«Berta y Pablo»: Historias como herencias

Tras su paso por el BAFICI, la nueva película del prolífico director y guionista Matías Szulanski se proyecta los sábados de julio en el Cine Cadodelphia.

Es curioso el modo en que se desarrolló la filmografía de Matías Szulanski, posicionado en la industria con películas de género como Pendeja, payasa y gorda, En peligro, El gran combo y Astrogauchos. Porque en los últimos años decantó por un estilo más descontracturado y natural, minimalista incluso, con Juana Banana y El último recurso, películas que han participado de los prestigiosos festivales nacionales de Mar del Plata y el BAFICI respectivamente.

Berta y Pablo tiene como protagonista a Carolina, una joven que llega de Montevideo a quedarse unos días en la casa de una amiga durante el verano caluroso de Buenos Aires. Mientras se escapa de un su futuro casamiento o de una incipiente separación también se reconecta con una amiga con la cual escriben e interpretan canciones y con parte de su pasado, al recuperar una partecita de lo que dejó su abuela recientemente fallecida.

Cuando llega al departamento que era de su abuela se encuentra con que casi todas las cosas ya se la llevaron o la eligieron el resto de los familiares, como si hubiese llegado demasiado tarde (aunque en realidad en esas situaciones siempre están aquellos que primerean). Algo decepcionada elige llevarse unos libros viejos y unos vinilos. Junto a su amiga que la hospeda intentan venderlos en ferias para hacerlos aunque sea unos pocos pesos hasta que descubre, a través de los libros de Salgari de la colección Robin Hood, cartas que se han escrito entre su madre y un tal Pablo.

A partir de ese momento, ella intenta rescatar esta historia que permanecía oculta buscando en cada ejemplar de estos libros que encuentra en librerías de usados. Como un lindo detalle, en un momento hasta encuentran una grabación, y allí entra en escenario Paulo Pécora, anclándola quizás con su propia película, el documental El pensamiento analógico.

A nivel técnico, Berta y Pablo está rodada desde lo mínimo en locaciones reales. Así, algunos planos en lugares concurridos como el subte o un colectivo lucen menos atractivos e improvisados; algunos otros más repetitivos o un uso de la luz que entorpece la estética del plano. Pero ese «menos es más» (la película incluso dura solo una hora) funciona para lo que se quiere contar. Porque en realidad no importa tanto la historia sino lo que ésta nos provoca, lo que provoca en su protagonista descubrir que su abuela tuvo un amor del cual nunca supo, y que la lleva a replantearse hacia dónde va ella misma con su propia historia de amor. Y como en El último recurso, la amistad aparece como eje. Las amigas que están dispuestas a acompañarse y ser parte de la historia de una con la otra.

Desde lo actoral se destaca Ana Skornik y su Carolina, retratada de un modo parecido al que el director lo hizo con Juana Banana pero logrando aquí mayor empatía. Esa especie de ternura que en Juana Banana lucía demasiado impostada aquí surge de manera dinámica y colabora mucho la música, en especial con las canciones que las dos protagonistas interpretan, y esas letras curiosas menos simples de lo que parecen a primera vista.

«A mí me gusta que sea para nosotras», reflexiona Ana cuando les cuesta conseguir dónde grabar sus canciones y llegan a la conclusión de que hoy ya no hay hobbies y todo se hace para monetizar. Esta película es un poco así, un rejunte de historias, planteos, que lucen lindos y a veces abren a algo y otras quedan un poco ahí, en la nada. Lo efímero. Por el disfrute, por la experiencia.

Amateur, minimalista, desprolija pero también modesta y provista de una sensibilidad genuina, Berta y Pablo se mueve como una sólo se puede mover a través de las calles de cemento gris durante el verano infernal en una ciudad convulsionada: de manera calma, apacigua, errática. Y acompañando a esa protagonista consigue que conectemos emocionalmente desde las experiencias propias. Además transmite su amor por lo analógico, los libros y las palabras que se escriben con birome sobre papel (como los títulos de la película).

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