«El Incendio»: detrás de las paredes
Luego de su paso por la Berlinale, Juan Schnitman llega a la cartelera porteña con su auspiciosa ópera prima: «El incendio». Hablamos de una obra potente, claustrofóbica y visceral sobre una pareja en crisis en la víspera de concretar una operación inmobiliaria costosa (como todas, en Argentina).
La cuestión de enfrentar un momento económico trascendental para muchas parejas es un tema que siempre convoca inquietudes y miedos y Schnitman logra captar la esencia de ese problema y ponerla en el marco de una pareja en severa crisis.
Lucía (Pilar Gamboa) y Marcelo (Juan Barberini) viven juntos hace ya un tiempo y con la ayuda de los padres de la primera, logran conseguir los dólares necesarios para comprar un departamento. Momento que debería ser de felicidad plena, siendo que no es sencillo acceder a la vivienda propia, aunque algo no está del todo bien en la pareja.
Ya desde los primeros minutos sentimos que hay una sensación de incomodidad en su trato, y eso se agrava de inmediato cuando cargados de billetes y camino a cerrar la operación, los llaman para postergar la firma un día más. Estos dos jóvenes están atravesando una etapa complicada, desde lo personal y la convivencia.
Cuando el escenario de intranquilidad está instalado, comienzan a dinamitarse varias cuestiones que harán que Lucía y Marcelo ingresen en una espiral de desconfianza, dolor, tristeza e impotencia, del que sólo saldrán si logran reconocerse donde están. Schnitman cuenta con pocos elementos para desarrollar su trabajo, pero lo hace muy bien. Cuenta con el carisma de Gamboa y la fibra de Barberini para contar una historia donde el aire se siente denso y opaco desde los primeros fotogramas.
El guión (ingeniosa creación de Agustina Liendo y Luciano Suardi junto a los protagonistas de la obra) no tiene casi fisuras aunque debe decirse que pierde terreno en el sprint final, cuando define el curso de los actos y sus consecuencias. Pero más allá de ese desnivel, lo cierto es que el gran mérito de «El incendio» es poner en escena el detrás de escena de una pareja común con mucho por resolver, en la que no sólo el desgaste opera como elemento conspirador. Destacado debut de un cineasta que promete.
Anexo de Crítica por Rolando Gallego
La contemplación de una pareja en ruinas. El ocaso de un amor a través de la expectación de un día clave en la vida de dos personas. “El incendio” (Argentina, 2015) es el vouyerismo por excelencia y la razón de ser del cine, narrar una historia dejando al otro la posibilidad de completar qué es lo que pasó. Juan Schnitman, paseó esta particular propuesta por Berlín 2015 y el 17 BAFICI antes de enfrentarse al público general sabiendo de antemano que la respuesta será el acompañamiento, no ya de la película, sino de su manera de contar una épica, tensa y fuerte historia de desamor (sí, otra más que va de cómo se termina un amor) que además se enmarca dentro de la paranoia conspiratoria, clave para entender la modernidad.
Si a Lucía (Pilar Gamboa) y Marcelo (Juan Barberini) les hubiesen avisado que intentar comprar una vivienda en Argentina terminaría resultando su peor pesadilla, quizás hubiesen tomados las medidas necesarias para evitar que esto terminara afectándolos por completo. Porque con el sólo ya trajín de tener que ir al banco para retirar la cantidad de dinero en efectivo necesaria, y en moneda extranjera, y armar un increíble plan escapatorio para poder llegar sanos y salvos a realizar la transacción, el filme encuentra su punto narrativo exacto, tan preciso, absorbente y claustrofóbico, que termina trasponiendo la paranoia de la pareja en los espectadores.
La velocidad de las acciónes, la dinámica edición, el acercamiento extremo a los cuerpos de los protagonista, van configurando un preciso ballet intimidatorio en el que la historia de su vida sólo va marcando un lento proceso que culminará en “incendiar” todo a su alrededor. Porque si bien la pareja planea hace tiempo el poder trasladarse del lugar en el que habitan, un oscuro y húmedo departamento interno al que nunca le dieron amor, vamos cayendo en la cuenta con el correr de los minutos que hay más una intención de uno de ellos de poder realizar el cambio que de los dos como pareja.
Schnitman, observador, obsesivo de los detalles, va sembrando indicios del porqué y del cómo se llegó al punto en el que se encuentran Lucía y Marcelo, pero lo solapa, y cada vez que da algo, quita otro punto o confunde la identidad de los personajes secundarios que se acercan a avivar el fuego y las pasiones de la pareja. Lucía es callada, pero está esperando sólo un gesto del otro para explotar, mientras que Marcelo es a la inversa una persona nerviosa que sólo encuentra en el otro una amenaza constante hacia él y su entorno.
¿Qué hacen juntos? Exponer sus miserias, sus dudas, sus celos, sus ganas calladas de estar con otro, aceptar sus diferencias sociales pero también creerlas motivo de discusión. Porque de todo esto habla en su primer largometraje en solitario Schnitman, de cómo poder sobrevivir en la actualidad y cómo el progreso puede terminar afectando negativamente a dos seres que, otrora, se amaban.
“El incendio” funciona como película de género, del que se lo quiera tildar, y porque también en las múltiples líneas discursivas que abre no hay otra cosa que la intención implícita de poder, de alguna manera, economizar recursos en pos de un logrado trabajo actoral que termina dejando todo en la pantalla y más.