«Juniper» (La matriarca): dos a quererse

 

«Juniper» («La matriarca») es un ejemplo destacado de cómo partiendo de situaciones simples, familiares, se pueden explorar las emociones en profundidad. Esta ópera prima de Matthew J. Saville, conmovedora y reflexiva, explora la compleja relación entre una abuela alcohólica y su rebelde nieto adolescente, ambientada en la Nueva Zelanda rural. Cuenta el director que esta realización se inspira en parte, en la propia experiencia personal del cineasta, quien tuvo que cuidar a su abuela durante sus últimos meses de vida. De este fragmento vital y sellado a fuego en quien orienta el film, se construye una historia sencilla, bien actuada y organizada en torno a pocas premisas claras.

En «Juniper», se trabaja sobre la sensibilidad necesaria para retratar la vulnerabilidad en carne viva, el amor y la aceptación ante lo establecido, que anticipa un pasaje por una situación crucial de la vida de las personas: la proximidad con la muerte.

Ésta es una historia íntima y conmovedora: Sam (George Ferrier), un adolescente problemático con impulsos de autodestrucción, es expulsado del colegio y enviado a pasar el verano con su abuela Juniper (Charlotte Rampling), una anciana excéntrica con problemas de movilidad, que vive en una granja aislada. Su padre cree que así lo preserva, porque el chico tiene corazón inquieto y está en una edad difícil…

Al principio, la relación entre ambos es lo esperable, en estos casos por la enorme diferencia de edad, pero sin embargo, a medida que pasan los días, comienzan a conocerse mejor y a descubrir la importancia de un vínculo que funciona como una tabla en el mar, después de un naufragio. Pero eso es sólo el principio. Lo complejo es lo que espera a estas dos almas al margen de la sociedad, intentan «encajar» aunque en esencia, son distintos. «Juniper» explora con gran ternura, temáticas como la soledad, la naturaleza de los vínculos familiares, la aceptación del destino que a cada uno le toca y el perdón, como estrategia sanadora. 

El tono del film es intimista y sensible, ajustadamente interpretado. A Saville no le interesan tanto el fondo, sino el foco, los sujetos. Su estilo minimalista le da mayor profundidad a la trama presentada, la cual, ambientada en una bella granja neceolandesa, instalada en plena campiña neceolandeza, ofrece todo para el disfrute visual. 

Pero es cierto que todo el film respira potentes actuaciones  Charlotte Rampling, aplomo, prestigio y charme como siempre, ofrece una actuación magistral como Juniper, ofreciendo una paleta formidable para alternar sus emociones al desnudo. George Ferrier interpreta con gran naturalidad a Sam, en un registro menos histriónico pero más humano, en el cual logra transmitir su rebeldía, su desconcierto en la vida y su gradual transformación en una nueva persona, a medida que se vincula emocionalmente con su abuela.

En líneas generales, un drama hecho y derecho, bien construído, con una profundidad humana destacada, dentro del concierto habitual de este tipo de películas. Muy buen debut para Saville en la dirección.

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