“Café Society”: El sueño eterno

Hay un evento al año que debería ser inevitable para todo los que gustan del cine de calidad. Hace años que todos los años se estrena una película de Woody Allen. Se le pueden achacar muchas cosas, que ya no es el mismo de antes, que se repite a sí mismo, que entró en una zona de confort; pero de todos modos sigue siendo el viejo y querido Woody.
Su estreno 2016 lo lleva nuevamente a una recreación de época, a una fina sátira social partiendo de un mundillo; esta vez con la mirada puesta en el Hollywood de Oro, con un guiño a su adorada New York.
Su nuevo alter ego (esta es de esas en la que decide ubicarse sólo detrás decámara) es Jesse Eisemberg (Red Social), en la piel de Bobby Dorfman, veinteañero recién llegado del Bronx que se instala en la ciudad meca del cine para encontrar un trabajo que lo haga prosperar de la mano de su tío Phil Stern (Steve Carell), magnate de la industria, agente de las estrellas más codiciadas de la época.
A modo de relato paralelo, o viñetas, se cuenta algo de la vida de los Dorfman en su ciudad de origen. Familia típicamente judía (obviamente), con tradiciones algo particulares, en especial las de un hermano de Bobby, y un terrible contrapunto en la relación de mamá y papá.
Bobby ingresa tímidamente en el ambiente, y Phil le da el impulso que necesita ubicándolo en un cargo directo debajo de su ala.

También lo ayuda en la inserción a la ciudad, y le presenta a su secretaria Vonnie – diminutivo de Verónica – interpretada por Kristen Stewart (La Habitación del Pánico). Vonnie lo lleva a recorrer la ciudad, los puntos más atractivos, pero a la vez más alejados del glamour, demostrando ser la más sensata y centrada de ese nuevo universo al que Bobby debe pertenecer.
Obviamente, Bobby se enamora perdidamente de Vonnie; obviamente Vonnie tiene pareja; obviamente Vonnie es la amante del tío Phil.
Cláramente hay un quiebre en la historia de Café Society, un punto en el que el relato cambia de ambiente y el tono va virando hacia otro sentido, quizás más dramático y reflexivo.
Es en el primer tramo en el que el film más brilla, con una comedia típica de enredos, sin un pretexto muy original (el último Allen rara vez necesita serlo); pero en el que se permite ser más juguetona y lanzar algunos dardos risueños a esa panacea que Hollywood decía/dice ser.
Utilizando el nombre de muchas estrellas reales, pero sin la recreación de ninguna de ellas, hay una mezcla entre una declaración de amor a esa época (declaración que ya ha hecho en varias de sus obras maestras) y un golpazo de realidad frente a la falsedad quese esconde detrás de la cortina de seda.
También se impone la historia en el Bronx, que atraviesa todo el film, con los mafiosos que arreglan las cuestiones simples a su manera, y un matrimonio judío que será lo mejor de la película en cuanto a comicidad.

El segundo tramo, más desencantado, quizás más duro en cuanto a las críticas, nos lleva a Nueva York con cierta negrura y añoranza de otros films de Woody con temáticas de insatisfacción que también ha retratado en varias de sus mejores películas.
Allen no solo es un gran libretista, con mucha sensibilidad y un sutil tacto para la comedia verbal; es también un excelente director de actores. Cada vez que decide no ponerse a sí mismo como protagonista, elije un actor que haga de su alter ego, y siempre logra sacar lo mejor de cada uno, y que extrañamente todos se parezcan a él sin ser una imitación. Eisemberg, a quien ya había probado en A Roma con Amor, no es la excepción, el actor pierde varios de sus registros habituales, para mostrarnos a un Woody Allen joven, hablando kilométrica y maratónicamente, con gesticulación ocular, y con una pose corporal comprimida. Podríamos pensar que Bobby al envejecer se hará más flaco, perderá pelo y se calzará esos gruesos lentes para transformare finalmente en ese que todos creemos que es.
Junto al actor de Zombieland se lucen Carell; Jeannie Berlin y Ken Stott como ese matrimonio en disputa; Parker Posey como una típica dama de las relaciones públicas; y hasta Blake Lively logra un tono correcto para su personaje, que ingresa en el segundo tramo, mereciendo una mayor presencia de la obtenida.
Lamentablemente, hasta el director de Manhattan encuentra su kryptonita en Kristen Stewart que parece participar de otra película. Para ser una mujer que enamora perdidamente a dos hombres, a Stewart le falta todo para ser una femme fatale, una mujer con intriga. No hay nada duro para criticar de su participación, simplemente no va acorde al film sin presentar matices. Posiblemente un enroque con el rol de Lively y viceversa, hubiese fortalecida al personaje de Vonnie.
Café Society no es la mejor película del realizador, se ubica dentro de sus films más accesibles y se disfruta con una sonrisa permanente.
Con una recreación de época correcta y no ampulosa, más en los modos que en la vista; Allen puede estar en plan descansar, pero su agudeza y mirada vivaz, perspicaz, sigue intacta; y eso es lo que lo hace un creador único. Disfrutemos de esta maravilla que se nos ofrece una vez por año.
Anexo de Crítica por Rolando Gallego
Siguiendo con su línea de películas que reflexionan sobre el amor y las diferentes formas que puede adoptar a medida que se avanza en una relación, Woody Allen suma en “Cafe Society” (USA, 2016) una mirada mucho más compleja que aquella que en apariencia y superficialmente suele proponer.
La alta sociedad de Nueva York y Chicago, con sus inmensas y lujosas casas, en las que viven una rutina hacia el afuera para mostrarse políticamente correctos, sirve de escenario para que el dinámico guión y la cuidada dirección enmarquen la historia de un joven llamado Bobby (Jesse Eisenberg), una persona que patea el tablero y decide ir a la gran manzana para someterse a las exigencias de su tío (Steve Carrel), un poderoso productor, quien no ve con buenos ojos su llegada.
Mientras comienza una tibia relación con éste, porque el tío le impide un acercamiento más profundo y cálido, pese a ser familia, Bobby conoce a Vonnie (Kristen Stewart), una joven que ayuda al productor a sacar adelante todo y de la que inevitablemente se enamorará.
De a poco, Vonnie le mostrará la ciudad y el negocio, y en cada encuentro la relación comienza a afianzarse hasta el punto que ella le confiesa que no puede aceptar sus insinuaciones ya que mantiene una relación con otro hombre, un ser desconocido para éste hasta determinado momento del filme.

Así, Allen, ubica el conflicto central de “Cafe Society”, con su mirada desprejuiciada sobre la industria del cine, sus negocios, mentiras y secretos, y también con su incipiente star system, que comienza a exigir lugares específicos para el ocio, alejados de la gente común, y ese lugar será el que Bobby termine por regentear tras las negociaciones “non sanctas” que su hermano (Corey Stoll) termine por hacer.
Otorgando al espectador la sabiduría total de las situaciones que se plantean, Allen, además, hace del equivoco y la confusión su motor narrativo, para uno de sus filmes más correctos, lo que, en el fondo, le permite superar cierta chatura en el planteo, con una puesta deslumbrante.
Y justamente en lo artificioso de esa puesta, de esa reconstrucción momentánea del espíritu festivo y lúdico, hay también un mecanismo por medio del cual se afirma la imposición de la misma ante el ojo de la cámara.

Es como si Allen decidiera que más allá del plot, el mcguffin se reitere y se muestre, tan artificialmente que en esa no naturalidad, como esa primera escena en una fiesta lujosa en una casa que a priori no percibimos como de la época en la que se narra el relato, hay una toma de partido más por los personajes que por el entorno.
La bella fotografía y la composición equilibrada de las escenas son otro de los puntos a favor de esta historia de amor y de desamor, de conocimiento y acercamiento, de ruido y silencio y de elecciones.
Porque también Allen es eso, un gran artífice de salidas impensadas ante situaciones narrativas clásicas, provocadoras y que inevitablemente terminan por disparar otras historias, las que, claramente, terminan por superar cualquier planteo inicial que se haya hecho.
“Cafe Society” es un filme de Allen reconocible en cada una de sus escenas y pretensiones, sus títulos iniciales con el jazz de la época, además, sirven de contextualización para el espectador, el que sabe que verá una película pensada, dirigida y guionada por él.
