
«Crimes of the Future» (Crímenes del Futuro): El cuerpo como lienzo
La noticia del regreso de David Cronenberg, no sólo como director sino al body-horror que supo consolidarlo como un maestro, sería mucho mejor si además viniese acompañada de un estreno en cartelera comercial al menos pequeño. Sin embargo la película solo puede verse en la Sala Lugones en una contada cantidad de funciones que se agotaron de manera inmediata. Adquirida por la plataforma Mubi, llega a ésta el próximo 29 de julio.

Él era un Libro de Sangre, y ella era su única traductora.
Clive Barker – Los Libros de Sangre
En un futuro cercano, quién sabe cuánto, los humanos evolucionan, mutan. Los organismos se adaptan y se convierten en capaces de crear sus propios órganos. Se ha eliminado el dolor, y entonces incapaces de sentir es fácil jugar, ya sea por un goce de la intimidad como para un espectáculo artístico, con nuestros cuerpos. En este mundo, en estos tiempos, una pareja de artistas experimenta con los órganos que genera Saul (Viggo Mortensen, colaborador frecuente de la última parte de la filmografía de Cronenberg pero su primera incursión en el llamado body-horror) y Caprice (Lea Seydoux) los termina de convertir en arte: como otro compatriota de la nueva carne, Clive Barker, tatuaba a sus personajes con las historias de los Libros de Sangre, Caprice tatúa en los órganos símbolos autorreferenciales y enigmáticos y luego los extirpa en medio de una performance con público. Pronto entrarán en contacto con dos personas del Registro Nacional de Órganos que se verán fascinados por el trabajo que hacen. «La cirugía es el nuevo sexo», llega a la conclusión Timli (Kristen Stewart) después de ver el espectáculo que consiste en ser operado sobre una mesa con un software que inicialmente fue pensado para realizar autopsias. Si el dolor y el placer están íntimamente ligados y nos es privado de uno de ellos, ¿cómo lo recuperamos?
Alrededor de la película se abren un montón de ideas. Principalmente, por un lado, la noción de arte, lo que hace a un artista, lo que hace que una obra de arte sea relevante, crear un significado desde algo que aparentemente no lo tiene. ¿Si todos hacen lo mismo, cómo nos diferenciamos? ¿para qué sirve el arte al fin y al cabo? ¿no es demasiado subrayado el mensaje de quien se cose la boca y los ojos y se llena de orejas alrededor del cuerpo?
Por el otro, claro, la relación con los cuerpos, con nuestros cuerpos. Adaptarnos constantemente. En la película el personaje de Saúl duerme sobre una extraña cama que le permite anticipar el dolor y almuerza sobre una silla esquelética que lo mueve para facilitar la digestión; ambos parecen diseñados por Giger. Lo nuevo y lo viejo. ¿Hay que extirpar los órganos o debería dejárselos porque son parte de sí? El miedo a perder el control sobre lo que llevamos dentro; encontrar la belleza interior, nunca mejor usada esa frase hecha.
Con esta otra parte tiene que ver otra línea de la película que se anticipa en un ya impactante prólogo en el que una madre mata a su hijo. Sin contar mucho más que eso, el padre luego busca acercarse a los artistas con un fin específico y no menos perturbador que esa muerte inicial. Cronenberg no se limita: estamos ante un mundo en el que el dolor, las emociones, nos fueron suprimidas por lo que todo puede resultar tan frío y aterrador como cotidiano. En esta línea se aproxima más el tema de lo tecnológico y hasta podría encontrarse una denuncia ecológica: el ser humano se la pasa generando basura, ¿qué somos capaces de hacer con todo eso?
Hay una línea con el policial, con lo encubierto, con el peligro de correrse de lo legal. Quizás todo se trate de la supervivencia. Como escribí antes, hay un montón. Y todo hilado con precisión, a través de un guion inteligente que brinda la información en el momento adecuado, que se permite jugar con la ironía y el humor para que no apesadumbre, y que crea personajes inolvidables hasta con los más secundarios (como las dos adorables técnicas que pronto se revelan más juguetonas de lo que una esperaría).
No faltan las prótesis y el gore. Pero los efectos son más prácticos que especiales. Hay escenas impresionables solo para los más sensibles y hermosas para los más fanáticos del director canadiense.
Crímenes del futuro es una película que había dirigido Cronenberg en 1970, pero más allá del mismo título es otra historia aunque lleva casi dos décadas escrita, según ha contado su director. Pero esta última respira y vive de todas las que vinieron antes. Las obsesiones y los intereses del rey de la carne confluyen en esta película y al mismo tiempo casi nunca lució tan elegante y erótica. El juego con los cuerpos de Existenz, la fusión con la tecnología de Videodrome o Crash, las experimentaciones de Dead Ringers, son sólo algunas de las conexiones más evidentes que haremos al verla. Howard Shore vuelve a encargarse de la banda sonora, lúgubre pero nunca invasiva; y los diseños de Carol Spier a dar vida a escenarios húmedos y grises.
Estamos ante una película tan actual y lúcida como terrorífica y sensual. Cine en estado puro, visceral, un cine al que ya no muchos se atreven y cuyas carteleras (aunque no las estrenen, porque incluso podemos pensar en Titane, que está muy influenciada por Cronenberg, o las películas de su hijo Brandon que van por la misma línea, ninguna estrenada acá) y sus espectadores avezados y hastiados de propuestas livianas y similares estábamos extrañando mucho, un cine adulto que nos haga pensar y sentir y revolvernos en la butaca. ¡Larga vida a la nueva carne! ¡Larga vida a David Cronenberg!