Para los que no conocen a este italiano, hay que decir que aprendió con los mejores (fue asistente de dirección de Federico Fellini y Franceso Rosi, sin ir más lejos) y tiene buena escuela.

En esta oportunidad, partiendo de una novela propia, elige llevar a la pantalla una historia que superficialmente, parece hablar de la política italiana actual, pero quizás, presenta muchas más aristas de las que aparecen en la superficie.

Para los que vieron «La Grande Bellezza», hay que decirles que aquí tienen otra oportunidad para ver a uno de los mejores actores de esta generación azzurra: Toni Servillo. Aquí, con un interesante desafío: jugar un doble papel, corporizar a dos gemelos con historias de vida muy particulares. Y como siempre, cumple con creces y sale bien parado del desafío.

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Enrico (Servillo) es jefe del principal partido de la oposición en su país. Está acosado por sus correligionarios (y/o compañeros) quienes demandan soluciones y posicionamientos frente a la crisis que vive Italia. El, se encuentra abrumado y agotado por la tarea.

Una noche, el político decide volver a ser un ciudadano común, hace sus valijas y parte a casa de ex novia (Danielle, jugada por Valeria Bruni Tedeschi) en Francia. Quiere alejarse de todo.Tan pronto como su asesor principal descubra que ya no está Enrico para liderar la tarea, tendrá que arriesgarse a reemplazarlo por alguien…muy parecido.

El elegido será nada menos que Giovanni, el hermano gemelo de Enrico. El hombre (y ahí está lo divertido en «Viva la libertad») está… insano.  Y ya desde su aparición comienza a generar violentos cambios y desequilibrios no sólo entre los políticos sino también en toda la sociedad italiana.

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Andó intenta dotar a su film de frescura y crítica social, y de a ratos lo consigue. Hay una subtrama romántica despareja y algunas ideas que no están bien trabajadas (el cisma político nunca cobra vuelo pleno) pero el carisma a prueba de bomba de Servillo logra sacar el film a flote, siempre.

En el debe, es justo decir que el guión no se vuelve filoso donde debería (por ejemplo, a la hora de sentar posición frente al rol del político opositor) y que elige quedarse en lugares cómodos, ceñidos a la comedia de cambio de cuerpos, convencional y con poca gracia.

Por decirlo en pocas palabras, es una película que arranca con todo para ser desopilante, pero debido a un guión que no profundiza esa veta, termina perdiendo fuerza y sólo arrancando sonrisas en algunos tramos de su extensión. Sin embargo, se deja ver y propone un cine italiano moderno y menos tradicional, así que tenerla en cuenta a la hora de elegirla (siempre un poco de Europa suma)

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