«Mariel espera»: anhelo y decepción

La cuarta película de Maximiliano Pelosi, segunda ficcional, Mariel espera, retrata de un modo casi intimista la frustración de una mujer de clase acomodada frente el deseo que el dinero no puede comprar. Mariel (Juana Viale) y Santiago (Diego Gentile) lo tienen todo. Son jóvenes, profesionales, se quieren, y acaban de dejar de ser inquilinos para ser propietarios de un lujoso departamento de estilo. La suerte parece estar de su lado, además, Mariel está embarazada. ¿Durará esa buena fortuna? Claro que no.

Ambos acuden a una ecografía de rutina y el médico (Claudio Gallardou) les informa que no hay latidos, el feto, el bebé, ha fallecido. ¿Cómo seguir? Mariel debe esperar uno días (dos o tres le dice el obstetra) a que se realice el desprendimiento de forma natural, una intervención quirúrgica puede ser riesgosa. Los días pasan y ese desprendimiento no se produce ¿Cómo seguir? A lo largo de sus películas, Pelosi demostró ser un atento observador de la rutina diaria de vidas que quizás no tengan algo demasiado particular pero sí sirven como botón de muestra sentimental.

Desde la historia de cuatro gays judíos en Otro entre otros, su propio casamiento con otro hombre en Una familia gay, o la simpatiquísima historia de esas dos solteronas que intentan arreglarle la vida a sus vecinos en Las chicas del 3°; siempre el foco estuvo puesto en las emociones que atraviesan sus personajes; algo que en Mariel espera, co-escrita por Walter Tejblum, queda traslucido.

Mariel vive en un entorno de exigencia, trabaja en una empresa de iluminación dedicada a lo artístico, puja por largarse a una carrera profesional propia, su madre (Roxana Berco) le remarca su noviazgo idílico en comparación a la difícil vida en pareja que le tocó a ella con el padre de Mariel, y Santiago encuentra refugio en concretar la compra del departamento. Quizás desea aferrarse a lo único que podía hacerla feliz de modo natural, aunque ese eso ya está muerto.

Más allá de una narrativa que a veces bordea lo melodramático, pero nos hace sentir el vacío interno que siente Mariel, hay una apuesta fuerte por el lenguaje visual. En comparación a su anterior film de ficción, en Las chicas del 3° los planos eran cerrados y coloridos, deliberadamente de tono exagerado; claro, ahí hablábamos de un grotesco. Mariel espera podría ser un opuesto, si bien no abundan los exteriores, los planos son abiertos, de mucha luminosidad, preminencia de colores blancos, en un tono calmo, casi ascético; la sensación que se nos produce es el de la nada alrededor, ese mundo ficcional al que Mariel está atada por sola pertenencia.

Juana Viale afronta un protagónico absoluto en un rol exigente, no siempre logra estar a la altura de lo que pudo ser algo conmovedor, más allá de sus limitaciones podemos decir que Pelosi como director de actores logra sacarle buenos momentos y aprovecha los rasgos fisonómicos de la actriz para lograr capturar expresiones que apoyan la narración.

Entre los secundarios, Diego Gentile, la talentosísima y camaleónica Karina K como la jefa y competidora femenina, Roxana Berco, Dan Breitman, y hasta una irreconocible Graciela Alfano hacen la diferencia con interpretaciones logradas ajustadas a la exigencia de la propuesta. Mariel espera habla de la maternidad y el dolor de la pérdida de un embarazo, pero también habla de una clase social auto exigida, con estándares inalcanzables y una puja por poderío de clase que puede resultar más desgarradora que el propio aborto. Con momentos cercanos al estilo de “drama francés de autor”, Pelosi presenta una propuesta diferente de su filmografía y se posiciona como un realizador al que siempre habrá que prestarle atención.

Anexo de críica por Rolando Gallego

Maximiliano Pelossi es un realizador que bucea en una tradición popular de cine, y también en un lenguaje cuasi televisivo, tal vez, para construir relatos que apelan al espectador a buscar referentes clásicos al momento de ver las imágenes que presenta, o, tal vez para lograr empatía casi instantánea con sus películas.

Cualquiera sea la posición ante sus relatos, en “Mariel Espera” (2016), Pelossi avanza aún más en su búsqueda estética, presentando un desgarrador relato sobre una irreparable pérdida y las consecuencias que ésta traerá a una joven pareja que intenta posicionarse a la sociedad como una dupla exitosa. Porque principalmente, y más allá de la pérdida que centraliza el guión, “Mariel Espera”, busca hablar de las presiones como directoras de las acciones, de los preconceptos sobre problemáticas y temas que convergen en frases lamentables como “para cuándo me vas a dar un nieto”, “por qué tardaron tanto en ser padres”, y otras.

La Mariel del título es Juana Viale, una actriz que posee una herencia interpretativa, pero que en los últimos tiempos ha ido configurando una carrera que se escapa a cánones esperables, haciéndola correr de zonas de confort que le podrían haber asegurado espacios establecidos pero que en riesgo la han potenciado como protagonista.

Acá es excluyente su participación, en casi un 85 por ciento ella aparece en la pantalla como una mujer a la que le duele una pérdida, y, principalmente, el no poder resolver rápidamente aquello que la aqueja y martiriza. “Mariel Espera” busca respuestas sobre una mujer embarazada, profesional exitosa, con una carrera muy prometedora, pero que ante la inevitabilidad de convertirse en algo que no imaginaba, debe tomar decisiones que la alejan de su entorno.

A punto de mudarse a una nueva casa, junto con su marido (Diego Gentile) depositan expectativas en el hijo por nacer como también una manera de responderle a la sociedad (amigos, familia, compañeros de trabajo, etc.) sobre aquellas exigencias que se les venían planteando. Pero cuando el huracán de lo inesperado resuena fuerte en sus vidas, “Mariel Espera” comienza a plantear puntos narrativos que van más allá de la anécdota y configura un nuevo espacio en el guion, profundizando el drama humano ante una pérdida.

Juana Viale logra componer a la mujer que adolece de una manera contundente, potenciando su actuación con una experiencia que la ha marcado a fuego (la que trascendió) y que repercute en el espectador en cada plano, superando algunos vicios en participaciones anteriores y consolidándose como actriz. Pelosi explora el universo de esta mujer con imágenes bellas, en espacios bellos, aunque tal vez en algunos momentos resiente el relato por exponer a la actriz a determinadas acciones que contradicen la estética buscada durante toda la narración (Mariel en el baño, esperando). Película discreta, con aciertos principalmente en algunas interpretaciones (Dan Breitman, Karina K, Graciela Alfano, Viale) y con la clara intención de profundizar en el drama para revisitar películas de pérdidas con una mirada moderna y citadina sobre las mismas.

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