«Phoenix» (Ave Fénix): La reconstrucción
Tiempo de revisar su pasado para Alemania. No solo abarcar lo referente a la Segunda Guerra Mundial, la figura de Hitler y el nazismo como vienen repasando con aplomo y seriedad hace varios años, sino hablar de los hechos posteriores, quizás desconocidos para el resto del mundo.
Está claro que el horror para ellos no terminó con el fin del Holocausto, estaba comenzando un período dolorosísimo como sociedad de separación y desintegración; y el inmediatamente posterior, un período de resurgimiento y/o fuga según de que “bando” se encuentren.
Así como la estrenada el año pasado en nuestro país, «Lore», revisaba qué sucedía con una familia pro nazi cuando el régimen había caído; es ahora el turno del director de «Triángulo» y «Yella», Christian Petzold, de poner el foco en la otra arista del conflicto, los sobrevivientes del Holocausto.
Nelly (Nina Hoss, actriz fetiche de Petzold), es una cantante judía que fue enviada y sobrevivió al peor de los horrores. Quedó desfigurada, irreconocible tanto que su mismo aspecto plagado de vendas le permite eludir un control militar. Su deseo ahora es arrancar de cero, a través de un cirujano logra reconstruir su rostro lo más similar a su aspecto original y a partir de ahí reencontrarse con su marido Johnny (Ronald Zehrfeld), pianista.
El rencuentro se logra entre ruinas, pero todo está lejos de culminar. Ella pretende averiguar dos cosas, si él aún la ama y si son ciertos los “rumores” de traición por parte de él. Nelly lo reconoce de inmediato, para su disgusto, él no, es más le pide que se haga pasar por su esposa (o sea, ella misma) por un asunto familiar. Misterio, dolor, traición, amor, crueldad, e identidad, todos elementos que Petzold maneja con mucha solvencia logrando un drama personal e intimista envuelto en un halo de thriller socio político que enaltece el resultado.
Así, el espectador observa todo el panorama de situación casi como si estuviese frente a un complejo film de espionaje, cuando en verdad se está frente a un desgarrador drama personal. El director juega a las metáforas conjuntas, pero inteligentemente no las arroja a la pantalla, las desliza sutilmente, en los diálogos, en las decisiones y actitudes, y por supuesto en ese juego de personalidades en que se ve envuelta Nelly.
Nina Hoss logra una interpretación contenida y sufrida, dotando a su Nelly de personalidad propia, toda la confusión que vive, todo el dolor frente a la imposibilidad de no poder ser quien es, pasan frente a su rostro.
El resto del elenco acompaña con solvencia, aunque tiende a ser deglutido frente a la presencia de la actriz. El único reproche que podría hacerse es cierta incapacidad para mantener un ritmo parejo de acción en noventa y ocho minutos que terminan pareciendo mucho más.
La narración cae en determinados pozos de los que sale reiteradas veces de modo correcto. El tono frío y compacto que Petzold aplica a todo el metraje, ayuda a crear el halo de intriga pero a la vez, ayuda a que el film no fluya tanto por sí solo.
«Ave Fénix» es un film maduro que puede mirar su pasado con cierta superación, asumiendo sus errores y fracasos. Una gran alegoría que vuelca en una sola mujer las diferentes personalidades de una sociedad que fue cerrando sus heridas como pudo, y literalmente, se transformó en algo muy distinto de lo que fue.
Anexo de Crítica por Rolando Gallego
En “Ave Fénix” (Alemania, 2014) de Christian Petzold, hay algo que trasciende su propuesta, y es básicamente la intención que el director tiene de contar, una vez más, una parte de la historia de su país, pero de una manera diferente. Dotándola de una atmósfera más propicia a un filme noir que a un drama histórico, en el derrotero de Nelly (Nina Hoss), una sobreviviente a Auschwitz, y que con su cara desfigurada vuelve a la Alemania que la sentenció, a muerte, para recuperar parte de su vida, Petzold habla también de otra cosa.
Operaciones estéticas mediante, Nelly de a poco vuelve a su rutina, aún sabiendo que lo más importante sería exiliarse en otro país y resguardarse, para ver si puede recuperar a su marido Johnny (Ronald Zehrfeld), quien la cree fallecida en el campo de concentración. Con el mayor de los dolores, deberá asumir una parte triste de su historia, la muerte de todos sus familiares, excepto su marido, y de éstos ha heredado una importante suma de dinero que le posibilitará continuar con su tratamiento estético y estadía en las mejores instituciones.
Pero a Nelly esto no le importa, y pese a los reproches de Lene (Nina Kunzendorf), su única amiga, que además trabaja en una agencia judía y que le facilitará su regreso, decidirá salir en búsqueda de Johnny, aún sabiendo la traición que sobre ella determinó.
El primer encuentro es doloroso, cruel, salvaje. Por que si bien Nelly cree poder aún con su nuevo rostro despertar en Johnny su pasión, su mundo se derrumbará cuando conscientemente éste la rechace y sólo vea en ella una sutil evocación de la que fuera su mujer y a quien cree muerta.
Gracias a esto Johnny le propondrá un juego cínico a Nelly, hacerla pasar por su mujer muerta para poder así recuperar la herencia familiar y dejar de trabajar como mozo en el bar “Phoenix”, al que alude también la película. Petzold una vez más arma una historia de contrastes, de sombras que acechan pero que aún pese al peligro, son omitidas y no tenidas en cuenta por aquellos que serán participes de las transformaciones de los protagonistas.
Si en “Gold” el director hablaba de una forastera que se armaba de una historia nueva en un país completamente ajeno a ella, y en “Barbara” de cómo una joven doctora aceptaba cualquier proposición con el objetivo de superar la posición en la que era colocada, en “Phoenix” profundiza en la etapa más dolorosa de su historia para hablar de las fachadas y de cómo éstas se pueden caer con solo una palabra Si decide repetir con la pareja protagónica, es porque justamente encuentra en ambos actores, la posibilidad de seguir explorando su propia historia desde un ángulo personal y reinventando el mito del ave fénix.
Por que si Nelly es el ave que resurge de sus cenizas, Johnny será la brasa viva que en todo momento acose a la mujer para de alguna manera conseguir el propósito final que tiene. En la historia de Nelly, Petzold ubica a su propio país, incapaz de asumir una correcta posición ante el regreso de aquellos que fueron injustamente sometidos a torturas y vejaciones, y ni hablar de los que no pudieron regresar. Si en Nelly se encarna la negación de la posibilidad de recuperación instantánea de la credibilidad ante aquellos crímenes de guerra a los que se sometió a gran parte de la humanidad, en Johnny está plasmado la falsa honestidad y la cristalización de una frase como “algo habrán hecho” tan cercana a nuestra idiosincrasia.
Petzold parte de la historia de su país, de un pasado oscuro, para universalizar la complicidad con la que la mayoría de la sociedad acompañó al régimen militar y los atropellos sobre las libertades y credos ajenos a este. Johnny amolda a Nelly a un ideal de ésta que termina deformando la mirada que la propia Nelly tiene sobre ella, y sólo cuando su plan termina, en una secuencia digna de ser colocada en los anales de la cinematografía, es cuando esa complicidad mencionada anteriormente se transforma en una culpa ancestral ineludible.
El director, como en cada una de sus obras, genera una narrativa con un tempo adecuado y que avanza progresivamente a fuerza de planos amplios y una esforzada puesta en escena, que en el caso de este filme, además le permite regodearse y jugar con el cine noir, posibilitando también, que no sea sólo vista la película por adeptos al revisionismo histórico, sino, principalmente, por el público en general. Impactante.