
«En chance til» (Una segunda oportunidad): el peso de la tragedia
En “Una segunda oportunidad” (Suecia, Dinamarca, 2014) el contraste entre la realidad y la naturaleza de los hechos que se cuentan serán esenciales para poder construir un relato que necesitará de un esfuerzo por parte del espectador para ir asumiendo los giros que se presentarán en la pantalla.
Además habrá otra contraposición, entre ciudad versus suburbios, que, también, serán clave para poder mantener el verosímil de la dura historia en la que la segunda oportunidad a la que se refiere el título local será la clave para comprender su intencionalidad y temática.
Similar a “Melbourne” de Nima Javidi, en cuanto a tomar a la muerte de un niño pequeño como disparador de la trama, aquí este hecho es aprovechado por la prestigiosa directora Susanne Bier para construir una pequeña estructura de muñecas rusas en las que se irá complejizando la narración y se potenciarán las particularidades psicológicas de los involucrados.
Andreas (Nikolaj Coster-Waldau) y Anne (Maria Bonnevie) son una pareja de padres recientes que deben lidiar con el llanto nocturno de su hijo, y pese a tener la mayor de las paciencias, la falta de sueño les va dejando cierto malhumor y cansancio acumulado que se nota en sus actividades.
De hecho Andreas se enoja por demás en una redada junto a un compañero, al ver cómo una pareja de adictos mantiene en condiciones infrahumanas a su pequeño bebé, y pese a los esfuerzos que hace para poder lograr que le retiren la custodia del mismo, judicialmente nada puede hacer.
Una de las eternas noches en las que Alexander, su hijo, llora, se levanta Anne automáticamente para asistirlo y se da cuenta que el niño no respira, desesperada y en medio de una crisis de nervios habla con Andreas y entre ambos confirman lo inconfirmable, la peor noticia que podrían recibir, aquella que demuestra que toda la esperanza que podían poner en el devenir de su hijo y en su progreso queda trunco.
En medio de la noche Andreas tomará una decisión, no la más acertada, pero si la comprensible para él para lograr, de alguna manera, suplir el dolor y la ausencia con una presencia que complete a su mujer, a quien ve vulnerable y destrozada por la tragedia.
Bier avanza a paso lento con la historia, porque sabe que hay mucho por asimilar y mucho para tratar de digerir. El golpe bajo está, y la tensión por el drama ajeno también, pero suma la posibilidad de la compasión, un sentimiento cada vez más ausente en la pantalla y en las produccione, que se vislumbra en cada plano que le otorga a Coster-Waldau, un intérprete inmenso y de una entrega que sorprende en cada película en la que participa.
“Una segunda oportunidad” por momentos deviene en policial de procedimientos, pero dejando en claro que esa fase será tan sólo una pequeña instancia para complejizar aún más la abigarrada trama que, llena de giros, irá atrapando hasta al más incauto de los espectadores.
Para reflexionar sobre la ética y la moral de los hombres en momentos claves de su existencia, o mejor dicho, en aquellas instancias en las que la muerte los enfrenta a decisiones apresuradas sin pensar las consecuencias, este filme ilumina en parte algunas cuestiones que nunca está de más pensar y dialogar.
Anexo de Crítica por Jessica Johanna
Susanne Bier es una directora de cine ya ganadora del Oscar por «Un mundo mejor», pero sus últimas películas están lejos de mostrar a la realizadora que alguna vez supo ser. Después de «Love is all you need» y «Serena» (que acá ni siquiera se molestaron en estrenar y cuyo protagónico hiper exitoso no logró salvarla –Jennifer Lawrence y Bradley Cooper), llega este drama a nuestras carteleras.
Protagonizada por Nikolaj Coster-Waldau, «Una segunda oportunidad» es un drama oscuro, cercano al thriller, pero a la larga un dramón cuya característica principal es su falta de empatía para con ninguno de los personajes. La trama es polémica y a la vez poco convincente: un policía allana la casa de una pareja de drogadictos y descubre que tienen un bebé del que apenas parecen ocuparse, mientras en su vida personal él se encuentra disfrutando de su primer hijo, probablemente de la misma edad, junto a su inestable mujer.
Una aparente muerte súbita se lleva la vida de su propio hijo y en un momento de desesperación no encuentra otra solución que intercambiar en el silencio de la noche los bebés para reemplazar a su hijo por aquel que le tocó el alma aquella tarde.
A partir de acá le siguen varias idas y vueltas, más decisiones de los protagonistas que apenas comprenderemos y sobre todo una película con un tono monocorde que apenas es salvada por la sobria y correcta interpretación de su protagonista.
«Una segunda oportunidad» es una película dura, que plantea muchos dilemas morales pero no parece preocupada por desarrollarlos, quizás pensando en, de manera perezosa, dejar completar mucho más al espectador. O quizás porque decide no juzgar a los personajes (sabia decisión) a la vez que intenta cargar de humanidad a personajes a simple vista oscuros. A esto se le suma un final innecesario, que es desparejo con el resto del metraje, que apuesta al doble discurso de la moral y la incorrección política.
El principal problema del film es que se lo siente inverosímil. Plantea muchas aristas e incomoda al espectador, algo que hace de manera consciente (se hace uso y abuso de planos protagonizados por un bebé que sufre o sufrió las consecuencias), pero a la larga se la siente monótona y, lo peor, innecesaria.